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Voluntariado y Responsabilidad Social

Enviado por sociopsico


    Los cambios tecnológicos, políticos, económicos han conducido a nuestra sociedad a una lucha estupefaciente por la sobrevivencia. Las brechas entre los estratos de la pirámide social se han hecho vertiginosamente más extensas e impías.

    Hoy se vive en el mundo una violencia estructural a la que se añade el mal de la tolerancia que conduce a desangramientos, donde la paradoja de la desaparición del Estado nación y el surgimiento de espíritus chauvinistas o separatistas terminan en violencia y horror a la sombra de un neoliberalismo que remece los pilares de cohesión del sistema humano.

    Los últimos años, el rol de la sociedad civil en el proceso de desenvolvimiento y desarrollo social se ha enfatizado a través de personas que se levantan con la decisión de entregar su trabajo, su esfuerzo, sus conocimientos, su tiempo en aras de contribuir con una sociedad que clama auxilio. Esta suma del querer hacer algo por la sociedad y hacerlo, se ha institucionalizado a través del sistema de voluntariado nacional e internacional, el que se constituye en verdadera bisagra y agente de reconciliación de los hombres entre sí, de los hombres y de los hombres y la naturaleza. En todas estas acciones, el principio de la responsabilidad como conciencia del hombre de su razón de ser en la tierra, realiza su relicario constitutivo espiritual y ciudadano en el servicio a sus semejantes.

    La responsabilidad social y el voluntariado ponen de manifiesto lo más hondo de la constitución de la persona: la capacidad de donarse y de hacer de este mundo un poco más humano.

    El carácter social del ser humano no sólo esta determinado por la necesidad de relacionarse con sus semejantes sino con los procesos mutuos de ínter influencia por los que éste da y recibe de manera constante en su desenvolvimiento cotidiano. Esta es una capacidad que nos remite a los aspectos ontológicos de la existencia humana en los que los mecanismos de despliegue y donación están presentes. Dicho de otro modo el ser humano esta hecho para la vida en sociedad y es gracias a ésta que asegura su existencia. Rousseau hablaba del Contrato Social, apelando a una perspectiva utilitarista para entender esta necesidad: Los hombres están hechos porque es a partir del otro que yo puedo sobrevivir. Vigotsky ya señalaba que uno es conciente de su propia existencia en la medida en que se tiene un referente externo, es decir, al otro. Esto es que los niveles de conciencia del ser se dan gracias a la presencia de los otros a través de los cuales ejercemos procesos de comunicación, comparación y mutua influencia. Sin embargo, desde la perspectiva del catolicismo cristiano no se habla del utilitarismo como un aspecto frío, mecánico de la razón del ser, como la preconizaba J. Locke, sino más bien como un proceso filántropo introyectado desde la propia creación producto del cual aparecen agentes reguladores de la existencia y conducta social. La iglesia católica preconiza no el afán utilitarista sino mas bien la plasmación de un potencial inherente al ser humano cual es la capacidad de amar que se concretiza en el despliegue y donación en el medio llamado sociedad.

    Quizás, lo mencionado haga referencia al plano trascendental del hombre, es decir, su espiritualidad, pero existe un plano que puede verse contaminado o malamente influenciado y, que a veces, contradice al llamado espiritual de todos: este es el plano racional y el plano institucional. Queremos decir que el hombre puede armonizar con su razón de ser, deberá sobrepasar los inconvenientes surgidos de su fuero interno racional y del fuero externo institucional o societal.

    Dentro del primer plano encontramos diversas limitantes que pueden adoptar formas encubiertas o explicitas como prejuicios o estereotipos que hacen de la voluntad un agente pasivo, el que inhibe cualquier intento de despliegue o donación. Aquí también encontramos que el último utilitarismo puede impregnarse de tal manera que genera la inercia de lo que "debe hacerse" obnubilando la percepción del semejante: por la que no hay tiempo que perder, sálvese quien pueda, focalización absoluta en el trabajo, sociedad del estrés, sólo yo y nadie más, si no lo hago…, muero. Lo anterior no permite compartir lo afectivo con el prójimo, es más no permite siquiera reparar en nuestros semejantes. Y si hablamos de estas circunstancias tenemos que hacer alusión a que estos mecanismos de despliegue y donación naturales se ven afectados por la incursión de mecanismos hedonistas –ceder a las pulsiones análogas al pecado, placer por el placer-que hacen de esta sociedad una jungla, o incluso algo peor, pues la razón se somete a la tendencia.

    hay quienes llaman a este modus vivendi una sociedad X, sin norte y sin más principio que vivir el"aquí y el ahora ", el mañana no importa. O la sociedad Yuppie que vive en la constante adoración de lo material utilitarista; haciendo de nuestras vidas un culto fetichista. Y, como es, lógico estas sociedades engendran generaciones X, generaciones yuppies.

