Algunos mitos entre los espectadores acerca del cine (página 2)
Enviado por Jos� de Jes�s Ch�vez Mart�nez
Las películas en color son mejores que las de blanco y negro. Este mito va un tanto de la mano con el anterior. Recuerdo la anécdota de un espectador que se quejaba con la empleada de la taquilla de una sala cinematográfica en Culiacán sólo porque no le advirtió que la película ahí exhibida, El hombre que nunca estuvo ahí (The man who wasn"t there, Joel Coen, 2001) era a blanco y negro, por lo cual exigía la devolución del importe pagado por su boleto. Hay muchos motivos por los cuales las películas se filman o se han filmado en color o en blanco y negro: estéticos, expresivos, económicos, históricos. La consideración debe ser la misma que en el caso anterior: se han creado bodrios o portentos cinematográficos en toda la gama de colores (incluyendo grises o sepias) y en todas las épocas, aún antes del nacimiento del cine en 1895.
Las películas con escenas de violencia, sangre y lenguaje obsceno son "malas". Varias historias requieren el uso de estos elementos significantes con la intención de decir algo. Tarantino es partidario de incluir violencia en sus filmes; Craven incluye mares de sangre porque su obra se inscribe en el género de terror, específicamente el gore y el slasher; el cine mexicano de los 1970"s intentaba reflejar el ambiente del arrabal de manera menos ensoñadora y con mayor apego al realismo al utilizar palabras obscenas del habla popular del mexicano, especialmente del habitante del centro y de la capital del país. En estos ejemplos las películas quedaron como una muestra de calidad en todos los sentidos. Un argumento enclenque no cambiará su condición si incluye o no estos recursos estilísticos. Es recomendable conocer asimismo las características de los géneros cinematográficos (un tema fascinante), así como sus antecedentes del arte dramático.
Las películas con escenas de sexo también son "malas" y pornográficas. Las escenas eróticas también están condicionadas al guión. Sin embargo, el público confunde erotismo con pornografía. Equipara sexo sugerido con sexo explícito sin ubicar la, existente o no, calidad del relato. El género de cine erótico incluye en sus historias la práctica sexual de sus personajes, entre varias posibilidades, que van desde el placer hasta lo enfermizo, pasando por la casualidad, todo como un elemento importantísimo de la esencia humana. Por su parte, la pornografía en el cine promueve un tanto el voyeurismo y el esparcimiento sexual como inquietudes también naturales de la especie humana, sólo que en este tipo de películas la historia es lo de menos. No obstante, ambos géneros incluyen sensualidad y seducción.
Si una película no gusta es porque está aburrida. El cine comercial nos ha acostumbrado a historias fáciles y a la vez superficiales que el espectador digiere de manera, ya se dijo, irreflexiva, y califica a la película según las risas, las lágrimas o las emociones que genere. Somos sensibles ante el arte y nos dejamos llevar por la proyección de la cinta lo cual es un acierto de la obra en sí, pero una vez terminada la película no caería mal una revisión más racional y serena de lo que se acaba de ver, ya que si no hacemos este ejercicio, los aburridos terminamos siendo los espectadores porque no tenemos nada que ofrecer como audiencia.
Si la película me gustó es porque es buena. El gusto es subjetivo y se constituye según la formación de las usanzas de consumo y en este caso de la exposición a ciertas obras. El público se acostumbra (o lo acostumbran a fuerzas sin ofrecerle un amplio abanico de opciones) a un producto, ya no lo abandona y lo defiende a capa y espada, pues lo ha internalizado como parte de su habitus (permítaseme la utilización de este concepto de Bourdieu). Haríamos bien, como plantea Leonardo García-Tsao (1989, pp. 117-122), en documentar nuestros gustos; yo propondría una iniciación en cuestión de conocimiento cinematográfico que incluya la lectura de los libros de García –Tsao y otros textos sobre historia y lenguaje cinematográficos, como el de Alicia Poloniato, el de Alfredo Naime y Pablo Humberto Posada o el de George Sadoul (citados al final de este escrito) para ir entendiendo mejor el fenómeno fílmico.
Los críticos de cine son unos amargados. Muchos sí los son. Otros pueden ser cineastas frustrados. Pero es necesario reconocer a los verdaderos analistas, aquéllos que realmente poseen un profundo conocimiento del cine y que con sus opiniones enriquecen la apreciación de los espectadores y contribuyen a formar un apego auténtico al séptimo arte. Sería una afición que degusta pero a la vez valora las obras que observa, con juicios documentados en el conocimiento del cine. Lo que pasa es que el gran público desconoce los fundamentos de este popular arte y descalifica a quien denuesta las obras de baja calidad de manera argumentada y mediante un concienzudo desmenuzamiento. Un buen crítico es un buen guía para adentrarnos en las maravillas fílmicas.
El cine de Hollywood es muy superior al "extranjero". Está tan afincado en las audiencias el cine comercial hollywoodense, que muchos espectadores, al menos en México, lo sienten como suyo porque efectivamente forma parte de su cultura, por ello ve con recelo películas extrañas con tomas larguísimas y con personajes física y espiritualmente muy raros[2]Como se aprecia, se trata de una fuerte influencia cultural, del consumo arraigado e inducido de manera transnacional y local de un cine vertiginoso y técnicamente perfecto, pero argumentalmente pobre y repetitivo.
