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Mitología Griega: Un estudio introductorio

Enviado por Allan AAA


  1. El mito

  • 2. Cosmología

  • 3. Dodecateón

  • 4. Teología griega

  • 5. El Hades

  • A MODO DE PRÓLOGO

    El mito

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    El término griego mythos, en español "mito", puede significar "palabra" o "dicho", o bien "relato", "historia", e incluso "fábula" o "ficción". Existen tres categorías básicas de mitos: las cosmogonías (mitos del origen del mundo), las teogonías (nacimiento de los dioses), y las escatologías (referidos al fin del mundo y la vida después de la muerte). Detrás de estas categorías se sitúan las leyendas y sagas, que relatan las vidas y aventuras de héroes, semidioses y personajes célebres de la mitología.

    La mitología griega abarca muchas fábulas, historias y relatos míticos entrecruzados entre sí, sin una sistematización precisa, pero con una conexión muy atractiva. La transmisión de estas leyendas se realizó a través de las generaciones, mediante los aedos, que componían los poemas, y los rapsodas, que se encargaban de recitarlos al pueblo, reteniéndolos en su memoria. Los poetas griegos, como Homero y Hesíodo (siglos VIII y VII a.C.), y latinos como Virgilio (70-19 a.C.) y Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), llevaron esta tradición oral a otra escrita para conservar la recreación poética de las relaciones entre dioses y hombres.

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    Cosmología

    El mundo (la Tierra, Gea o Gaya) tiene la forma de un círculo, más o menos llano, excepto en los lugares donde se elevan de él colinas y montañas. Está cubierto por la inmensa bóveda del firmamento, y con ella entra en contacto en el horizonte. El sol y las estrellas salen, siempre del mismo lado, por encima de la línea del horizonte, mientras por el otro lado desaparecen; el camino de regreso lo efectúan por debajo del suelo o por alguna otra ruta escondida.

    El límite de este plano de la tierra está formado por la corriente de Océano, que no es el mar, sino un gran río que circula alrededor del mundo. El cielo (el firmamento) es una bóveda material hecha de bronce o de hierro; se halla a una altura considerable sobre la tierra, pero no a una distancia inconmensurable; a lo sumo, si se pudieran amontonar tres grandes montañas una encima de otra, formarían una escalera que llegaría hasta el cielo. La morada de los dioses es unas veces el cielo mismo, y otras la cima del monte Olimpo, localizado entre las regiones de Tesalia y Macedonia, cerca del mar Egeo.

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    Avanzando lo suficiente lejos hacia el Oeste, se encuentra el lugar mismo donde el cielo toca la tierra y el sol comienza su ascensión. Muy lejos, hacia el oeste, por otro lado, allí donde el sol se pone, hay una tierra de tinieblas, junto a la cual se encuentra la morada del Hades, el mundo de los muertos, un lugar subterráneo, al que también puede llegarse a través de las numerosas profundas hendeduras de las rocas griegas (katavóthra), tales como la famosa hendedura de Ténaro, cerca de Esparta, o el lago Averno, en la Campania.

    El Hades está dividido en dos regiones: el Tártaro, donde habitan las formas y sombras incorpóreas de los muertos, y el Erebo, la región más profunda, donde están encerrados los titanes, antiguos rivales de los dioses. El Tártaro es custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas; siniestros ríos separan el mundo subterráneo del mundo superior, y el anciano barquero Caronte conduce a las almas de los muertos a través de estas aguas. En alguna parte, en medio de campos sombríos, está situado el palacio de Hades, un sitio de muchas puertas, oscuro y tenebroso. En posteriores leyendas, el mundo subterráneo es el lugar donde los buenos son recompensados y los malos castigados.

