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La encomienda de Cajamarca: apuntes para su historia (página 2)


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Si únicamente tomamos en cuenta las fechas oficiales de duración de la encomienda, la de Cajamarca inicio en 1535 y culminó por el año de 1738, esto significa que duró oficialmente 203 años; pero como vimos, la de Cajamarca fue un caso excepcional, pues su uso se extendió muchos años más de la fecha indicada y es probable que llegara a 1750 he incluso pudo haber llegado hasta el 1800 (en realidad todo dependerá de la longevidad de los condes de Altamira). En el gráfico 1 se ha hecho un resumen de los encomenderos y de sus territorios.

Escribir sobre el encomendero no significa que se lo haga de la encomienda, aunque muchos datos de la vida del encomendero pueden estar vinculados a la encomienda, se debe entender que no son cosas iguales. Esto sirve para darnos cuenta que las biografías no son suficientes para realizar construcciones históricas, pero son un buen punto de partida. En efecto, a esto último hay que añadir que la investigación acerca de la encomienda de Cajamarca no partirá de la nada, pues los estudios de Del Busto, Villanueva Urteaga, Lockhat, Espinoza Soriano, Remy y De la Puente Brunke serán un buen punto de inicio. Estos grandes autores han logrado localizar la ciudad perdida dentro del monte, pero la cuidad aún permanece cubierta y queda mucha maleza por quitar. Quienes vengan luego serán los encargados de hacerlo y nos permitirán verla en su verdadera magnitud. En realidad la investigación científica es un trabajo que requiere la colaboración de varios individuos durante algún tiempo, que muchas veces pueden ser siglos para conseguir frutos.

En este artículo también nos hemos dado cuenta que las disposiciones legales dadas por la corona, aunque buenas y progresistas para su tiempo, eran dejadas de lado por los encomenderos y, cuando le convenía, la propia corona hacía lo mismo. Este parece ser el origen de una costumbre que perdura hasta hoy en día, tanto así que nuestro mayor historiador de la República, Jorge Basadre, hablaba de un país formal y un país real. Pero esto es otro asunto que involucran muchísimos más elementos de los aquí tratados, motivo por el cual ha llegado la hora de seguir buscando y de ponerse a pensar.

Gráfico 1: Resumen de encomenderos y sus territorios

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Autor:

Manuel Sánchez Zorrilla(

 

[1] El trabajo de Del Busto es el más utilizado para reconstruir esta etapa. La versión original de su estudio aparece en la Revista Histórica número 24 de 1959. Una década más tarde su bibliografía la podemos encontrar, conjuntamente con la de Martinillo de Poechos en Dos personajes de la conquista del Perú. Luego aparecería en el libro La hueste perulera, en 1891, y también se lo encuentra en la magnifica colección titulada Historia de Cajamarca, realizada por el INC de este departamento, en 1986. Esta última compilación estuvo a cargo de Fernando Silva Santisteban, Waldemar Espinoza Soriano y Rogger Ravines. En un acto de honestidad académica, Silva Santisteban dejará de lado su artículo y utilizará el de Del Busto para esta compilación, e incluso será el que cite y recomiende en sus posteriores trabajos (v. g. el de Silva Santisteban 2000). Si bien es cierto que Del Busto es un historiador confiable y minucioso, Lockhart hace ver que muchas veces cae en la “especulación coquetona del novelista histórico” (1987, 2: 53). No obstante esta observación, Lockhart, también recomienda su artículo.

[2] Para profundizar más sobre la importancia de la encomienda y del modo en que deben realizarse su investigación puede verse a Goldwert (1959, 241 y 242) y a Hampe (1982). La vigencia de estos planteamientos y de la importancia de la encomienda se puede notar en la investigación de Marina Zuloaga Rada, publicada el 2012. En gran parte de su libro se estudian las encomiendas en Huaylas y se hace notar que “caciques y encomenderos fueron estableciendo las condiciones del nuevo sistema en un diálogo, asimétrico tal vez, pero que no excluyó las maniobras de unos y otros para adecuar las nuevas reglas del juego político a sus expectativas e interés” (2012, 76). Por ello, luego se animará a decir que el período comprendido entre 1532 y 1550, al menos en Huaylas, se constituyó en “un campo de experimentación y ensayo que permitiría ir recreando y ajustando los planes políticos a la compleja realidad política local, a la par que serían moldeados por ella” (2012, 113). Nótese entonces lo importante que puede ser un estudio como éste en Cajamarca.