    Vemos, pues, como el lado racional del hombre puede contaminarse por esta vorágine societal que es más cotidiana de lo que creemos, y que se ha instalado en todos los sectores sociales y que, definitivamente, maniatan el deber y la necesidad altruista.

    En segundo lugar, el plano institucional no es aséptico a esta problemática individual, más bien ambos se retroalimentan permanentemente.

    En las instituciones públicas o privadas el automatismo está estrechamente relacionado con el "todo" institucional.

    Veamos el siguiente ejemplo: Según Spencer, los modelos sistemáticos de la naturaleza pueden darse con similares características en las organizaciones sociales. Esta relación nos es más cercana de lo que creemos, pues diariamente estamos expuestos a la burocracia institucional, capaz de herir nuestra autoestima en lo más hondo, ya que pierde de vista nuestra individualidad y valía personales; sumiéndonos en un letargo espeluznante donde la vida y la necesidad se reducen a un número, a una posición en la larga fila de los que esperan la gracia de ser atendidos.

    Así, pues, el automatismo en este caso se convierte en una forma de expulsarnos del derecho de estar aquí. Es la ley del más fuerte, del que tiene el poder y de los que intentan dentro de un ritmo institucional impío, despojarnos de nuestra ciudadanía y, así , de nuestro derecho a vivir en una sociedad de humanos y no de fieras. Un bello verso de Shakespeare dice: "No te preocupes por lo que has hecho, las flores tienen espinas y fango los manantiales, y hasta el inmundo gusano vive en los más tiernos capullos". A nivel personal e institucional (policía, instituciones educativas, el Estado, etc.) parece, pues, que las dos fuerzas antagónicas de la sociedad conviven y dan productos que nos acercan o alejan del bienestar social. Y más allá de las disfunciones estructurales de un país, surge la necesidad individual de hacer algo, de luchar fuertemente contra los ritmos societales adversos a la esencia del hombre y, en este caso, la donación personal es una alternativa, que involucra la sanación de nuestra interioridad.

    Entendemos la donación como la capacidad de renunciar a cualquier afán utilitarista directo o indirecto, anteponiendo la urgencia de entregarse, incondicionalmente, dentro de las potencialidades individuales y sociales de cada uno, con la intención de coadyuvar en la reconciliación del hombre con la sociedad, es decir, con su prójimo y, así, consigo mismo. Esta tarea demanda la participación de mecanismos de despliegue, que son las formas en las que la donación se plasma.

    La donación halla su motor en la responsabilidad individual que se proyecta hacia los demás y que se constituye en una actividad social, por la cual todo acto de nuestras vidas tiene un efecto sobre nuestros congéneres y medio social y por los cuales debemos de dar cuenta.

    En ese sentido, creemos que una manera de donarnos es a través del voluntariado, que es un mecanismo de despliegue, canal de la donación y que pone de manifiesto los más profundos dinamismos del hombre y su razón de ser: su responsabilidad social. Gracias al voluntariado las tensiones entre unos y los otros, cualesquiera fuesen sus posiciones sociales se reducen en un compromiso conjunto de crecimiento humano. Es, pues, el voluntariado la institucionalización de la donación y la prueba, quizá, más efectiva de nuestra ciudadanía y el ejercicio de ella.

    "Son casi 14 años que Pedro reposa solitariamente en su lecho, desaliñado, mal nutrido, cargando, además, con sus 77 años que remecen hasta el último de sus huesos. Desde hace 14 años nadie lo visita, su enfermedad(Demencia Senil) parece haber ahuyentado hasta al nieto más diligente. Lo real es que hace 14 años está solo, perdido en la pugna del pasado con el presente.

    Hoy es martes, y por primera vez, después de ese tiempo, Pedro esboza una sonrisa en su piel apergaminada por los años y la indiferencia. Detrás de él dos jóvenes lo acicalan como si fuera su abuelo, y entre chiste y chiste llenan un poquito las hambres de este buen hombre. Pedro está "gordito y contento…"

    Esta es la forma en que dos jóvenes llevaron amor a una persona que las necesitaba.