    De la verdadera geografía del mundo griego hubo un número variable de datos, en épocas diferentes. En tiempos de Homero (c. 850? a.C.) la Grecia propia y parte de la costa de Asia Menor son terreno familiar, pero más allá de esto, comienza el país de las hadas. Para Esquilo (525-456 a.C.), Italia meridional es territorio bastante familiar, pero el interior de Asia Menor empieza a desvanecerse y convertirse en algo desconocido y maravilloso. Después de las conquistas de Alejandro (323 a.C.), el país de las maravillas va todavía más lejos, hacia la India o hacia Europa septentrional.

    Dodecateón

    Los dioses son los habitantes inmortales del mundo. En el monte Olimpo formaron una sociedad organizada y forman tres grupos que controlan sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra. Hubo, en diferentes épocas, de catorce a dieciséis dioses diferentes reconocidos como Olímpicos, aunque nunca más de doce a la vez. De ahí que a veces se haga referencia a ellos como el Dodecateón (en griego: "doce dioses": Zeus, Hera, Poseidón, Deméter, Atenea, Afrodita, Apolo, Artemisa, Dionisio, Hermes, Ares y Hefesto).

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    Los hijos de Crono, y dioses más antiguos, son seis: tres varones Zeus, Poseidón y Hades, y tres diosas, Hera, Deméter y Hestia. A continuación están los hijos de Zeus y Hera, la pareja real del Olimpo; éstos son dos: Ares y Hefesto (el último concebido sólo por Hera). Zeus, además, tiene otros hijos que se convierten en parte de la familia de los Olímpicos: con Leto procrea a la pareja de hermanos Apolo y Artemisa; y con la ninfa Maya, a Hermes. Atenea brota espontáneamente de la cabeza de Zeus después de que éste se tragara a Metis (la Inteligencia). De la princesa tebana Sémele, Zeus tiene a Dionisio (a menudo acompañado de un séquito de deidades menores que incluye sátiros, centauros y ninfas), y de la reina Alcmena, al héroe Heracles, que acaba siendo divinizado. Afrodita es independiente y anterior, pues nace de la espuma, después de que Crono castró a Urano, según Hesíodo (o de Zeus y Dione, según Homero). Hades, no considerado un olímpico, rige el mundo de los muertos, junto a Perséfone, que pasaba la tercera parte del año en el mundo subterráneo (provocando así el invierno) y se le permitía volver al Olimpo durante los restantes ocho meses para que pudiera estar con su madre, Deméter.

    Teología griega

    Los dioses son similares a los humanos, por su forma y carácter. Son generalmente justos y misericordiosos, pero en ocasiones, la cólera, alguna injuria, o deseo de satisfacer sus pasiones naturales, les inducen a salirse de la senda de la perfecta equidad. Incluso algunos de ellos ni elevan pretensiones a una alta moralidad: Afrodita posee un exacerbado apetito sexual; Hera es desmedidamente rencorosa; Hermes un ladrón descarado; Dionisio un borracho; Apolo tiene inclinaciones bisexuales; Poseidón es violento y poco tolerante; el propio Zeus es adúltero e incestuoso, tanto con diosas como con mujeres mortales.

    Los dioses viven en casas en el cielo (que Hefesto hizo para ellos) o en el monte Olimpo, o en templos y santuarios que los hombres les dedican. Comen al igual que los humanos, pero su alimento es mágico, el sólido néctar y la líquida ambrosía, por lo cual tienen en sus venas un fluido (ichor) diferente de la sangre y están sustentados de modo que no mueren; sin embargo, pueden ser heridos o ser sensibles al dolor. No son incorpóreos, ni omnipresentes, ni omniscientes, pero pueden recorrer inmensas distancias en muy breve tiempo, ver cosas desde muy lejos, oír en el cielo las preces que se les hacen, e incluso ayudar o perjudicar sin hallarse presentes en un sitio; pero aun así tienen implícito límite a su poder y conocimiento. Solamente Zeus y su hijo predilecto Apolo tienen un conocimiento anticipado del porvenir, aunque cualquier dios puede conocer algo, incluso mucho, de los acontecimientos futuros.