Si a alguien le gusta ir al cine entonces es todo un conocedor. A la pregunta expresa "¿Te gusta el cine?", quien diga que sí, casi siempre se refiere a que le agrada el cine de Hollywood y se ufana de su asidua asistencia a las salas, y por lo tanto conoce mucho de cinematografía. Y sí, conoce a la gran mayoría de actores estelares, no así a los actores secundarios (que dan soporte a las protagonistas principales, muchos de éstos carentes de talento histriónico) y menos a los directores que son las figuras principales en una película, ya no digamos a fotógrafos o guionistas. En fin, existen muchos más conocedores de "churros"[3] que del cine de calidad en sí. Ésa es la triste realidad.
"Si sé que no voy a salir del cine con una sonrisa, entonces para qué voy a ver esa película": Sergio Sarmiento. A este periodista mexicano se le ocurrió lanzar esta frase en su emisión televisiva de entrevistas en el canal 13 de la empresa mexicana Televisión Azteca, cuando dialogaba con el crítico de cine Gustavo García. En esa ocasión, ambos personajes emprendieron juicios de valor en contra del ya comentado cine realista en el México de los 1970"s y en contra de los directores "intelectuales" de ese tiempo (Jorge Fons, Felipe Cazals, Ripstein, José Estrada, entre otros): "debemos huirles", dijo García. Como se mencionó antes, existen obras dentro del cine comercial bien hechas y con buenos contenidos, asimismo películas independientes pretensiosas y vanidosas, con sus contrapartes en ambos casos. Cada cinta requiere una valoración específica para señalar sus alcances y no trazar líneas tajantes y excluyentes como rasero para todas las películas. Para refutar esta frase (que no es tan mito) de Sarmiento bastan dos ejemplos: Los Olvidados (1950) de Luis Buñuel y Ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio DeSica; son dos filmes reconocidos por su gran calidad que no dejan precisamente sonrisas cuando se termina de verlas, no obstante que se disfruta al máximo su retrato crudo de dos sociedades, la mexicana y la italiana, sumidas en la pobreza de la posguerra.
Hasta aquí la lista de mitos. Antes de concluir vale mencionar aunque sea brevemente las características del cine comercial y del cine independiente. El primero maneja altos presupuestos, con actores muy reconocidos, efectos especiales espectaculares, esgrime temáticas sencillas, evidentes y con un final cerrado y feliz o happy end; mientras que el segundo se mueve con financiamiento muy limitado, contiene historias y personajes complejos, no es muy explícito en su narrativa visual, con planos largos y tomas abiertas y un final abierto, sin explicación aparente y a veces súbito, es decir, suelto a la libre interpretación del espectador.
En fin. Muy probablemente existan más mitos alrededor del cine y sería bueno descubrirlos. Basta escuchar las conversaciones cotidianas y las pláticas en las salas de exhibición para detectarlos, anotarlos y comentarlos, aunque la intención en este escrito no fue tanto desmentirlos, sino señalar precisamente su función de facilitar o aún de suplantar una apreciación más elaborada de las películas. Aquí se reconoce que los mitos forman parte importante del mundo del cine así como de muchos otros aspectos de la vida del hombre, sin embargo también es necesario hacerle justicia al arte.
Referencias bibliográficas
Barthes, Roland (2003). Mitologías. México, D. F.: Siglo XXI.
Dueñas, Antonio (2003). El mito vacío. Cyber Humanitatis, Nº 26. Recuperado para el presente escrito en julio de 2008, de: http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5915%2526ISID%253D287,00.html
García-Tsao, Leonardo (1989). Cómo acercarse al cine. México, D. F.: Noriega Limusa.
— El ojo y la navaja (1998). México, D. F.: Aguilar, Altea, Taurus y Alfaguara.
Monsiváis, Carlos (2002). La globalización y sus definiciones. En Raúl Corral y Alfredo Rojas (coordinadores), México en la aldea global (pp. 13-28). México, D. F.: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
Naime, Alfredo y Posada, Pablo Humberto (1997). Apreciación del Cine. México, D. F.: Alhambra.
Poloniato, Alicia (1980). Cine y Comunicación. México, D. F.: Trillas.
Revista electrónica del British Film Institute. Recuperado para el presente escrito en julio de 2008, de:
Sadoul, Georges (1971). Historia del Cine Mundial desde los orígenes. Siglo XXI Editores.
Autor:
José de Jesús Chávez Martínez
Universidad de Occidente
Culiacán, Sinaloa, México
Junio de 2009
[1] La revista inglesa especializada en cinematografía Sight and Sound publica cada diez años una encuesta aplicada a conocedores de cine de todo el mundo para dilucidar las 10 mejores películas de todos los tiempos. Desde 1950 hasta el año 2000, esta película de Welles siempre ha sido posicionada en primer lugar, en tanto que la cinta más "nueva" incluida en la lista es El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola) de 1972, tomada en conjunto con su secuela de 1974.
[2] Una muestra reciente estos personajes es el maléfico Anton Chigurh, interpretado impecablemente por Javier Bardem en la maravillosa obra de los hermanos Coen, Sin lugar para los débiles o más bien No country for old men, del año 2007.
[3] Así se le conoce en México a las películas de mala calidad.
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