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La educación en los Derechos Humanos como plataforma para la convivencia pacífica


Partes: 1, 2

    1. Importancia de los Derechos Humanos en los tiempos actuales
    2. Qué tiene que ver la escuela con la educación en los Derechos Humanos
    3. Situación en torno a los Derechos Humanos: algunas trabas socio- político- económicas
    4. La consecución práctica de los derechos humanos; reto para el siglo XXI

    1.- Importancia de los Derechos Humanos en los tiempos actuales

    "Si estuviéramos plenamente ajustados con la realidad, no cabría hablar de justicia ni de valores como algo a conquistar. Así, pues, la enmienda a la totalidad de los valores éticos – o de los derechos humanos -, porque no se reflejan suficientemente en la práctica – una objeción no infrecuente en la boca de apocalípticos -, no es legítima ni válida. La constatación de la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos debe ser, por el contrario, el punto de partida de la crítica, de la protesta ante unas situaciones y unos comportamientos que, desde una perspectiva ética, son decididamente insatisfactorios" (Camps, 1994: 12-13)

    Mucho se ha escrito y se sigue escribiendo sobre los derechos humanos y el afán por su consolidación en las prácticas convivenciales de todas las sociedades, civilizaciones, culturas…, desde que en 1948 se produjera la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

    La Declaración Universal de los Derechos Humanos supone, según Rogelio Medina Rubio (1998) una revolución ético política de alcance universal, y la misma nace con la intención explícita de favorecer una mayor igualdad entre todas las personas que habitan el mundo, a través de un trato justo, hacia las mismas, por parte de otras personas, entes, naciones…

    Ha supuesto un hecho tan extraordinario, que en base a la misma y a los principios que proclama, se han descrito e investigado múltiples campos de acción social como pueden ser: la pedagogía crítica, la educación social del individuo, la pedagogía social, la psicología social, etc.

    Pero aunque esto haya sido así en muchos círculos de investigación científico-social, pareciera que los estados y naciones del mundo, y más concretamente sus políticos, den la espalda tácita e intencionadamente a dicha declaración. Sólo habría que echar un vistazo hacia la infinidad de conflictos bélicos que existen hoy día, para darnos cuenta de lo que aquí estamos comentando.

    Más que detectar posibles causas y problemas en la convivencia de las personas, intentando formular políticas sociales que produzcan una verdadera convivencia cívica e igualitaria, los gobiernos, y concretamente por ejemplo en el caso de España, han delegado sus funciones en entes como la escuela, para que desde dicha institución se eduque en los derechos humanos y se palien, de alguna manera, los déficits sociales existentes.

    "Ni la educación por sí sola puede hacer que desaparezcan todos los males del planeta, ni tampoco debe dejarse utilizar por el uso perverso cada vez más frecuente entre la clase política que intenta trasladar a la educación todos aquellos problemas que tienen su origen y resolución en otros ámbitos" (Jares, 2006 en Ribotta 2006: 82).

    2.- Qué tiene que ver la escuela con la educación en los Derechos Humanos.

    Aunque la escuela es un agente importantísimo de socialización, no debe recaer sobre ella y sus miembros todo el peso de educar en los derechos humanos, porque a la par que inviable, sería injusto atribuirle dicha exclusividad de acción para con todos los individuos de la sociedad. La educación en los derechos humanos tiene que ver con espacios mucho más amplios que la educación escolar o la informal y engloba dimensiones sociales, políticas, económicas… que se antojan imposibles de explicar desde un sólo campo de acción.

    "La educación en derechos humanos, abarca un escenario mucho más amplio que el de la educación escolar en todos los niveles […] Igualmente, excede los espacios de la educación informal, referida a las actividades que se llevan a cabo al margen del sistema escolar, como las que realizan las organizaciones no gubernamentales y grupos sociales varios. Implica, por ende, abarcar todos los espacios de socialización, tanto los de educación formal como informal, como todos los espacios educativos y potencialmente educativos en general: como la familia, las comunidades y grupos de todos los tipos, y todas las actividades educativas o potencialmente educativas" (Ribotta, 2006: 155-156).

    Más que un postulado teórico, la educación en derechos humanos, debiera traducirse en una práctica real, a raíz de la cual todos los seres humanos tengan la posibilidad de reconocerse como seres semejantes que habitan un mismo planeta mas allá de distinciones de etnia, sexo, origen nacional, posición socioeconómica, o de cualquier otra índole.

    Algunas voces reclaman la existencia de una asignatura que abarque la educación en derechos humanos, máxime cuando desde la recién aprobada LOE se impulsa la instauración de un área curricular como es Educación para la Ciudadanía, la cual según el profesor Xesús R. Jares (2006) "permitirá reforzar la transversalidad en unos casos y garantizar una formación para todo el alumnado en aquellos centros en los que los temas transversales no tienen una respuesta adecuada, o sencillamente no se abordan" (en Ribotta, 2006: 96).

    Habría que reflexionar sobre el hecho de que si a lo largo de la historia de reformas y contrarreformas no se ha conseguido instaurar una base sólida de educación en derechos humanos, a través de las diferentes áreas curriculares, hay pocas esperanzas para pensar que la instauración de una asignatura como pueda ser Educación para la Ciudadanía o Educación en Valores, impregne de dichos valores la educación de los chicos y chicas que conformarán la sociedad del mañana. Y aun cuando así sea, existen pocas probabilidades de que estos valores trasciendan más allá del aula, si las demás áreas curriculares no se embarcan en un proyecto interdisciplinar en donde todas tengan algo que aportar en torno a esa educación en valores, o correremos el riesgo de fragmentar los propósitos que se deben abordar en el currículum y su implementación en las aulas.

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