    Prácticamente todos los dioses están relacionados con los animales. El águila es el animal de Zeus; Poseidón y Hades están relacionados con caballos, y el primero también con los toros; Hera está asociada con el pavo real y con la vaca; Deméter y Perséfone, además de la forma de caballo de la primera, están relacionadas con el cerdo; el ave de Atenea es el mochuelo; las aves de Afrodita son el gorrión y la paloma; Apolo se asocia con el cuervo y con el cisne; Artemisa con el ciervo y con el oso; el buitre es el ave de Ares, y este dios se transformó en jabalí para matar a Adonis; las formas animales de Dionisio son el toro, la cabra, el león y la serpiente; Hermes se acompaña del gallo. Pan y los sátiros tienen rasgos de machos cabríos. Las musas son de figura humana, pero las Piérides, sus rivales, por su número y facultades musicales, son convertidas en cornejas. Generalmente, cualquier dios puede adoptar, en una ocasión determinada, la forma de algún animal.

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    En el siglo III a. C. el poeta romano Ennio estableció en sus escritos una equivalencia de doce dioses, seis femeninos y seis masculinos: Júpiter (Zeus), Juno (Hera), Minerva (Atenea), Neptuno (Poseidón), Ceres (Deméter), Vesta (Hestia), Venus (Afrodita), Diana (Artemisa), Apolo (Febo), Marte (Ares), Vulcano (Hefesto) y Mercurio (Hermes). Evémero, un mitógrafo que vivió hacia el año 300 a.C., registra la difundida creencia de que los mitos eran distorsiones de la historia y que los dioses eran héroes a los que se había glorificado con el tiempo. Esta suerte de "humanización de los dioses" o historización de la mitología se conoció como "evemerismo".

    NOMBRE GRIEGO

    NOMBRE ROMANO

    REPRESENTACIÓN EN LA MITOLOGÍA

    Afrodita

    Venus

    Diosa de la belleza y el deseo sexual (mitología romana, diosa de los campos y jardines)

    Anfitrite

    Anfitrite

    Diosa del mar

    Apolo

    Febo

    Dios de la profecía, la medicina y la arquería (mitología grecorromana posterior: dios del Sol)

    Ares

    Marte

    Dios de la guerra

    Artemisa

    Diana

    Diosa de la caza (mitología grecorromana posterior: diosa de la Luna)

    Asclepio

    Esculapio

    Dios de la medicina

    Atenea/Palas

    Minerva

    Diosa de las artes y oficios, y la guerra; auxiliadora de los héroes (mitología grecorromana posterior: diosa de la razón)

    Crono

    Saturno

    Dios del cielo; soberano de los titanes (mitología romana: dios de la agricultura)

    Deméter

    Ceres

    Diosa de los cereales

    Dionisio

    Baco

    Dios del vino y la vegetación

    Enio

    Belona

    Diosa de la guerra

    Eolo

    Eolo

    Dios de los vientos

    Eos

    Aurora

    Diosa de la aurora y el amanecer

    Eride

    Discordia

    Diosa madre de todas las plagas

    Eros

    Cupido

    Dios del amor; inicialmente, divinidad primordial de la reproducción de las especies

    Gaya/Gea

    Tierra

    Madre Tierra; antepasado materno de dioses y monstruos

    Hades

    Plutón

    Dios de los mundos subterráneos; señor de los muertos

    Hebe

    Juventus

    Diosa de la juventud; copera de los dioses

    Hefesto

    Vulcano

    Dios del fuego; herrero de los dioses

    Helio

    Sol

    Dios del sol, que guía su carro de fuego

    Hera

    Juno

    Diosa del matrimonio y de la fertilidad; protectora de las mujeres casadas; reina de los dioses

    Hermes

    Mercurio

    Mensajero de los dioses; protector de los viajeros, ladrones y mercaderes; conductor de las almas de los muertos

