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Sumisión al poder, fuerza de las ideas y reencantamiento del mundo

Partes: 1, 2

    1. La sumisión al poder de la guerra perpetua
    2. La fuerza de las ideas y la resistencia ante el poder

    I. La sumisión al poder de la guerra perpetua

    Según han diagnosticado varios de los más importantes pensadores vivos de nuestro tiempo, en el mundo globalizado se vive en estado de excepción, en una guerra permanente que se quiere perpetua, bajo una agresividad cotidiana y micropolítica producto del predominio de esa competencia capitalista que se ha erigido ya como la única relación social entre los seres humanos suplantando a todas las demás. Estamos sumergidos en una suerte de totalitarismo sutil en el que lo real ha desaparecido suplantado por la imagen y el simulacro de una vida ausente.

    Si el marxismo descubrió la doctrina de la alienación, el pensamiento contemporáneo no cesa de afirmar que ésta ha llegado a ser absoluta y que ya no cabe más que la realización de prácticas singulares de ironía o de cinismo para poder describir y narrar los no acontecimientos que nos rodean. Los diagnósticos son apocalípticos pero, como en los diálogos de Platón, el uso de la ironía no permite saber hasta qué punto se esgrimen en serio o en broma. No se puede discriminar bien si la ambivalencia de los contenidos se debe a una estrategia contra la censura, a una realidad de las cabezas pensantes o a un reflejo de lo que aparece en el mundo en que vivimos.

    "Lo mejor no es la guerra ni la sedición -antes bien, se ha de desear estar libre de ellas-, sino la paz recíproca acompañada de buena concordia".

    PLATÓN (Leyes 628c)

    De los dos mil conflictos armados que asolaban el planeta cuando comenzamos el nuevo milenio, el de Irak fue y es el más notorio, pero la guerra se cierne sobre cada esquina y cada calle de las grandes ciudades, de esas megalópolis inhabitables en crecimiento ciego, corrupto y exponencial, que conforman nuestra casa.

    Ya el viejo Platón señalaba en sus tantas veces criticadas Leyes que "lo mejor no es la guerra ni la sedición -antes bien, se ha de desear estar libre de ellas-, sino la paz recíproca acompañada de buena concordia" (Leyes 628c). Pero nuestro mundo actual, en lugar de por la senda de la cooperación, la amistad y la concordia, lleva el barco del planeta hacia la catástrofe del naufragio, embebido de egoísmo, guerra y discordia por doquier.

    Recientemente, en sus Normas para el parque humano (1999) señaló Peter Sloterdijk -con gran escándalo para muchos- una de las políticamente incorrectas verdades del barquero intelectual, es decir, del que percibe que la nave corre el peligro de irse a pique y siente la obligación de formular una advertencia. Afirmaba el filósofo en ese opúsculo que el humanismo clásico como ideal de mejoramiento de la humanidad a través de su ilustración en las ciencias y las artes era ya un programa caduco y vacío, urgiendo la reflexión y el pensamiento sobre un nuevo modelo de mejoramiento y convivencia:

    "Por el establecimiento mediático de la cultura de masas en el Primer Mundo en 1918 con la radio, y tras 1945 con la televisión, y aun más por medio de las revoluciones de redes actuales, la coexistencia de las personas en las sociedades del presente se ha vuelto a establecer sobre nuevas bases. Y no hay que hacer un gran esfuerzo para ver que estas bases son decididamente post-literarias, post-epistolográficas y, consecuentemente, post-humanísticas. Si alguien considera que el sufijo 'post-' es demasiado dramático, siempre podemos reemplazarlo por el adverbio 'marginalmente', con lo que nuestra tesis quedaría formulada así: las síntesis políticas y culturales de las modernas sociedades de masas pueden ser producidas hoy sólo marginalmente a través de medios literarios, epistolares, humanísticos".

    Peter Sloterdijk: Normas para el parque humano (1999) http://www.heideggeriana.com.ar/comentarios/sloterdijk.htm

    Postula así una certeza provocativa que deja a todos los que labramos con medios literarios en una posición nostálgica y quijotesca, situando al propio pensador en un lugar paradójico al procurar solucionar problemas contemporáneos con instrumentos anacrónicos. Si Don Quijote era patético por pretender mantener una moral caballeresca en tiempos modernos y por querer solucionar conflictos renacentistas con herramientas medievales, el escriba intelectual de hoy estaría pretendiendo mantener una moral humanística en tiempos posthumanistas y queriendo solucionar conflictos postmodernos con instrumentos ilustrados: La imagen ya no tiene un estatuto de conocimiento inferior a la palabra y las clásicas categorías de la jerarquía gnoseológica de la metafísica han saltado hechas pedazos. Así, el recientemente fallecido pensador Jean Baudrillard dedicó su vida a poner de manifiesto que lo real había desaparecido ante una proliferación de imágenes que simulaban unos acontecimientos que ya no podían suceder. La sobredeterminación de una hiperrealidad virtual al estilo de la película Matrix, daba por concluido el proceso de globalización, dejando una leve esperanza para la palabra y el lenguaje como microespacio inalienable desde el que actuar y en el que habitar.

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