"No hay más cera que la que arde"
(Refrán popular)
La primera reflexión que se me ocurre sobre la vida y la muerte, y que me parece desconcertante, es que sabemos ciertamente cuándo morimos, pero no desde cuándo vivimos, pues es evidente que vivimos en potencia desde el origen mismo de la vida. Nuestro vivir en particular es una circunstancia temporal, una oportunidad de participar de la vida como individualidad, pero la vida nos viene dada ya desde su comienzo. Y no sólo eso sino que la vida en realidad no es algo que transcurra en el tiempo, es decir, no se "es vivo", sino que se "está vivo". De manera que la vida carece de movimiento y es todo lo que está vivo. Lo mismo podemos decir de la muerte, pues tampoco se "es muerto", sino que se "está muerto", de manera que también la muerte es todo lo que está muerto y también carece de movimiento.
Por otro lado sabemos que lo antagónico de morir es vivir, pero en tanto que ambas ideas carecen de acción, para estar en la vida es necesario nacer, de la misma manera que para estar en la muerte es necesario fallecer, pero todavía nuestro origen individual no proviene del nacimiento, sino de la gestación, y la muerte no finaliza con el fallecimiento sino con la expiración, pues ambos sucesos transcurren en un instante: la gestación y la expiración, pero la vida no comienza con la gestación, ni la muerte con la expiración. De hecho podríamos decir que la vida está constantemente renaciendo, y que la muerte está constantemente desfalleciendo.
De manera que es el nacer y el fallecer lo que nos pone en la vida o en la muerte, pero ambas son situaciones de estado, o estados mismos: el estar vivo y el estar muerto.
Lo común de estos dos estados es que ambos no transcurren en el tiempo, sino que el tiempo transcurre en las cosas que están vivas, o necesariamente en las que están muertas. Por tanto lo que transcurre en el tiempo son las cosas, vivas o muertas, pero no la vida o la muerte en sí mismas.
Si nos atenemos a la teoría física generalmente aceptada, la vida es la consecuencia de la interacción de ciertas sustancias químicas, genoma mínimo, en el momento en que las condiciones ambientales son favorables, probablemente con la condensación del vapor de agua.
No es necesario exponer aquí todas las teorías e hipótesis sobre el origen de la vida y sus experimentos actuales para establecer ciertas peculiaridades de la materia orgánica que pueden darnos una pista sobre su origen y su posterior desarrollo.
La peculiaridad fundamental de las cosas vivas es su capacidad para mantener su unidad espacio-temporal, individualidad, mientras que las cosas muertas no tienen esta capacidad y se desintegran. Un árbol vivo mantiene su forma como una unidad espacio-temporal individual que le distinguen de los demás árboles, pero una vez que se seca y muere, pierde esa capacidad y termina desintegrando su forma de ser para carecer de forma propia o individual. Un simple mosquito es también una unidad espacio-temporal perfectamente individual, pero una vez muerto pierde esa cualidad y su masa se transforma, integrándose en el resto de la materia inerte, cuya forma ya no es individual, sino general. Por tanto la vida tiene algo que "une" las cosas en sí mismas con esta cualidad, en tanto que la muerte carece de ese "algo", y las cosas muertas tienden a perder su forma individual para adquirir la forma general del medio donde se transforman.
Esto quiere decir que una primera pista sobre el origen de la vida la tendríamos si descubrimos la identidad de ese "algo", que fue capaz de obrar el prodigio de que una primera molécula orgánica fuera capaz de mantener su individualidad, adquiriendo, además, la capacidad de alimentarse y reproducirse; "algo" que no puede estar en las cosas muertas. Este descubrimiento nos permitiría, a su vez, encontrar la diferencia fundamental entre las cosas vivas y las muertas para saber qué hay en las vivas qué deja de haber en las muertas.
En cuanto a la estructura atómica de la materia es similar en ambos casos, la viva y la muerta, y contienen una cierta cantidad de energía en reposo capaz de mantener su consistencia. Por tanto, esta energía "presa" en la materia, tanto orgánica como inorgánica, no tiene relación directa con la vida, pero constituye el soporte mismo de las cosas vivas y muertas.
Lo que buscamos es aquello que mantenga unida la materia de un compuesto orgánico, permitiendo que se "fusione" con elementos extraños, pero de acuerdo a un cierto plan establecido para mantener su unidad en el espacio y en el tiempo. Esta cualidad en realidad no es ningún misterio, pues ya sabemos que en un momento dado de la historia de nuestro planeta, la evolución de ciertos compuestos químicos llegó a crear la "partes vitales de un mecanismo", los aminoácidos, pero le faltaba lo fundamental, la energía para ponerlo en marcha, y esa energía estaba allí mismo, en una densa atmósfera cargada de electricidad y en forma de radiaciones electromagnéticas transmitidas por fotones.
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