Descargar

Pueblo en vilo: Una propuesta mexicana en la historiografía


    Es típico que, en nuestro papel como historiadores, debamos justificar nuestra necesidad por estudiar el pasado a la luz de una época en la que sólo es visto como provechoso el estudio técnico y científico. Mucho más, cuando nos percatamos que la mayoría de la gente ve en el estudio histórico una manera creativa de perder el tiempo.

    Por tal razón, es común que tengamos que enfrentar a menudo preguntas como: qué es la historia o, una más compleja, para qué y a quién sirve. La primera respuesta siempre es sencilla, ya que de alguna u otra forma todos tenemos en la mente un concepto acerca de lo que es la historia (la más común: el estudio del pasado del hombre); sin embargo, para lograr salir airoso en las otras dos cuestiones es necesario explicar las causas que motivan un estudio histórico y la utilidad que tendría tal para un grupo numeroso de individuos.

    El problema se hace más complejo debido a que tenemos entendido como historia a la recopilación de acontecimientos históricos, con el fin de atiborrar de apuntes nuestra libreta, una historia en donde se estimula la memorización de fechas y la idolatría de grandes hombres o, en su caso, el repudio hacia los que figuran de "malos" dentro del proceso.

    La historia se convierte, en este sentido, en una malformadora de conciencias y evita en lo posible el gusto por estudiarla. Mas, nuestro trabajo como discípulos de Clío radica en exponer que el análisis histórico tiene como principal causa brindarnos identidad como grupo humano y también para mantener la herencia de costumbres y tradiciones que van dejando nuestros antepasados.

    Su utilidad se desprendería de esto, pues sólo está comprometido alguien con su grupo, localidad o nación, cuando conoce los orígenes que la han construido.

    La aportación que veo dentro de Pueblo en Vilo de González y González va encaminada hacia esta situación de la que hablo: su trabajo gira en torno a un análisis histórico de lo local, ya sea del pueblo al que pertenecemos (lo que él conoce como terruño) o de la comunidad en la que nos desenvolvemos cotidianamente (en mi caso, podría ser la escuela).

    Su trabajo representa una nueva forma de hacer historia, pues la mayoría de los textos históricos que se hacían hasta antes de su aportación sólo hablaban de las minorías pudientes.

    Además, siempre estaban encaminados a justificar el poder de políticos o empresarios sobre la gente humilde. Pensar, de esta manera, en que hubiera una historia que ahora hiciera hablar a otros actores no pasaba por la mente hasta que González y González decide relatar la vida de su "pueblecito". Justo después de su obra se ha venido teorizando acerca de la necesidad de hacer historia para la masa humana y dejar de lado la preferencia de hacerla sobre grandes personajes o grupos definidos. La principal necesidad del autor de Pueblo en Vilo radicaba en hacer más pública la historia, ya que "no todos los lugares tenían historia".

    Dentro de Pueblo en Vilo encontramos la historia del pueblo donde nació (1923) Luis González y González: San José de Gracia, Michoacán. Recrea con un gran estilo de escritura (sencillo y humorístico) varios pasajes de la vida de su "terruño", dando peso al que tuvo lugar con la Cristiada. Además, gusta explicar los valores de las familias, haciendo énfasis en la educación distinta que recibían hombres y mujeres, estas últimas más limitadas en sus actividades.

    Por si fuera poco, dentro de la lectura González lleva de la mano al lector a dar un recorrido por cada punto cardinal dentro del pueblo, explica a cada paso cómo se conforma su arquitectura, cuáles son las labores cotidianas de la gente y, una cosa muy trascendente, la recepción amistosa con la que la mayoría de ellas tratan al "extranjero".

    Demuestra también que la vida de campo es una bendición, pues siempre en este ámbito las cosas son más relajantes, la vida es más pacífica y se evita en lo posible pensar en el tiempo (a pesar de esto sus actividades son llevadas a cabo con puntualidad).

    Su historia, decía, representa una nueva forma de realizar historia, pues lo más usual es que como historiadores sólo nos limitemos a los documentos de archivos oficiales, en esta necesidad de hacer un relato "objetivo". Para González y González, la prioridad se encuentra en hacer historia "en el camino"; es decir, yendo al lugar preciso de nuestro objeto de estudio y preguntando a cada uno de los actores que encontremos a nuestro paso.

    Así, no importa si debamos estar en una cantina, una droguería o una iglesia; si debamos hablar con un "teporocho", con un médico o con un cura, lo que importa es obtener información sobre nuestro pueblo, con el fin de rescatar su herencia oral.

    Otra de las características que se notan en la lectura es la intromisión de González en los archivos personales (cartas, memorandos, carteles) y en las prendas de cada habitante que creyó relevante para su historia. De esta manera, tanto era historia una cartita de amor entre "Panchito" y "Josefa" como lo era la observación detenida de un reloj, una pulsera, una artesanía.

    En este sentido, tal proyecto de historia da peso al testimonio de aquéllos que han sido omitidos de las historias oficiales: campesinos, artesanos, amas de casa, estudiantes, guerrilleros, ganaderos, entre otros.

    Permite, pues, que la historia a realizar le sea interesante a una mayor parte de la población, pues al leerla se sienten identificados, logran ser parte de ella.

    Tal situación les brinda además un sentimiento de identidad y pertenencia del lugar que habitan, conociendo más de él logran sentirse más comprometidos para ayudar a mejorarlo o, bien, para evitar que se pierdan sus costumbres, tradiciones y valores.

