"Es necesario decir que no hay necesidad de ninguna ideología
para que se constituya un racismo, basta con un plus de gozar
que se reconozca como tal y si alguien se interesa por lo que pueda llegar
a ocurrir, haría bien en decirse que toda forma de racismo
en tanto que un plus de gozar, basta para soportarlo. Esto es lo que está
para nosotros a la orden del día. Esto es lo que nos amenazará en los próximos años".
Jacques Lacan
Seminario XVIII "De un discurso que no sería del semblante"
Para Lacan la cuestión ética se dirime a partir de la articulación del sujeto con lo real; con lo cual puede plantearse un punto de inflexión respecto de ésta en lo que atañe a los descubrimientos de Galileo y Newton sobre el estudio de la física. Es a partir de allí que se pone en juego una nueva estructuración de la realidad por la física denominada Ciencia, con lo cual el sujeto de ahora en más se independiza -siguiendo los lineamientos planteados por Lacan en el Seminario VII- de su relación a Das Ding, la Cosa; independización en tanto se lo sustrae respecto de la distancia de su extremo Bien.
Así, lo que caracterizaría al surgimiento de la Ciencia es una forclusión, una verwerfung, un rechazo de la extimidad de la Cosa. Das Ding, aquello respecto de lo cual la realidad fantasmática del sujeto se edifica; la Cosa como aquello íntimo y exterior al mismo tiempo que permite organizar todo el campo de las representaciones a las que Freud alude en sus escritos.
Con el surgimiento de la ciencia se produce un rechazo de la extimidad de la Cosa; agrego: porque el sujeto modifica su relación respecto de la verdad, del saber y lo real.
Descartes, al valerse de la duda como método efectúa un proceso de vaciamiento, de desustancialización del sujeto. Formalizada esta operación, ante la pregunta ¿Qué soy?, responde: res cogitans, sustancia pensante. El enunciado del cogito Pienso, luego soy da cuenta de la disyunción entre el sujeto y su subjetividad: dualidad cuerpo/alma para Descartes y al mismo tiempo, de la convicción de que la razón produce una verdad, en tanto proyecto de demostración racional. El hacer de la duda un método para la desustancialización del sujeto implica -para Lacan- extraerlo de su relación de S1 con S2, produciéndose deposición del saber antiguo. Así, por medio de esta operación cartesiana este saber es reemplazado por uno nuevo: el nacimiento de la Ciencia surge en tanto el saber se matematiza, precluyéndose del "sentido". De este modo, el sujeto de aquí en más rechazará toda relación al inconsciente y a la falta.
Para este filósofo, de la duda se llega a una certeza, a un pensamiento que es consciente. El sujeto se apropia de sí mismo; el cogito se convierte en verdad en el acto mismo de enunciarlo: Pienso, luego soy. Se introduce al sujeto pero al mismo tiempo se lo forcluye. En su desustancialización, es vaciado de significantes: sujeto dividido, pero se lo forcluye debido a que se trata de un sujeto homologado al yo. Allí donde para Freud la duda remite a algo inconsciente, podríamos decir que para Descartes remite a la consciencia. Por eso es que escuchamos decir que el psicoanálisis adviene por esa operación cartesiana: se ocupa del sujeto que la ciencia rechaza.
Aquello que concierne a la ciencia tiene que ver con una mutación producida por la vía de la física en tanto ciencia moderna, ya que la ciencia galileana es la que combinó lo empírico y la matematización. Lo empírico implica aquello que se establece mediante la técnica, con lo cual la matematización sería el paradigma de toda teoría. Entonces, "la ciencia galileana es una teoría de la técnica, es una aplicación práctica de la ciencia". Agrego –siguiendo los lineamientos planteados por Jean Claude Milner en "La obra clara"- lo siguiente: la ciencia moderna –en tanto empírica- no es sólo experimental sino que también es "instrumental". Esto equivale a decir que la técnica tiene que ofrecer a la ciencia instrumentos de precisión. Hay una ligazón muy estrecha entre ciencia y técnica en lo que atañe al modo moderno de concepción del universo.
Hay una novela de Umberto Eco que se titula "La isla del día de antes". Allí el protagonista de la misma es un náufrago –Roberto- que arriba a un barco anclado en el medio del mar donde, a bordo de él, encuentra todo tipo de maquinarias y objetos desconocidos. Él, había partido de Holanda como espía de un Cardenal para indagar sobre ciertas maniobras secretas de un inglés que zarpó de occidente en la búsqueda del "punto fijo". Muy sucintamente, la novela trata de las aventuras y desventuras de este personaje que finalmente se precipitan en el misterio por el cual las nuevas potencias bregan en aquella época: el secreto del punto fijo.
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