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Colombia. La modernidad en arte y arquitectura.

Partes: 1, 2

    1. La renovación del arte.
    2. La abstracción colombiana.
    3. La vuelta a la figuración.
    4. Lo moderno en arquitectura.

    A finales de los años 1920, Colombia está inmersa en un agitado proceso de cambios socio-políticos que se derivan de la necesidad de transformar la esfera económica: ésta última deberá recorrer el difícil camino que va de las estructuras agrarias a la producción industrial. Dentro de este contexto renovador se abre camino el arte moderno.

    La renovación del arte.

    La década del treinta ve aparecer una producción artística que atenta contra las enseñanzas del academicismo, y que aboga por una renovación de las técnicas y los temas. Nace un nacionalismo inspirado en la ideología del muralismo mexicano y en las formas plásticas de la vanguardia postimpresionista europea. Entonces se incorpora al espacio plástico el rescate de lo vernáculo, el tema de la raza, la presencia del obrero, el mundo prehispánico y sus mitos.

    De esta generación de artistas -que protagonizaron también el arte de los años cuarenta- vale destacar a Rómulo Rozo (1899-1964), Luis Alberto Acuña (1904), Pedro Nel Gómez (1889-1984), Ignacio Gómez Jaramillo (1910-1970), Carlos Correa (1912-1985), Alipio Jaramillo (n.1913), Gonzalo Ariza (n.1912), Sergio Trujillo Magnenat (n.1911), Ramón Barba (1894-1964) y José Domingo Ramírez (1895-1965).

    En las esculturas de Rozo, Domingo Rodríguez y Barba, los temas nacionalistas -caracterizados por las leyendas precolombinas y los personajes populares- van a predominar. En Rozo y el pintor Nel Gómez, la mujer se eleva a la categoría de personaje central. En las obras de Nel Gómez, Ignacio Jaramillo, Carlos Correa y Alipio Jaramillo, el contenido social será una constante: la situación de la clase obrera y la violencia política. Por su parte, la atmósfera del paisaje colombiano está latente en la obra de Ariza y en la de Trujillo. El campo colombiano con sus sabanas será centro de atención de Ariza, mientras que a Trujillo le interesará más el espacio costero caribe. El hecho de trabajar con multiplicidad de medios técnicos, entre ellos la fotografía y la cerámica, convertirá a Trujillo en pionero de la fotografía y la cerámica artísticas en Colombia.

    La abstracción colombiana.

    Los años cincuenta van a provocar profundos cambios en las concepciones estético-artísticas. Aparece una generación de creadores que va a interrumpir el discurso figurativo y nacionalista, que desde hacía dos décadas era el lenguaje hegemónico de la creación plástica. El deseo de renovar la forma de hacer arte y de contemporizar con lo que se estaba haciendo en occidente (Europa y Estados Unidos), facilita la entrada de la abstracción.

    Son importantes de este período las obras de Guillermo Wiedemann (1905-1968) -de origen alemán e instalado en Colombia desde 1939-, que desarrolla una pintura abstracta de mucho lirismo, donde explota las posibilidades de la mancha de color. O de Eduardo Ramírez Villamizar (1923), que va de la obra pintada que se centra en la geometría y los colores planos, a los trabajos de relieve escultórico. Villamizar y Edgar Negret (n.1920) serán los escultores más destacados que surgen en este período. En los años cincuenta Negret comienza a utilizar el aluminio, elaborando sus primeros aparatos mágicos: construcciones abstractas de piezas ensambladas con tuercas y tornillos, que aluden a la presencia de la máquina en la sociedad contemporánea.

    Los años sesenta significan, para el arte plástico colombiano, la vuelta a la figuración. No obstante la anterior afirmación, vale mencionar que la abstracción colombiana continuó viva a través de la obra de importantes creadores: junto a los ya históricos Guillermo Wiedemann (1905-1968), Edgar Negret (n.1920) y Eduardo Ramírez Villamizar (1923), también figuran Manuel Hernández (n.1928), Omar Rayo (n.1928), Carlos Rojas (n.1933), Fanny Sanín (n.1935), Antonio Grass (n.1937), Samuel Montealegre (n.1940) y otros tantos.

    Desde lenguajes expresionistas o informalistas, a ratos con insinuaciones ópticas, resulta un mundo de manchas texturadas, matéricas, de áreas de color más o menos definidas, más o menos contrastadas, de geometrías y de estructuras en el espacio. Amplia gama de reflexiones que va desde el puro estudio del color y la luz, de la forma y la composición (Wiedemann, Hernández, Rayo, Rojas, Sanín), pasando por ciertas referencias de la vida cotidiana (el erotismo en Rayo), hasta la reinterpretación de otras formas objetuales y culturales (los tejidos de la artesanía popular en Rojas, la máquina en Negret, las artes y la arquitectura indoamericanas en Grass y Villamizar).

    La vuelta a la figuración.

    La nueva figuración se abrió paso en el país. Enrique Grau (n.1920), Alejandro Obregón (n.1920-1992) y Fernando Botero (n.1932) serán sus primeros y más importantes representantes. Junto a ellos destacan igualmente Leonel Góngora (n.1932), Carlos Granada (n.1933), Jim Amaral (n.1933) y Beatriz González (n.1938), entre otros.

    La estética escenográfica de Grau se caracteriza por la volumetría de unas figuras que hace acompañar de múltiples objetos populares; los ambientes que pinta resultan, al decir de la crítica, nostálgicos y a veces cursi. En estos años, Obregón tiene su mejor etapa; la desbordante fantasía de su pintura le hace merecer el calificativo de "realismo mágico" a su obra: una pintura expresiva, de empastes gruesos, pinceladas rápidas y colores exaltados, de figuras zoológicas en medio de una naturaleza imaginada.

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