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Uveítis y su entorno inmunológico

Enviado por edgar bravo sosa


Partes: 1, 2

    1. Justificación
    2. Desarrollo
    3. Conclusiones
    4. Bibliografía

    Oftalmología

    Introducción

    La uveítis es la inflamación del tracto uveal, el término se utiliza en la actualidad para describir muchas formas de inflamación intraocular que pueden afectar no sólo la úvea sino también las estructuras adyacentes. La etiología puede incluir infecciones y/o alteraciones en el sistema inmune y puede ser primariamente ocular o asociada con enfermedad sistémica.

    La identificación de una etiología es más importante n la uveítis con una etiología infecciosa. En estos casos, la terapia es dirigida al agente causal y podría también incluir una terapia con drogas anti-inflamatorias no específicas. Un diagnóstico preciso en uveítis no infecciosa nos puede suministrar importante información respecto al pronóstico de los pacientes. La úvea es una túnica vascular, muy pigmentada que está situada entre la lámina corneoescleral por fuera y la retina por dentro. Anatómicamente se divide en tres partes: el iris, el cuerpo ciliar y la coroides. El iris es un diafragma musculovascular de 12 mm de diámetro, posee una apertura central denominada pupila y divide al segmento anterior del ojo en dos compartimentos, la cámara anterior y la cámara posterior, que contienen el humor acuoso. El cuerpo ciliar es una estructura triangular de 6mm de longitud (formada fundamentalmente por los músculos ciliares), se extiende desde la raíz del iris hasta la coroides y ora serrata y se divide en dos partes, los 2 mm anteriores o pars plicata (donde se ubican los procesos ciliares, encargados de la producción de humor acuoso) y los 4 mm posteriores o pars plana. La coroides es una lámina vascular (formada principalmente por vasos sanguíneos), pigmentada, muy fina (0.2 mm) que se localiza entre la esclera y la retina, extendiéndose desde la ora serrata hasta el nervio óptico.

    El grado de pigmentación de la coroides determina el color del fondo de ojo, pues la retina es una estructura transparente. El riego sanguíneo del iris proviene del círculo arterial mayor, formado por la unión de las arterias ciliares posteriores largas y las arterias ciliares anteriores. El aporte vascular del cuerpo ciliar proviene de las arterias ciliares posteriores largas mientras que el de la coroides proviene de las arterias ciliares anteriores y posteriores. Los músculos del iris están inervados por el sistema nervioso autónomo (el músculo esfínter del iris por el sistema nervioso parasimpático y el dilatador del iris por el simpático) y la inervación sensitiva del cuerpo ciliar procede de los nervios ciliares.

    La úvea, junto al cerebro, placenta y testes carece de drenaje linfático. Debido a esta disposición anatómica e histológica al globo ocular y a la úvea, en particular, se le ha atribuido una disposición privilegiada tanto para la localización de las lesiones inflamatorias como para la respuesta inmune. Aunque la función primaria de la úvea es el aporte nutritivo del globo ocular, también contribuye a la refracción ocular (control de la pupila y acomodación del cristalino por los músculos del iris y del cuerpo ciliar) y al drenaje del humor acuoso (contracción de la porción longitudinal del músculo ciliar).

    La incidencia de uveítis, en los países desarrollados, es de 15-17 casos por 100.000 habitantes y año, siendo la causa del 10-15% de los nuevos casos de ceguera. La frecuencia de ciertos tipos de uveítis varía según las diferentes regiones del mundo debido a factores geográficos (oncocercosis e histoplasmosis), alimentarios (toxoplasmosis ocular e ingesta de carne porcina) y genéticos (asociación de moléculas del CMH con algunos tipos de uveítis). Aunque algunas entidades como la artritis crónica juvenil predominan en niños, la uveítis es poco común en los diez primeros años de vida y su frecuencia declina a partir de la sexta década, presentando la mayoría de los pacientes los primeros síntomas entre los 20 y los 50 años. En la distribución por sexos destaca el predominio de la uveítis crónica asociada a artritis crónica juvenil en mujeres y la uveítis anterior aguda asociada a espondilitis anquilosante en hombres. Sin embargo, en general, la incidencia es igual en hombres que en mujeres.

    Justificación

    El ojo rojo es uno de los motivos de consulta más comunes en atención ocular primaria, y el médico no oftalmólogo tiene la vital función de discernir cuando se trata de una patología que pueda amenazar la visión.

    En general se puede afirmar que los pacientes con infecciones corneales, uveítis, escleritis y glaucoma agudo de ángulo estrecho requieren remisión prioritaria al oftalmólogo. Se debe así mismo tener mucho cuidado con los pacientes usuarios de lentes de contacto (por el mayor riesgo de infección corneal), quienes tengan antecedente de trauma ocular, compromiso de la visión, dolor severo, secreción purulenta severa o hallazgo de anormalidades importantes al examen con el oftalmoscopio. La mayoría de uveítis en pacientes con artritis idiopática juvenil (AIJ), son asintomáticas, bilaterales y recurrentes. Aparece generalmente en los cuatro primeros años del diagnóstico de AIJ, pero puede presentarse años después o incluso antes de la aparición de la artritis.

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