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El castillo de los destinos cruzados – Una lectura posmoderna

Enviado por jorgemarin1


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El paratexto
  3. El hipertexto narrativo
  4. Una mirada en conjunto
  5. Conclusión
  6. Bibliografía consultada

INTRODUCCIÓN

La posmodernidad ha dejado una profunda huella en todas las áreas del conocimiento. "Parece incluso que la necesidad de identificar y celebrar la categoría de lo posmoderno ha sido tan fuerte como para producir por contrapartida un compromiso colectivo sobre la verdadera esencia de la modernidad y tener así algo contra que reaccionar" (Connor, 1996:79).

Es lógico pensar que a esta altura de los acontecimientos históricos no se puede prescindir de su mirada, o al menos se tomen como ambiguas las opiniones de algunos autores que la descartaban por considerarla una simple "moda". Lo esencial de la moda es la novedad: algo pasajero, cambiante, el furor de un momento que impone sus caprichos y gustos. La posmodernidad no se rige por estos principios, sino que los incorpora como un efecto alterno, básicamente dentro de un simulacro de causas principales, en la mirada crítica del lector o espectador.[1]

El tratamiento del tema por parte de filósofos, historiadores, críticos literarios, etc., se ha centrado principalmente en determinar cuál o cuáles son sus fundamentos, así como también la vigencia de esta corriente de pensamiento. Las opiniones son adversas y contradictorias.[2]

Con respecto al inicio de esta nueva tendencia, tema muy cuestionado hasta entonces, muchos autores, entre ellos Jean Baudrillard, Gianni Vattimo, Jean F. Lyotard, entre otros, afirman que comenzó a regir a mediados del siglo XX aproximadamente, tomando como referencia los cambios habidos desde la finalización de la segunda guerra mundial.[3]

En otro orden de ideas, Jorge Glusberg determina que sería conveniente su vinculación con las "vanguardias" para establecer, como punto álgido de la cuestión, la decadencia o el malestar de la modernidad que "… fueron formando, quizá sin buscarlo, una verdadera secta internacional, cerrada e impermeable, unida en el culto de lo que alguien denominó, con ironía, la religión del futuro" (1993:30).

Otra visión del tema fue analizada por Aquiles Esté (1997), en su obra Cultura replicante. El orden semiocentrista, considerando que desde la semiología se comprenderán los fines de la posmodernidad, particularmente a partir de la significación del signo con todo su comportamiento mediador, autogenerativo y replicante, ampliado al extremo de lo imaginable con la irrupción del geist digital. El cambio de visión que se percibe es significativo: estamos ingresando en una época en que sin dejarse nombrar ni guardar referencia alguna con la modernidad, no es "post", sino una manera "pre".

Otro tema de discusión es llegar a un acuerdo en cuanto a la visión que en la literatura pueda experimentarse y las opiniones difieren en la medida en que se pueda tomar como expectativa los alcances de una "literatura posmoderna", "escritura posmoderna", o bien, "posmodernismo literario". Es conveniente acotar que cada autor puede valerse de una significación posmoderna de lo que cuestiona para luego remarcar los puntos de su enfoque en una opinión interpretativa que contemple una de las tres vertientes posibles ya señaladas. ¿Cuál sería la diferencia?

En el caso de "literatura posmoderna" se considera que la literatura toma aspectos de una realidad y la enuncia en la historia narrada (fábula) siendo el eje principal el tema literario: La cotidianeidad, la ecología, la ciencia, etc. Su visión es amplia, a veces ambigua y forzada en cuanto a la interpretación crítica, debiendo incluirse no sólo una obra de actualidad, sino también otra distinta, lejana en el tiempo y espacio al considerar los alcances de este recurso en una interpretación o conjunción de elementos discursivos para una comparación; por ejemplo: un discurso medieval y otro posmoderno.[4]

En cuanto a la "escritura posmoderna", Rosalía V. Cornejo–Parriego (1993) toma este epíteto para establecer una relación entre el discurso literario y el poder, en un modo de acercamiento del "discurso político" emergente y los alcances del metadiscurso enunciativo.[5]

Por último se puede establecer la visión del "posmodernismo literario" para consensuar distintos objetivos. Jean F. Lyotard, en su libro clave La condición posmoderna, considera que la palabra posmoderno "…se usa en el contenido americano, por la pluma de sociólogos y críticos. Designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado la regla de los juegos de la ciencia, de la literatura y de las artes a partir del fin de siglo XIX" (1993:7) De este modo, el "posmodernismo" se revela como una crisis profunda "que preserva una reflexión sobre nuevas orientaciones"(Urdanibia, 1994:63). Luego, este término ha sido utilizado sistemáticamente y, en 1971, Ihab Hassan lo aplica a lo literario y, poco a poco, fue ganando el terreno en "el campo de las ciencias sociales, la semiología, la filosofía …" (Ibid, 54).

El estudio del posmodernismo literario es abarcativo para el análisis de las obras, principalmente las actuales, tomando como base una perspectiva tradicional para su vinculación con los principios que determina la posmodernidad, estableciendo como meta su extensión "como una corriente revisionista de la cultura occidental, y como un cuestionamiento de su configuración "definitiva" en la modernidad" (Cornejo–Parriego, 1993:11).

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