Prosigamos con nuestros objetivos en esta lección
Incluso más allá de las formas, somos lo que comemos. A tenor de las investigaciones bioquímicas, nuestra personalidad no es sólo un provenido genético sino que depende de la dotación de nutrientes con que equipamos el organismo a través de la dieta.
Un meta análisis de 500 ensayos científicos llevado a cabo en el Reino Unido por la Mental Health Foundation y la Sustained Alliance for Better Farming and Food ha permitido a la investigadora Courtney Van de Weyer apuntar que avanzamos hacia modelos dietéticos favorecedores de las depresiones.
La experta inglesa llegó a esta conclusión tras constatar el efecto de los cambios operados en los últimos 50 años sobre los alimentos que años: procesos industriales de elaboración y conservación, modificación de los pastos para ganado y de los abonos o pesticidas empleados en huertas y sembrados «están provocando que la cantidad y calidad de los ácidos grasos esenciales, los minerales y las vitaminas que todos consumimos se haya visto alterada en gran medida», según la autora.
Van de Weyer concede una importancia capital a la progresiva sustitución de ácidos grasos omega-3 por omega-6. «Por medio de esta sutil transformación nos vemos expuestos a mayores problemas de memoria y concentración», volviéndonos más susceptibles a los estados depresivos, la apatía y la dificultad para la relajación (insomnio). La experta reconoce que los criterios dietéticos para una mente sana son los mismos que rigen para un cuerpo sano. «Lo que ocurre es que durante muchos años hemos venido sustituyendo los alimentos frescos comprados en paradas de mercado o recolectados en huertas y jardines por productos envasados o congelados de grandes almacenes», señala. En el contenido de estos productos, agrega, figuran aditivos, residuos de pesticidas y translípidos que, solos o en combinación, tienen un impacto en la función cerebral.
Abismo generacional
El meta análisis asegura que este cambio es particularmente más pronunciado y aun más acentuado en las nuevas generaciones: «Sólo un 30% de los adolescentes británicos admite consumir por lo menos una comida elaborada con productos frescos al día, por un 50% entre los mayores de 65 años», puede leerse en sus conclusiones.
Celia Richardson, portavoz de la Mental Health Foundation, afirma en tono irónico que la transformación dietética que se está registrando tiene, por lo menos, un lado positivo: «las prescripciones de antidepresivos han crecido un 2.000 % durante los últimos 12 años», si es que esto es algo positivo.
A sabiendas de que de una mala salud mental derivan múltiples problemas laborales y de salud, con un coste sanitario nada despreciable, el Gobierno británico se ha hecho eco del meta análisis con un proyecto que pretende proscribir la propaganda de comida no saludable dirigida a niños y adolescentes, toda vez que promocionar los hábitos sanos. Asimismo, el Ministerio del Interior ha dado el visto bueno a un ensayo llevado a cabo con jóvenes presidiarios a fin de indagar en los efectos de una dieta rica en ácidos grasos omega-3 del pescado sobre la conducta antisocial. Richardson apoya este intento con la evidencia de estudios anteriores que revelaron que una terapia a base de fármacos suplementada con triptófano, un aminoácido, facilitaba una mejor recuperación en los estados depresivos.
Otra hipótesis sobre la que se trabaja es el papel del ácido fólico sobre la depresión. Un estudio publicado hace dos años por American Journal of Clinical Nutrition dio cuenta de niveles muy bajos de folatos en mujeres deprimidas y de cómo el estado depresivo mejoró con la adición de ácido fólico.
El papel de los omega 3
Por su parte, en EE.UU. los psiquiatras prestan cada vez mayor atención al potencial de los ácidos grasos omega 3 sobre la depresión.
Al igual que los investigadores de la meta análisis británico, Marlene Freeman, de la Universidad de Tucson, Arizona, sostiene que los ácidos grasos omega 6 de semillas vegetales han venido sustituyendo los últimos años a los omega 3 en las dietas al uso de occidente. La psiquiatra estadounidense vincula este hallazgo al hecho de que los niveles de ácidos grasos omega 3 aparezcan siempre con valores mínimos en los pacientes deprimidos.
«Los ácidos grasos poliinsaturados desempeñan un papel de extraordinaria importancia en las funciones cerebrales, no sólo como componentes estructurales de las células nerviosas, sino como transmisores de señales químicas entre las neuronas», señala la experta estadounidense. El feto, añade la investigadora, requiere gran cantidad de ácidos grasos omega 3 y omega 6 a lo largo de los últimos meses de embarazo. Por ello, apunta a la necesidad de que las futuras madres tengan en cuenta dicho requerimiento.
Freeman va incluso más allá y sugiere que la conocida depresión post-parto acontece por un agotamiento de las reservas de ácidos grasos omega 3 afectando a la madre y que se mejora tan pronto son remplazados. «Datos estadísticos revelan que entre un 10% y un 15% de las embarazadas padecen rasgos depresivos al término de la gestación y que la mitad repite sistemáticamente este tipo de depresión en sucesivos partos», asegura. Estudios realizados sobre estas mujeres señalan un menor nivel de ácidos omega 3.
El uso del alcohol en moderación
Aunque el curso de las depresiones y el consumo de alcohol configuran una amistad más que peligrosa, un estudio de la Universidad de Texas ha puesto en un aprieto a quienes abogan por una felicidad bien sobria. Las mujeres ancianas que consumen una media de una o dos copas al día se deprimen menos y conservan mejores funciones de memoria y atención que sus congéneres abstemias.
Se trata de mujeres de más de 75 años que, desde 2001, vienen participando en un estudio de salud general. En un apartado del estudio, estas mujeres fueron requeridas a desempeñar distintas labores cotidianas que los investigadores del estudio evaluaron concienzudamente: recordar los trazos de una historia, encontrar objetos escondidos en algún lugar de sus casas, enumerar intenciones de futuro y asociar distintas cifras o palabras. Graham McDougall, coordinador de esta parte del estudio, asegura que las mujeres que bebían alcohol con regularidad daban muestras de «más y mejores estrategias para recordar y salirse con la suya» que las ancianas abstemias.
Asimismo, una encuesta llevada a cabo en el Reino Unido demuestra que los británicos no necesitan la evidencia de datos científicos para justificar su fe en el alcohol. El número de británicos que afirma que beber alcohol es beneficioso para la salud se ha duplicado en los últimos dos años, rondando el 30%. La encuesta, realizada sobre un millar de consumidores regulares de bebidas alcohólicas, reflejó que los hombres son aún más partidarios del beneficio del alcohol sobre la salud que las mujeres. El 21% asegura que una copa o dos al día constituye un antídoto infalible contra el estrés.
Hay que recordar en este espacio que el vino posee sustancias benéficas bien establecidas En otras ponencias hemos descrito de manera detallada los beneficios de la dieta y del consumo del pescado, en particular, no sólo como ayuda para una buena salud física sino para la salud y el equilibrio emocional.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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