[3] Esta es una distinción de la que ocupa la filosofía del derecho; sin embargo consideramos que también es muy importante para el trabajo histórico. No nos desviaremos abordando este tema pero aquel que se sienta interesado puede consultar lo que se haya escrito en cuanto al significado de “norma”.

[4] No queda claro si se trata del nombre original del territorio o del último gobernante que registran las crónicas: Guzmango Cápac. Sabemos sí que una vez conquistada por los incas y luego de reorganizarla, la llamaron Qashamarca (Silva Santisteban 1986b, 15 y ss.).

[5] Huaranga y pachaca significan, en runasini, mil y cien respectivamente. En el sistema organizativo andino aludían a una agrupación ideal (es decir que no siempre se dio así) de familias de ese número; sin embargo, “en el norte del Perú las pachacas y las huarangas no solamente eran organizaciones de carácter numérico, sino también territorial” (Espinoza Soriano 1986b, 152). La Huaranca era “una demarcación territorial (Quimray, o Quiti) con comarcas y llactas donde vivían determinado número de pachacas, las cuales varían desde tres, en algunas naciones étnicas, hasta trece en otras, con sus respectivas tierras y localidades bien demarcadas. El padre Diego de Vera, franciscano que residió cinco años en Cajamarca (1558-1563) afirma que por ahí cada huaranca constituía una provincia” (Espinoza Soriano 1974, 289).

[6] Aunque Remy manifiesta lo mismo en un texto anterior (1986, 40), en esta oportunidad hemos citado el más actual por cuanto en “esta versión se publica corregida y aumentada” (Remy 1992, 38). Así es que se hará únicamente uso de esta última versión a lo largo de este artículo.

[7] Remy (1983, 69) ha publicado La tasa de tributos del arzobispo Geronimo de Loayza hecha en 1550. Es de ahí de donde se ha extraído la cita.

[8] Sobre esta primera parte de la genealogía de la casa de Altamira podemos encontrar el estudio de Ballivián Noboa (s/a.). Ahora bien, para Lamigueiro (s/a), los condes mencionados serían el VII y VIII respectivamente.

[9] La transcripción total de lo que se lee en el gráfico 3 es la siguiente:” Ordinacions de les presons, fetes per lo ilvstrisim, y Excelentissim Senyor Don Lluis de Moscoso Ossorio Hurtado de Mendoza Sandoval, y Roxas, Compte [sic: Conde] de Altamira, Marques de Almazan, y Poza, Monzon, y Cavia, Compte de Monteagudo, y Lodosa, Señor de les Fortalees de Castroverde, Buron, y Navia, y de les Viles de Barca Muñux, y Villaseyes, y de les set de Campos, Guardamajor del Rey Nostre Senyor, Capità de vna de les Companyes de Homens de Armes, de les Guardes Velles de Castella, comanador de Caxa Marca, y Caxa Marquilla, Gentilhom de la Cambra de sa Magestat Virrey, y Capità General de la present Ciutat, y Regne de Valencia”.

[10] La consulta de los diccionarios se realizó mediante la página web de la Real Academia de la Lengua: http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle

[11] Esta última notica no las hace llegar Pereyra Plasencia (1996), quien a su vez la trasmite del estudio Encomienda y encomenderos en el Perú: estudio social y político de una institución colonial de José de la Puente Brunke.

[12] En realidad la genealogía de los condes de Altamira no queda del todo claro, motivo por el cual nos hemos desanimado de transcribirla, para informarse sobre ella puede revisarse, a parte de las mencionadas en la nota seis, en las siguientes direcciones: http://www.geneall.net/H/tit_page.php?id=5111 y http://www.sologenealogia.com/gen/familygroup.php?familyID=F3235&tree=001

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