    Hestia

    Vesta

    Diosa guardiana del hogar

    Hipnos

    Sueño

    Dios del sueño

    Ino/Leucótea

    Mater Matuta

    Diosa marina benefactora de los náufragos

    Iris

    Iris

    Mensajera de los dioses; personificación del arco iris

    Pan

    Fauno

    Divinidad pastoril de la fecundidad; después encarnación del universo

    Perséfone

    Proserpina

    Diosa de los infiernos y la primavera; inicialmente llamada Coré

    Poseidón

    Neptuno

    Dios de los mares y terremotos

    Príapo

    Príapo

    Dios protector de los jardines y viñedos; personificación de la virilidad

    Rea

    Ops

    Esposa de Crono/Saturno; diosa madre

    Selene

    Luna

    Diosa de la luna

    Tánato

    Orco

    Genio o mensajero de la muerte

    Urano

    Cielo

    Dios de los cielos; padre de los titanes

    Zeus

    Júpiter

    Soberano de los dioses olímpicos; dios del rayo y la lluvia; después ordenador e inteligencia del mundo

     

    El Hades

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    El reino subterráneo de Hades es el mundo de los muertos; se sitúa en el Oeste, y a él conducen varias "entradas", como, por ejemplo, la boca de Ténaro, cerca de Esparta, o el lago Averno, en la Campania. Pero la entrada principal de dicha morada, se encuentra en el Oeste más lejano conocido, más allá de la corriente de Océano, en el país de los Cimerios, que nunca ven el sol; en sus afueras hay un bosquecillo de chopos y sauces consagrado a Perséfone. Cerca de allí están las Puertas del Sol (poniente) y el país de los Sueños. En algún lugar de esta región hay un límite, la Roca Blanca (Leukas Petra), donde se encuentran dos ríos del mundo subterráneo, o uno de ellos y Océano. Pasado éste, está la llanura de Asfódelo, donde moran los difuntos, grandes y pequeños, que viven una vida sin sabor y sin color, con una continuación sombría de sus ocupaciones en el mundo de los vivos. Los espíritus son sombras incorpóreas, que carecen de lo esencial de la vida vigorosa real, aunque siguen manteniendo su apariencia.

    El Tártaro era el lugar de castigo de los malvados, o de quienes ofendieron o insultaron directamente a los dioses. La región más profunda del Tártaro, el Erebo, es el lugar donde moran los titanes derrotados, a excepción de Crono; el Erebo es demasiado profundo y tenebroso para ser un lugar de castigo para los hombres, aunque sean malos. El Erebo está tan debajo del Tártaro como la tierra lo está con respecto al cielo, y está cerrado por puertas de hierro. En alguna parte del Tártaro, estaba situado el palacio de Hades, de muchas puertas, tétrico y oscuro, y situado en medio de campos marchitos.

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    El Tártaro llegó a ser el castigo de personajes malvados, tales como: Ticio el gigante que había ofendido a Leto, y por ello un buitre le roe el hígado; Tántalo, que, por haber asesinado a su propio hijo y servirlo en un banquete, está condenado a sufrid hambre y sed perpetuas; las danaídes, hijas del rey argivo Dánao, que por asesinar a sus maridos se esfuerzan por llenar un tonel sin fondo; Ixión, rey de los lapitas, que intentó seducir a Hera, y es atado a una rueda que gira eternamente; Sísifo, rey de Corinto, quien al delatar a Zeus, cuando éste había raptado a Egina, es obligado a llevar a la cima de una colina una piedra, que siempre cae rodando y, por tanto, su esfuerzo debe recomenzar perpetuamente.

