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El Martín Fierro que llevamos dentro

Enviado por armando de magdalena


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    El Martín Fierro que llevamos dentro – Monografias.com

     

    El Martín Fierro (es común decirlo), constituye sin duda la obra más emblemática de nuestra literatura nacional y esto se debe en gran parte a la popularidad que, desde su publicación misma, la obra tuvo entre nuestro pueblo[1]razón por la cual (por este solo hecho) creo que tiene justamente merecido el título de "obra fundamental" de nuestra literatura.

    El Martín Fierro es un texto polisémico, o sea que soporta varias formas de abordarlo. La primera (y creo yo, preponderante) es de tipo folclórica. Es sumergirnos en el mundo fenecido (y por tanto exótico para las generaciones posteriores a su edición) de este producto tan singular del mestizaje americano que es "el gaucho"[2]. Es una aproximación a un mundo desconocido y familiar al mismo tiempo, ya que a pesar de pertenecer a un tiempo cronológicamente pretérito no nos es del todo ajeno ya que forma parte del tuétano mismo de nuestra argentinidad y sin duda mucho más presente que el abuelo indio, o el jacobino criollo. Esta lectura (repito, la más común) tiene que ver con la recreación de un entorno vital, de usos y costumbres, de tradiciones y obviamente también, con una historia atrapante en términos de aventura; algo que un niño de hoy podría percibir (seguramente) como una especie de "western subdesarrollado" filmado con muy pocos recursos y efectos especiales.

    Es importante decir aquí, que esta visión del Martín Fierro, le queda muy bien a la cultura oficial imperante (que no es otra que nuestra tan archi-renombrada visión liberal de la historia) ya que el Martín Fierro le ha sido impuesto (por esa popularidad de la que hablábamos al principio) como obra emblemática y ante el hecho consumado (como veremos más adelante) le ha sido imprescindible descontextualizarla. Es decir, negar toda posible lectura histórica y hasta político-social del mismo.

    La segunda posibilidad (también "muy conveniente") es la de analizar el Martín Fierro desde la más estricta literatura. El Martín Fierro se convierte así en arquetípico poema épico, cuyo mayor mérito reside en el hecho, de haber posibilitado el ingreso del gaucho a "la literatura", esa de las tapas duras y las doradas letras de molde y porque no, de las ilustraciones de los grandes plásticos nacionales y de los sesudos comentarios (generalmente tan sesudos como insípidos) que en realidad son una excusa para el exhibicionismo y la jactancia intelectual de canosos hombres de anteojos (cosa muy alejada por cierto del paquete de yerba y el tabaco para armar y ni que hablar de las pulperías); es decir… algo así como una vidalita con música de Strauss, paladeada a la tardecita con anís de la abuela.

    La tercera aproximación tendría entonces que ver con una lectura del Martín Fierro rayana al panfleto político (sin menoscabo ni del "panfleto político" ni de las otras cualidades -notorias por cierto- de la obra de Hernández), escrito por un hombre exiliado por sus ideas; hombre que consigue en el verso la victoria que esas mismas ideas no lograron acariciar en el campo de batalla. El poema se convierte así en un arma dirigida al corazón de personajes como Mitre y Sarmiento, pero por sobre todo al de un modelo de país que toda esa cofradía añoraba y en gran medida alcanzó a corporizar. El Martín Fierro deja de ser entonces, la simple semblanza de un tipo cultural que se está extinguiendo al mismo tiempo que se escribe la leyenda, sino además pasa a ser denuncia y por ende propuesta, trinchera, resistencia. Así lo entiende el pueblo (lo cual es confirmado por la recepción que le dio a este "gaucho malo" perseguido por "la autoridad") al punto que podríamos decir (sin temor a equivocarnos) que "La vuelta del Martín Fierro" (la segunda parte del libro, publicada cinco años después) responde en gran medida, a la no aceptación a nivel del inconsciente colectivo, de esa "muerte ritual" del Fierro que rompe la guitarra y se va a vivir con "el infiel" en el "desierto". Es así que el poema se convierte en una historia irreal y certera al mismo tiempo[3]fruto de su tiempo y de la historia y por sobre todo, perfectamente conciliable con la afectividad de los eternos derrotados por esa "otra parte de la historia" que desde ese preciso instante se convertirá en "la historia", oficial, nacional, unívoca. Es por eso que José Hernández se convierte en el general de un ejército andrajoso y unipersonal (Martín Fierro) con quien vence en el papel y en la emoción, al relator del "Facundo", el otro libro (la otra visión) que quiso y no pudo habitar en la irracionalidad afectiva de nuestro pueblo.

    En realidad no hay que descartar ninguna de estas lecturas, ya que la grandiosidad del Martín Fierro reside en esta polisemia de la que hablábamos al principio.

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