    Tal empresa dentro de la historia no tuvo un efecto inmediato. El mismo González y González relata que al estudiar en El Colegio de México fue premiado con un año sabático para realizar una investigación novedosa. Al llegar a su lugar de origen le llegó la idea de hacerle una historia; sin embargo, se veía inmerso en un problema: si su historia sería reconocida como científica, luego de que esa idea imperaba en el Colegio.

    Además, una de las temáticas recurrentes para ese tiempo (1967-68) era que al realizar una historia narrativa se caía necesariamente en un relato poco creíble e incluso ficticio. Esto a González y González no le impidió llevar como eje principal dentro de su obra la narrativa. En una entrevista explicaba:

    -(…)hasta hace algunos años en el medio académico todavía se consideraba que la historia narrativa, en el mejor de los casos, era un simple entretenimiento. Ya se le concede mayor aprecio. Por lo menos, los historiadores académicos consideran que las historias locales pueden servir de fuentes para hacer síntesis de una historia más amplia y más apegada a la realidad.

    (…) -Una vez que usted tenía claro el proyecto de Pueblo en vilo, ¿tuvo problemas con alguno de sus maestros o con alguien que considerara que este tipo de historia no lo iba a llevar a usted a ningún lado?

    -Sí. Al regreso de mi año sabático hubo una reunión en El Colegio de México, como era la costumbre, para discutir las obras antes de darlas a las prensas. En esa reunión estuvieron más que nada compañeros de mi generación, y únicamente dos de mis maestros: don Daniel Cosío Villegas y el doctor José Gaos.

    En forma amigable pero franca, mis compañeros me dijeron que simple y sencillamente había perdido el tiempo durante un año, reuniendo cosas que, fuera de mis paisanos, no le interesaban absolutamente a nadie. En general, con excepción de Antonio Alatorre, esa fue la visión de todos ellos.

    Pero, curiosamente, en este caso los dos maestros siguieron otro rumbo. Recuerdo que el doctor José Gaos me dijo entre otras cosas: "Bueno, estoy sorprendido de que usted conoce perfectamente su oficio; de que usted ha hecho esto en forma totalmente consciente, y creo que su trabajo va a aportar algo; quizá va a influir, incluso, para que se modifiquen un poco las corrientes historiográficas que ahora están de moda en las universidades". Don Daniel Cosío Villegas también me felicitó por haber hecho esto y no haberme quedado en una simple historia, como solían hacer los que se sentían muy científicos y como las hacen los que se sienten muy científicos, incluso ahora.

    La importancia de la obra de Luis González y González lejos de ser cuestionable es admirable, ya que permite que como estudiantes de la historiografía miremos una más de las vertientes a seguir para lograr realizar un análisis histórico.

    Para el autor de Pueblo en Vilo esta corriente historiográfica ha sido la "cenicienta" de la familia Clío, debido a que sólo funge como el "ama de llaves" para realizar un estudio histórico más general. Su esencia dentro del relato se basa en la forma tan adornada y apasionante con la que se explica, generando que muchos especialistas académicos la tachen de parcial o falsa.

    No obstante, hay que entender que para conocer un problema general muchas veces es necesario descomponerlo en las partes que lo integran.

    En este caso, si queremos tener una visión completa sobre la situación social y cultural de México debemos captar, primero, que este país es todo un mosaico de culturas y costumbres, y, segundo, que sólo se entenderá en su totalidad analizando sus particularidades.

    Pondré un ejemplo: no es posible explicar que México conmemora el día de muertos de la misma manera en todos sus estados. Ni tampoco, por el contrario, que en cada uno se celebra de una forma totalmente diferente.

    Hay que entender que cada parte de México tiene sus diferencias; pero que en tales también es posible encontrar similitudes que hacen que compartamos algo como mexicanos. De ahí la importancia del estudio local para entender el proceso general.

    El mismo Michoacán de Luis González es todo un estado multifacético, donde es necesario conocer cada parte que le integra para poder dar una explicación convincente sobre lo que le caracteriza como parte integrante de México. Sobre este tipo de cuestiones se cimenta la propuesta de la microhistoria mexicana. Al igual que la microstoria italiana da prioridad a las clases populares y basa su estudio en lo que Ginzburg expuso como "paradigma indiciario".

    La diferencia con este tipo de análisis europeo se encuentra en que la microhistoria mexicana, sinónimo de historia de los pueblos o "terruños", se ajusta a una realidad muy distinta de la que vive por ejemplo Italia o Europa: México al poseer una gran variedad de culturas y tradiciones necesita de una historia que le permita hablar a una parte de la población que ha sido abandonada por la historia oficial gracias a las diferencias que posee.

    Necesita de personas que encuentren un estimulo en la recreación de la vida de sus pueblos para que les den un nombre dentro de la historia (tal y como lo logró Luis González). Necesita de una historia que revele el México oculto, ése que sólo puede ser apreciado cuando se obtienen recursos económicos para conocerlos por medio de viajes o cuando se tiene acceso a galerías fotográficas.

    En suma, Pueblo en Vilo vino a darle vigor y audacia al estudio histórico que ya tenía telarañas empeñado en mostrarnos episodios con los cuales no nos sentíamos identificados.

    Javier Cervantes Mejía

    Universidad Autónoma del Estado de México