    Las vastas regiones del mundo de los muertos son atravesadas por cuatro masas de agua de infausto recuerdo: Estige (el Abominable), Aqueronte (¿el Desdichado?), Flegetonte (el Fogoso) y Cocito (el Sollozante). El Flegetonte es considerado como un río de fuego, o de sangre hirviente. El Cocito es un río de agua helada, que desemboca en un pozo de hielo. El Estige tiene una gran caída de agua, que conduce a una laguna, Estigia, una zona pantanosa en la que se encuentran los espíritus errantes de los muertos insepultos. Aqueronte, es generalmente un río, a veces un lago o una laguna; en él desembocan Cocito y Flegetonte, siendo Cocito un brazo de Estige. El límite del reino de Hades es habitualmente Estige, a veces Aqueronte; ambos son concebidos como de aguas pantanosas, viscosas.

    Para cruzar el río que sirve de frontera, hace falta recurrir al barquero, Caronte, hijo de la Noche y de Erebo, un anciano de aspecto terrible pero escuálido. Sus servicios deben ser pagados, y consecuentemente se enterraba los muertos con una pequeña moneda en la boca, el óbolo de Caronte. Después de cruzar el río en la barca de Caronte, se encuentra el can Cerbero, el perro de tres cabezas con melenas de león y cola de dragón, guardián de las puertas del Hades; los visitantes, vivos al menos, tienen que apaciguarle arrojándole una torta de miel. Cerbero deja entrar a cualquier recién llegado, pero si tratan de salir, los devora.

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    En el Hades, los muertos son llevados a juicio ante uno de los jueces infernales; entonces son conducidos a su lugar adecuado. Los jueces de los muertos son los tres hombres justos de los días antiguos: Minos, Radamantis y Eaco; el destino de las almas está en sus manos. Minos es juez de todos los muertos, y arregla sus querellas, como hacía en vida entre los hombres. Radamantis juzga a los extranjeros. Eaco es juez exclusivo de los difuntos griegos, aunque de vez en cuando, es degradado a la categoría de mero portero de las regiones infernales.

    No todos los que mueren van a este lugar sombrío; un sendero y una encrucijada, a uno y otro lado, separan al Tártaro del Elíseo. Unos cuantos mortales altamente favorecidos son llevados, en cuerpo y alma, al Elíseo (o Islas de los Bienaventurados), un paraíso gobernado por Radamantis, sólo o como asesor de Crono. Aquí todo es felicidad perfecta, donde soplan las brisas de Océano y crecen flores de oro sobre la tierra y sobre árboles de bálsamo cargados de granos de oro; los bienaventurados se adornan con guirnaldas de aquellas flores, o se distraen con los caballos, los deportes y la música de la lira. En todo el ambiente flota el perfume agradable del incienso que arde en los altares de los dioses. Todos llevan vidas activas y alegres, incluso fatigosas, pero sin necesidad de trabajar, pues la tierra y el agua proveen sustento.

    Los Campos Elíseos (o Llanura) están separados del mundo de los vivos, como del resto de la mansión de Hades, por otra de las aguas infernales, el Leteo (Olvido), un río que corre a través de la llanura. Quienes beben de sus mágicas aguas, olvidan su existencia anterior. La entrada al Elíseo la ganaban aquellos mortales que tienen algún parentesco o amistad con uno o varios dioses, pero también van allí a los héroes y patriotas que dejaron un gran nombre en la historia.

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    Un sendero pasa a través de la zona en las que moran aquellos que no están ni en el Elíseo ni en el Tártaro. Entre estas almas se incluyen aquellas que "murieron antes de tiempo", tales como niños, suicidas y los muertos en batalla. Pero ni siquiera éstos pueden encontrarse en esta región neutral, ya que para entrar en los dominios de Hades es preciso haber recibido sepultura, o cuando mínimo arrojar sobre el cuerpo un poco de polvo (tres puñados, por lo menos); esto nunca se le niega ni al enemigo, y el no concederlo constituye un acto de la más cruel venganza, ya que con ello se excluía al espíritu del muerto, por hasta cien años, de su lugar de descanso.

     

     

    Autor:

    AllanAAA