    "Este es un país convulsionado por la violencia y la intranquilidad, el autoritarismo es un fantasma que camina libremente por toda la institucionalidad democrática de … Es el momento de votar, pero ni los mismos "ciudadanos" están seguros si su decisión será respetada. En las urnas jóvenes y no tan jóvenes vestidos con atuendos distintivos tratan de que todo se lleve con la máxima normalidad posible, estando muy atentos a cualquier intento fraude".

    Esta es otra manera de velar por los otros, en la defensa del valor de la democracia y del respeto de la decisión ciudadana.

    En los ejemplos, donde no hemos querido pormenorizar de quién se trata, sino más bien resaltar el valor en sí, encontramos la materialización del voluntariado como agente bisagra entre una realidad automatizada, indiferente, inflexible y destructiva con la percepción y conciencia de saber que se puede hacer algo y ayudar a cambiarlo. Dicho de otra manera, el voluntariado es el ejercicio ciudadano, bálsamo para el dolor de la indiferencia, la intolerancia, el olvido, la marginalización…, la muerte. El voluntariado parte del fuero más interno de nuestro ser como la responsabilidad de hacer algo por los demás. Cuando varias responsabilidades y voluntades convergen éste se institucionaliza, es decir, del corazón mismo de la persona parte para constituirse en sístole y diástole de una sociedad que va muriendo y donde el voluntariado intenta reconciliarla y darle vitalidad, remeciendo sus estructuras más íntimas, donde la sensibilidad y el saber que somos parte del problema y también de la solución, dentro de los mecanismos de donación humana, son los pilares de esta actividad humana.

    Como hemos observado la imbricación de lo externo de la sociedad y lo interno proveniente de cada cual, se sintetizan en la acción personal de desprendimiento, ciudadanía y responsabilidad social; elementos que se institucionalizan en el voluntariado como expresión viva de amor por el prójimo y por el mundo donde vivimos. Este surge, pues, como la necesidad de hacer algo y de hacerlo con la voluntad que sólo se encuentra en el compromiso, a pesar del automatismo del tiempo y del espacio societal donde lo posmoderno, lo neoliberal y el desarrollo desigual de una sociedad, han generado extensas brechas entre los hombres. En este sentido, el voluntariado intenta ser un agente de reconciliación entre todos: Sociedad Civil, Estado, Clero, Milicia, Naturaleza.

    En efecto, si bien es cierto que el voluntariado encuentra su génesis en la Sociedad Civil, también lo es que aquél surge como una acción frente a lo que el Estado, por ejemplo, no cuida, es indiferente, destruye o intenta destruir(Verbi gracia La democracia). Una democracia institucionalizada del mismo la podemos encontrar en la acción de la Iglesia católica y sus acciones por paliar el dolor y la postergación de loa más necesitados y en las Misiones. El mundo de hoy es un mundo convulsionado, el Estado nación cede de un lado a la globalización, pero genera espíritus independentistas y hasta chauvinistas que muchas veces terminan en enfrentamientos, guerras intestinas, guerras internacionales o terrorismo– la paradoja. Y, sin embargo, más allá de los riesgos vitales organizaciones de voluntariados se hacen presentes allí donde la muerte y el hambre campean.(verbi gracia Cruz Roja Internacional). La proyección del quehacer responsable se proyecta también sobre la propia naturaleza donde el hombre vive y otros seres han ganado en miles o millones de años el derecho de vivir (p.ej., Green Peace). Adam Smith en su obra Investigación sobre la riqueza de las naciones, señaló que el egoísmo es inherente al hombre y así construye la sociedad; de otro lado llamó mano invisible a la regulación o equilibrio natural que surgía entre la oferta y demanda sin la intervención estatal. Aprovechamos estas apreciaciones para aproximarnos desde otra arista al tema que nos ocupa:

    Lo inherente en el hombre es la capacidad de dar, que se traduce en distintas maneras de amar y de ser responsable de sus acciones. Esta capacidad se retrotrae o inhibe por injerencia de la sociedad o medio donde se desenvuelve, pero es en ella donde encuentra su razón de ser: servir a los demás-la razón de la vida-.. El voluntariado, pues, constituye un lindero iluminado en el que esta capacidad connatural al hombre se realiza. Y no es "una mano invisible", sino una fuerza holística evidente formada por muchas voluntades fuertes y a la vez dóciles que se tienden sobre una sociedad que clama a sus miembros ayuda…

    Realizado en 2005

    Alonso Paredes Paredes

    Psicólogo y sociólogo

    Obra Kolping del Perú

    Arequipa-Perú