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Leibniz busca un alter ego para la Europa Cristiana: ¿por qué no los Judíos?

Partes: 1, 2

    1. Leibniz y el Judaísmo
    2. Spinoza, el "judío sutil"

    En sus escritos sobre China, culminantes en el Discours sur la théologie naturelle des chinois , Leibniz encuentra en China y en su religión oficial, el Confucianismo, el alter ego, el interlocutor por excelencia de la Europa cristiana , con el cual es no sólo posible sino conveniente e ineludible el diálogo intercultural e interreligioso. Dos preguntas en torno a este "otro", posible interlocutor de la Europa cristiana son las siguientes: ¿por qué la religión confuciana, imperante en China, y no el tan cercano Judaísmo? ¿por qué China y no alguno de los países regidos por el Islam? Aquí intentaremos responder a la primera. siquiera someramente, a la luz de la época y desarrollo intelectual de Leibniz. Pues el caso del Islam posee una complejidad diferente, por cuanto se situaba en territorios extraeuropeos, aunque en ciertos casos fronterizos, con las consiguientes pugnas, exacerbadas por la expansión del imperio otomano. A las reflexiones de Leibniz sobre sus postulados religiosos hemos dedicado otras páginas . El Judaísmo en cambio se hallaba en pleno corazón de Europa, y su filosofía y cultura, incluso actuales, resultaban mucho más conocidas. Pero carecía de un país propio, hecho altamente significativo que convertía a los judíos en portadores de una religión y una cultura no centralizadas ni representadas por región o Estado algunos, y planteaban a los Estados donde vivían el problema de su reconocimiento como ciudadanos sin más, de pleno derecho o no. Pues, a diferencia de musulmanes, confucianos, budistas–o cristianos de alguna confesión poco grata en algún sitio concreto–, ¿a dónde referirlos, a dónde enviarlos en el caso de no desearse más su presencia? Caso singular, pues otras religiones, universales o nacionales–incluso propias de alguna etnia o sector social, tenían quien defendiese de un modo u otro sus principios e intereses o a donde dirigirse en caso de persecución o expulsión por conflictos religiosos. España los había expulsado de su territorio, pero, ¿podía ésto tener aún sentido, y más para Europa?

    Leibniz y el Judaísmo

     

    En el caso de Leibniz se delimitan tres fuentes de acercamiento al Judaísmo. Hay que comenzar por la Biblia, cuya primera parte es común a ambas religiones. Además, su contacto con la tradición filosófica judía, donde resalta sin lugar a dudas su contemporáneo Spinoza. En tercer lugar se deben considerar sus conocimientos sobre la Cábala a través de los estudios "cristianizantes" de Christian Knorr von Rosenroth . Pero para comprender la actitud leibniziana hacia el Judaísmo, abierta y tolerante a partir de la doctrina del derecho natural–aunque el control racional que propone de cuanta opinión no concuerde con la cristiana no dejase de estar marcado por su tiempo y por los propios intereses políticos de Leibniz–ha de pensarse por fuerza en la situación de los judíos en la Europa del siglo XVII, condicionada por la historia precedente y por los contrastes. No es necesario reiterar lugares comunes históricos como la política de rechazo absoluto practicada en algunos países, y de discriminatoria tolerancia en otros, donde el poder económico de los judíos crecía cada vez más. En muchos sectores eran mirados con expectante temor debido a la conmoción causada por Shabbetai Zevi y sus seguidores, en Europa y más allá de ella, en lo cual por cierto, desempeñaron un papel fundamental las ideas de la Cábala, renovadas por I. Luria en el S. XVI.

    Holanda constituía un modelo de coexistencia en la época . Desde el punto de vista religioso empero, aun los espíritus más audaces no proclamaban públicamente con facilidad sus simpatías por los judíos, aunque no faltaron excepciones en la peculiar corriente de los filosemitas jusnaturalistas, o entre los pietistas, cuya cabeza fue Philipp Jakob Spener, quienes, a causa de su interpretación extrema del mandato misionero cristiano, se proponían ante todo la conversión de éstos, con algunos éxitos . Con el Judaísmo como religión existía una "salida" tan real como inobjetable, hasta hoy profusamente empleada, muchas veces de forma dudosa: la continuidad entre Judaísmo y Cristianismo, aunque entendida como si el segundo, al "contener y superar" al primero, incorporase todo su valor, despojando de éste al Judaísmo, y con ello eliminase su autonomía y su valor y funciones salvíficas como religión independiente . Este punto de vista conduce a tres posibles actitudes, presentes todas en la Europa de los siglos XVII y XVIII: la persistencia del Judaísmo se debería a una incomprensión por su parte del Cristianismo como cumplimiento de la Ley (Mt, 5, 17; Lc, 16, 17), lo cual haría posible intentar la "conversión" de sus creyentes empleando métodos adecuados. O bien tendría como causa una negación y/o repudio conscientes y deliberados del mensaje de Cristo, lo cual lo distanciaría definitivamente del Cristianismo. O, en tercer lugar, se habría convertido en su opuesto: de Alianza entre Dios y los hombres–posición ahora ocupada por el Cristianismo–en el "instrumento" por antonomasia de las fuerzas del mal . La satanización del Judaísmo ha persistido hasta el siglo XX: a la shoah se suma la alarmante reaparición del antisemitismo en nuestros días.

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