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La aventura del pensamiento, o ser y aparentar (página 2)

Enviado por CARLOS SCHULMAISTER


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Si no sirven, si no agradan, o si resultan hipócritas los tradicionales diagnósticos, recetas o anticipaciones de estos intelectuales fashion o intelectuales de mercado, pues que no diagnostiquen, no receten ni anticipen, y que tampoco imaginen el futuro por los demás. Digo esto muy convencido de que las industrias culturales a cargo de intelectuales son funcionales al poder político y económico que domina y explota a la humanidad en todas partes. Y decir esto no significa postular el anticapitalismo, el comunismo rojo, o el nazismo negro, ni ninguna estupidez de ese tipo, pues ni siquiera es algo original.

Creo que los intelectuales no deberían insistir en buscar enemigos políticos, de clase o de fracciones de clases de las sociedades, pueblos o naciones. Por el contrario, en lugar de mostrar constantemente contradicciones y conflictos reales y posibles deberían poder ayudar -sólo ayudar, o sea nada de encarnar supuestas misiones- a pensar lo más correctamente posible a todos y a cada uno en tanto individuos y agentes sociales y políticos.

Incluso no haría falta que crearan nada nuevo, pues lo que hace falta conocer para realizar esta tarea ya ha sido escrito, pero ha quedado sepultado en el olvido o escondido tras la maraña de las modas estúpidas.

Entiéndase que esto que propongo no es el desideratum perpetuo de la tarea de los intelectuales en general. Sólo se trata de éste presente, no de los futuros presentes, pues ello equivaldría a caer en una posición conservadora cuando la mayoría de las sociedades actuales se hallan muy lejos de ser estáticas y tradicionalistas.

De modo que sería útil y deseable que los intelectuales stricto sensu del actual tiempo histórico, valiéndose de las ventajas representadas por sus condiciones y training particulares y propios de su oficio, ayuden al resto de los hombres (intelectuales lato sensu) a pensar con mayor rigurosidad, profundidad, criticidad y hasta eficacia en orden a las eventuales necesidades y deseos futuros de la humanidad en su devenir. Pero, atención, que ayuden a lograrlo verdaderamente, no a continuar con el "como si".

El intelectual debe estudiar y expresar, pero no debe esperar ser leído ni interpretado justamente, a menos que su pensamiento tuviera dos versiones siempre, como todo paternalismo: una abstrusa como la que generalmente utilizan para escribir y otra versión para escolares… de pantalones largos, y que siempre estuvieran ellos para efectuar los ajustes correspondientes.

Los intelectuales verdaderos y auténticos "no se la creen", ni se piensan jamás a si mismos en tercera persona.

Lo que si acepto que se mantenga como en los tiempos románticos es el deber ser del intelectual auténtico y autónomo que es la necesidad de su independencia respecto del poder. Los intelectuales verdaderos y auténticos, es sabido y es cierto, deben mantenerse alejados del poder, tanto del poder político como del económico, social, religioso, etc. De modo que me refiero aquí a los intelectuales libres, no a los condicionados por los contextos del ejercicio de su pensamiento y de su correspondiente mercantilización.

Los especialistas, asesores y técnicos de los más variados campos de la actividad social, por más importantes que pudieran llegar a ser sólo trabajan de intelectuales, son trabajadores intelectuales pero no intelectuales, como dije más arriba. Inversamente, yo pienso como intelectuales a aquellos cuyos pensamientos no están determinados por los sectores dominantes ni por los sectores dominados de una cultura concreta, ni tampoco de una contracultura de cualquier tipo y origen.

O sea que el intelectual con amo, no es un intelectual, sino un siervo, una caricatura de intelectual. Por eso insisto en que aprendamos a reconocer las caricaturas de intelectuales.

Pienso en el verdadero filósofo como el intelectual emblemático que puede trascender su época pero no por la inercia que le brinda la proyección de la cultura sobre él y su época, tal como sucede en el caso del arte hoy en crisis sino por la posibilidad de brindar las otras respuestas, es decir, las que son otras respecto del poder y la cultura oficial.

El filósofo, para mi gusto, no debe trabajar como filósofo pues dejaría de ser filósofo en ese caso. Ciertamente, si trabaja como profesor de filosofía será él también un trabajador intelectual que eventualmente hasta podría ser reemplazado por una persona entrenada al efecto, o por unos libros, o por un robot.

Por eso pienso en los intelectuales verdaderos como aquellos que piensan por ellos mismos, para ellos mismos, no en representación de nadie ni como función social, sin expectativas de remuneración, de prestigio o de gloria, ni pertenencia a capilla o cofradía alguna. Y que jamás caen en la famosa estupidez del "intelectual orgánico".

Más aún, filósofo es para mi aquél intelectual que no vive de su pensamiento, es decir, que no lo vende, no lo comercializa, ni se repite, ni se plagia a si mismo. Esto último lo vinculo con el apego a sus propias palabras cuando ellas se han vuelto conocidas. De ahí que siempre he insistido en que hay que hablar en criollo, es decir, con sencillez, no utilizando jerigonzas especiales provenientes de otros, ni tampoco propias, pues se es pedante en cualquiera de los dos casos.

Por la misma razón considero que un buen intelectual es aquel que no sólo no repite discursos memorizados extraídos de obras complejas, ni tampoco de manuales ligeros, y menos de clichés de moda fruto del pensamiento políticamente correcto en cada momento que -bueno es recordar- ¡no siempre ni necesariamente es de derechas!, pues en tal caso semejante "intelectual" sería un mero repetidor, un memorista entrenado y hábil en discursos ajenos.

Un verdadero intelectual no se repite a si mismo porque se plagia, es decir, no reitera temas ni obsesiones personales, pues estaría determinado por lo que recuerda en el momento de hablar, y así no sería libre.

De modo que un verdadero intelectual puede explicar varias veces una cuestión de distintas maneras, empezando por el principio, por el final, por el medio, por adelante, por atrás o por cualquier parte, o con enfoques diferentes en cada ocasión ya que todo fenómeno social particular es parte de una totalidad social, pero también es una totalidad en si mismo, y toda totalidad puede ser abordada desde si misma, desde sus partes, o desde afuera de ella.

Hay quienes dicen que pensar en libertad, y con libertad externa e interna, es un acto de soberbia, que un intelectual ha de ser modesto, etc, etc. He escuchado este pensamiento varias veces y me hace reír tanto como llorar.

La humildad de los hipócritas es el más grande y altanero de los orgullos, lo dijo alguien hace 500 años. Deliberadamente no diré su nombre para no incitar el fetichismo de los citadores a repetición (por aquello que canta Serrat, que "al olor de la flor se le olvida la flor"). Es que considero hipócritas a quienes se esconden tras los restos del pasado para no decir jamás lo que piensan ellos mismos, y también a los repetidores de discursos a tono con las épocas o con las líneas del poder de turno.

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Autor:

Carlos Schulmaister

 

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