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El día en que Chávez lloró


Partes: 1, 2

    En Venezuela corre el año 2021, el ex-presidente de la nación Hugo Chávez cuenta con 67 años de edad y un joven recién egresado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, consigue una entrevista con él en una pequeña finca en Sabaneta, que le sirve de lugar de retiro apacible al propulsor del Socialismo Bolivariano. El relato de este encuentro es el siguiente:

    Francisco Rodríguez se adentra en el interior de la república, recorriendo las carreteras en un automóvil que lo acompañó en sus avatares universitarios. El vehículo sin aire acondicionado y con uno que otro desperfecto, obliga a Francisco a volcarse en sus entrañas, alguna tarde del fin de semana para mantenerlo en funcionamiento. Francisco es un joven cargado de entusiasmo, apasionado y afable, de ojos y cabello negro, con pómulos prominentes y rostro recio que quiere convertirse en escritor. Los sueños y aspiraciones de Francisco lo acompañan a su entrevista con el padre del Socialismo Bolivariano. La carretera florida contribuye a sazonar sus reflexiones y delinear los planteamientos que presentará en su investigación literaria, a quien guió el país hasta el año 2013.

    Francisco arribó a las dos de la tarde a una pequeña finca de diez hectáreas llamada Zamora, ubicada en el Estado Barinas. Un sol abrasador se refleja en el capo del automóvil, cuando el universitario ataviado con una carpeta llena de anotaciones y papeles revueltos, inicia su caminar hacia una casa de una planta, pintada de blanco con corredores por sus cuatro costados, muy usuales estos corredores en las casas de nuestro llano para colgar las hamacas.

    Francisco tocó un timbre muy rudimentario, esos que dejan el cable expuesto, pero el cable es pintado cada vez que se pinta la pared de la casa. Se abre la puerta lentamente, que hace ese sonido característico cuando la madera ruge. Es recibido por una mujer, de piel morena de caderas anchas, piernas gruesas y ojos acuosos, su pelo encanecido estaba recogido en un pañuelo de color rojo anudado en la cabeza, era una de esas típicas mujeres de trabajo y carácter, esas dedicadas a los suyos y a la casa, con la disciplina y buena disposición que se dispensa en el llano venezolano.

    • ¿Qué desea mijo? – dice la negra Hipólita, con una mirada penetrante y cariñosa.

    • Buenas tardes, mi nombre es Francisco Rodríguez, vengo de Caracas y tengo una entrevista fijada con el Presidente.

    • ¡Aja! Usted debe ser el universitario que espera el Comandante, haga el favor de pasar y siéntese, ya se lo llamo.

    Hipólita con paso lento y la cadencia de sus alpargatas sobre el piso de cemento, se retira a anunciar al visitante.

    En una sala, donde la brisa es un mueble más está sentado el joven Francisco Rodríguez en un sofá de tres puestos de madera y cuero de vaca de color vino tinto, el sofá está acompañado por dos sillas a cada lado que hace juego con el sofá, frente al joven una mesita de caoba, con un pequeño mantel blanco bordado a mano y unas piezas de cerámica rudimentarias, delante del conjunto de muebles descritos un ceibo con algunas fotos en sus marcos de distintas formas y materiales.

    En el momento menos pensado, se presenta en el marco de la puerta que comunica a las habitaciones con la sala Hugo Chávez, a sus sesenta y siete años tiene algo de sobrepeso, que se denuncia en su papada, las arrugas han invadido las bolsas debajo de sus ojos, lo que lo hace ver más achinados sus ojos y el color plateado de las canas baña sus sienes. Sin embargo, se ve saludable y bien dispuesto, enérgico aunque su ímpetu ha disminuido. Va vestido con un pantalón beige, una franela blanca metida dentro del pantalón y un cinturón y zapatos de cuero color negro.

    • ¿Cómo estás muchacho? ¡Bienvenido a mi casa! –al tiempo que el rictus castrense hace que a la distancia levante primero su mano y expone su palma, para después aproximarse al universitario y ofrecerle y estrecharle la mano.

    • ¡Bien Presidente! Un placer conocerlo Francisco Rodríguez – con algo de pena en su voz. Francisco respondió con la cordialidad de designar al ex-presidente como presidente, en señal de respeto al cargo que ocupó.

    • Por favor toma asiento, debes venir agotado por el viaje por carretera desde Caracas –mientras que el expresidente tomaba asiento en una de las sillas, al lado del sofá, frente al cual, estaba de pie el universitario.

    • ¿Quieres un cafecito?

    • ¡Me vendría perfecto Presidente!

    • ¡Negra hazme el favor y consíguenos dos guarapitos bien sabrosos de esos que tú preparas!

    Hipólita desde la cocina asintió con un quejido ininteligible.

    • Bueno muchacho mi compadre Pedro Carreño, me dijo que conoce a tu papá desde hace muchos años y que estás haciendo una investigación para una novela. ¿A ver… de qué se trata?

    • Bueno Presidente, ciertamente, después de graduarme estoy decido a publicar mi primera novela, he sido un ratón de biblioteca, devoro libros desde que tengo diez años y creo que llegó mi momento de enviar mi mensaje a la sociedad. El caso, es que la novela está ambientada en el año 2010 y hay un personaje que es Socialista Bolivariano y por ende quiero adentrarme en el plano ideológico y espiritual que movió a quienes impulsaron el resurgimiento del socialismo en Venezuela y me dije qué mejor que conversar con usted.

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