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A modo de apuntes para un lector interesado: Arquitectura Cubana Siglo XX.

Partes: 1, 2

    1. Décadas veinte y treinta.
    2. Década del cuarenta.
    3. Década del cincuenta.
    4. Últimos 40 años.
    5. Décadas sesenta y setenta.
    6. Décadas ochenta-noventa.

    (Este texto forma parte de un capítulo de Arte Caribeño redactado por el autor, en el año 2000, para un proyecto de Historia del Arte Iberoamericano. Un proyecto de Apoyo Escolar y Divulgación Cultural auspiciado por la Organización de Estados Iberoamericanos -OEI- para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y la Fundación Centro Español de Estudios de América Latina -CEDEAL-; ambos en Madrid).

    Frente a los academicismos de las dos primeras décadas del siglo XX cubano, el movimiento renovador que surge en la esfera de la arquitectura se debatirá entre la asimilación de las corrientes vanguardistas "foráneas" y la toma de conciencia de su herencia cultural. Para el arquitecto, entre lo ajeno moderno y lo vernáculo se abre un campo de posibilidades creativas. A partir de la reelaboración de las formas vanguardistas importadas y de la incorporación de los elementos vernáculos, nace entonces un lenguaje propio.

    El lenguaje moderno proveniente de Europa, los Estados Unidos y Brasil entrará a través de tres vías fundamentales:

    Primero, mediante la publicación de revistas especializadas que dan cuenta de los últimos acontecimientos teóricos que, en materia de arquitectura, están sucediendo en Europa o los Estados Unidos: el movimiento moderno es conocido en Cuba a través de las publicaciones que, sobre el mismo, comienzan a circular los profesores de historia de la arquitectura Joaquín Weiss (1894-1968) y Alberto Camacho (1901-1929), ellos dan a conocer las obras del racionalismo alemán.

    Segundo, por la llegada de una serie de profesionales europeos vinculados a este modernismo que, huyendo de la guerra, muchas veces se incorporan al panorama cultural de la isla, tal es el caso de los españoles Martín Domínguez y R. Fábregas.

    Y tercero, por los viajes de estudio que muchos arquitectos cubanos realizan al extranjero, tal es el caso de Max Borges (n.1918). Habrá que agregar la participación de estos últimos en eventos internacionales.

    Finalmente, y durante los años cincuenta, visitan la isla arquitectos de renombre: Walter Gropius, Josef Albers (ambos imparten conferencias en la Universidad de La Habana), Josep Lluis Sert (quien junto a Paul Lester Wiener confecciona un nuevo Plan Director de La Habana en 1956), Mies van der Rohe (quien proyecta en 1958 la sede de Bacardí en Santiago de Cuba) y Richard Neutra (que ejecuta la casa Schulter en La Habana, 1958).

    De modo que los arquitectos cubanos de estos primeros cincuenta años están muy al tanto de lo que se está haciendo en el extranjero. Varían -en dependencia de los lenguajes internacionales- sus criterios constructivos, que van desde lo más puro del lenguaje lecorbusierano de sus inicios de bloques blancos sobre pilotes, al brutalismo de la exhibición del hormigón armado y demás elementos estructurales de la construcción que ahora quedan a la vista.

    De Europa llegará el racionalismo alemán -con la difusión de las propuestas de la Bauhaus- y la estética de Le Corbusier. También confluirán las variantes del racionalismo norteamericano -principalmente los lenguajes de Frank Lloyd Wright y Mies van der Rohe- y la estética brasileña representada en la figura de Niemeyer. Vale destacar que el racionalismo norteamericano -a través del funcionalismo de Wright y del prestigio de los arquitecto europeos radicados en Estados Unidos- mantiene una especial influencia sobre Cuba.

    Vale finalmente recordar en esta introducción que la arquitectura tiene un comportamiento muy diferente a otras artes: industria al fin, responde a los requerimientos tecnológicos, al desarrollo económico, y a la riqueza del comitente, es decir, de quien paga la obra. De modo que el arquitecto tiene una dependencia, muy directa, de los resortes extracreativos.

    A partir de un esquema -arbitrario como todos los esquemas- que excluye las lógicas excepciones, algunas directrices generales nos permiten conformar un panorama de la arquitectura cubana del siglo XX. El esquema sobre la entrada y comportamiento de la arquitectura moderna puede resumirse en cinco grandes períodos, a saber: Décadas veinte-treinta, Década del cuarenta, Década del cincuenta, Décadas sesenta-setenta y Décadas ochenta-noventa.

    Décadas veinte y treinta.

    Hacia la confluencia de las décadas veinte y treinta se inicia la primera etapa. En medio del neoclasicismo y del eclecticismo en arquitectura, arriban los códigos del movimiento moderno. Dichos códigos parten de los lenguajes del funcionalismo de Wright y del purismo constructivo que incide sobre la variante neocolonial. En ambos casos la mixtización de elementos vernáculos con criterios modernos presagia el carácter de lo que será una arquitectura regional y moderna hacia los años cincuenta.

    Durante los años veinte y treinta, el eclecticismo fue el lenguaje hegemónico en la arquitectura antillana. Si bien este lenguaje será incontaminado en la producción de los arquitectos más prestigiosos, en la versión popular -la generalizada- se dará una mezcla, muchas veces barroca, de elementos coloniales, clásicos y vernáculos. De modo que surgirá un eclecticismo típico de la región. Será un lenguaje arquitectónico entendido, no como estilo, sino como intención ecléctica ante el hecho de hacer arquitectura (Tamargo). Paralelo a este eclecticismo, se irán asumiendo ciertos códigos del modernismo arquitectónico, tanto por la vía del art-decó, como por esa otra variante conocida por "neocolonial".

    Partes: 1, 2
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