- Introducción
- Renacimiento
- Manierismo
- Barroco
- Siglo XVIII
- Romanticismo
- Realismo
- Naturalismo
- Conclusión
- Anexo
- Bibliografía
Introducción
Para lograr aumentar nuestros conocimientos acerca de un determinado autor u obra, es importante también adentrarnos a conocer su época, tanto histórica como literaria: conocer (aunque sea brevemente) sus características y como afectaron al artista. Es con este fin que realizamos el presente trabajo, en donde recorreremos las principales corrientes literarias que se han sucedido en el tiempo desde el renacimiento hasta comienzos del siglo XX.
Guiados e iluminados por críticos y estudiosos de la historia y la literatura ingresaremos primeramente al análisis histórico para luego esbozar lo mas ordenadamente posible las características y principales exponentes que han ido desarrollando sus obras, tratando de relacionar la época literaria con su forma de escribir.
Por razones de tiempo y espacio no ingresaremos en discusiones concernientes a la periodización literaria, sino que partiremos de las épocas tal como las han delimitado los principales y abordaremos su comentario.
He centrado mi foco de estudio en la época renacentista, ya que la considero fundamental para entrar en el estudio y aprendizaje de las siguientes.
Nos situaremos geográficamente en diversos países Europa, centrándonos mayormente en España.
En el anexo presentaremos un breve estudio del escritor español Benito Pérez Galdós relacionando la época literaria en la que vivió (el realismo) con las principales características que demuestra su historia.
Desarrollo:
Corrientes literarias
Renacimiento
Con la venida del Renacimiento se realiza un cambio sólo en el sentido de que el simbolismo metafísico se debilita y el propósito del artista se reduce de manera cada vez más resuelta y consciente a la representación del mundo sensible. A medida que la sociedad y la economía se liberan de las cadenas de la doctrina de la Iglesia, el arte se vuelve también con rapidez progresiva hacia la realidad. Pero el naturalismo no es una novedad del Renacimiento, como no lo es tampoco la economía de lucro.
El individualismo del Renacimiento fue nuevo solamente como programa consciente, como instrumento de lucha y como grito de guerra, pero no como fenómeno.
El rasgo más característico del arte del "Quattrocento" es la libertad y la ligereza de la técnica expresiva, tan original respecto a la Edad Media como al norte de Europa, y con ellas la gracia y la elegancia, el relieve estatuario y la línea amplia e impetuosa de sus formas. Todo en este arte es claro y sereno, rítmico y melodioso. La rígida y mesurada solemnidad del arte medieval desaparece y cede el lugar a un lenguaje formal, alegre, claro y bien articulado, en comparación con el cual incluso el arte franco-borgoñón contemporáneo parece tener un tono fundamentalmente hosco, un lujo bárbaro y una forma caprichosa y recargada.
El "Quattrocento" anticipa, a pesar de la existencia de durezas ocasionales y de una dispersión frecuentemente no superada, los principios estilísticos del Renacimiento pleno. Es precisamente esta inmanencia de la "clásico" en lo preclásico la que distingue del modo más claro las creaciones de los primeros tiempos del Renacimiento italiano, frente al arte de la Baja Edad Media y el arte contemporáneo del norte de Europa. Lo esencial en esta concepción artística es el principio de la unidad y la fuerza del efecto total, o, al menos, la tendencia a la unidad y la aspiración a despertar una impresión unitaria, aun con toda la plenitud de detalles y colores. Al lado de las creaciones artísticas de la Baja Edad Media, una obra de arte del Renacimiento da siempre la impresión de enteriza. En ella existe un rasgo de continuidad en todo el conjunto, y la representación, por rico que sea su contenido, parece fundamentalmente simple y homogénea.
El arte del Renacimiento no detiene al espectador ante ningún detalle, no le consiente separar del conjunto de la representación ninguno de los elementos, sino que le obliga más bien a abarcar simultáneamente todas las partes.
La Edad Media, que concebía el espacio como algo compuesto y que se podía descomponer en sus elementos integrantes, no sólo colocaba las diversas escenas de un drama una a continuación de otra, sino que permitía a los actores permanecer en escena durante toda la representación escénica, esto es, incluso cuando no participaban en la acción. Semejante división de la atención es imposible para el Renacimiento. Para la nueva estética la obra de arte constituye una unidad indivisible.
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