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Los cuatro gigantes del alma revisitadosaminados (página 2)

Enviado por Felix Larocca


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Respecto a la técnica subrayamos, antes que nada, la precisión miniaturista con la que ha sido ejecutada. El rostro del comerciante está modelado por la luz que entra por la ventana dejando al contraluz su amplio sombrero. La delicada suavidad de sus facciones, tratadas con una pincelada fluida, contrasta con la textura de los pliegues de piel y el terciopelo de la capa. La vibración luminosa de la lámpara de bronce sirve para establecer la diferencia entre los seres vivos y los objetos inanimados.

Observando la mano del personaje, advertimos un claro arrepentimiento: alargó los dedos índice y corazón para corregir una relativa desproporción de tamaño que el pintor notó al acabar la tela. Las fotografías con infrarrojos revelan que la mano de Arnolfini estuvo situada, en principio, en tres posiciones más atrasadas. En conjunto denota la importancia expresiva que el pintor concedió al gesto del comerciante, dado que es la clave para comprender el sentido de esta composición.

Entonces prosigamos con el amor

Cuando dos seres humanos, habiendo logrado pleno desarrollo psicosexual, que debe de completarse en la pubertad, se sienten atraídos entre ellos con fines afectivos, una serie de elementos entran en juego que trascienden la fugacidad del momento.

Los elementos que aquí estudiaremos son:

  • El desarrollo emocional de la persona
  • Sus experiencias con la apreciación madura del sexo opuesto
  • Y, sus habilidades para resolver los conflictos usuales de la existencia.

Algo que no muchos logran hacer, como el caso amargo que tantos divorcios ilustran. Ejemplo, ÁLVAREZ RENTA vs. SU EX ESPOSA/CLAVE DIGITAL/ABRIL 2006.

Es durante la experiencia afectiva del apego enamorado donde las dudas y los miedos se estimulan. El rendirse al aspecto fisiológico y mecánico del acto sexual, es fácil, si éste se contrasta con la conducta madura y responsable de entrar en una relación que en nuestra especie posee connotaciones especiales.

Ese "miedo", esas dudas y esas reservaciones circundan otros afectos poderosos.

Afectos poderosos:

  • La lealtad al cónyuge
  • La fidelidad de persona
  • El respeto al otro
  • La veracidad
  • El desprendimiento
  • La artimaña y su uso, para negar beneficios al otro en la pareja
  • La devoción genuina como padre/madre hacia los hijos.

Todas son fuentes de miedos justificados y legítimos, que si permanecen vivos, resultarán en la muerte final de la relación.

Saturno devorando uno de sus hijos (Francisco de Goya 1823)

La ira

El afecto que sigue a la traición y el engaño, tan ubicuo en nuestro medio, y que se premia con aceptación implícita — ya que la mentira es ingrediente común en toda transacción que requiere ser honesto.

Pero, no habiendo la relación comenzado en bases de mutuo afecto y madurez, el nexo se pierde a favor de excusas que consolidan el desafecto vía la infidelidad mutua; porque ser infiel es igualmente esperado en nuestro medio — de hecho, es deseado.

Ser infiel es lo acostumbrado. Pero, que, a nosotros, nos sean infieles, haciéndonos víctimas, es anatema.

La ira, base de todas las manipulaciones receptivas que se tejen durante el proceso del divorcio y donde se practican las maniobras más arteras que mentes enfermas de abogados prostituidos puedan concebir.

La ira…

Al final, quienes sufren los efectos de esta rabia son los hijos, cuyas mentes se envenenan por padres que esperan comprar lealtades y afectos espurios, achacando al otro las razones por la separación, aunque los responsables sean ellos.

Es que el sexo, aunque se practique casualmente no es asunto casual, y salir embarazada para escapar un hogar opresivo, como solución, es insensata.

El miedo

Los compañeros del miedo (René Magritte 1942)

Como respuesta nos sirve de mucho o, a veces, de poco. Porque el miedo es afecto social amén de biológico.

En el ámbito social, el miedo viaja a la par con la ignorancia institucionalizada. La ignorancia que alimenta la virtud creciente de la mediocridad intelectual. Ahora, ser ineducado es otra de las nociones confundidas de la individualidad vulgar.

Todos siguen las pautas que otros trazan y pocos se apartan del mundanal ruido. Nuestras actitudes las dictan las modas y las propincuidades sociales. Se va a una dietista a perder libras para las vacaciones, al endocrinólogo, para que nos haga flacos, al liposuccionista y al cirujano estético para que nos quite y nos ponga lo que nos hará sentir mejor.

Lo hacemos, y lo continuaremos haciendo, aunque no nos ayude.

Nacimos para gozar, vivimos para engordar y enflaquecer, evitamos el educarnos y morimos sin dejar traza de nuestro pasaje por este valle de lágrimas, ya que nada hicimos que a nadie beneficiara.

Finalmente el deber

El deber lo es todo, ya que demuestra, en el individuo, el haber adquirido la capacidad del desarrollo ético y moral que es característico de nuestra especie en el sentido de poseer la facultad de abstraer a un nivel elevado el don de nuestra conciencia.

Para el ser moral (que es diferente al ser "moralista", ya que la mayoría de los moralistas son inmorales), el deber es un concepto arraigado en la esencia de su ser.

El deber para con uno deriva del altruismo que como padres y como objetos humanos debemos haber adquirido en el proceso de nuestro desarrollo.

El padre y la madre buenos saben manejar sus miedos, sus iras, su amor y el deber hacia su progenie.

Un padre bueno, no manipula, abandona, maltrata, denigra o tira sus hijos a la calle…

Un buen padre inculca el agradecimiento, educa y edifica… Eso es, si sabe cómo hacerlo.

Ahí está el secreto…

Albrecht Durer. Los Cuatro Jinetes de la Apocalipsis (1498)

Los cuatro gigantes del alma se despiden de todos, como los cuatro jinetes de la Apocalipsis.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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