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Credos y sabiduría: Lo que nos hace sentir que somos seres señalados (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

La escuela del conocimiento y la docencia de la observación en el plantel de los instintos

Como animales somos esencialmente curiosos e intranquilos. Poseemos una necesidad de encontrar conocimiento y de definir todo lo que nos rodea.

Tenemos una urgencia innata a explicarlo todo y asimismo de aprender…

Aprendemos de las observaciones que hacemos, de las preguntas que formulamos y de lo que advertimos en el comportamiento de todos los demás.

Los animales, que nos rodean, son nuestros maestros, como maestros también lo son nuestros mentores, amigos y seres queridos.

Nuestros animales nos enseñaron las diferencias en los métodos que emplearan entre ellos para lograr los mismos fines. De ellos derivamos experiencias tempranas como son el atributo de la lealtad, la capacidad de soportar el dolor, el espíritu altruista y el significado mismo de la experiencia sexual.

De nuestros instintos, aprendimos el placer del cariño, el olor especial del ser a quien amamos, como aprenderíamos los resultados deletéreos de los excesos, que corrompen la calidad y el curso de nuestras existencias.

Aprendimos a temer, a amar y al mismo tiempo aprendimos a ser capaces de actos heroicos que sobrepasan las inhibiciones impuestas por el temor.

El desarrollo y la etología

Job nos dice que preguntemos a las bestias y que ellas nos enseñarán. Preguntémosles a ellas, entonces, como nos aconsejara él.

¿Qué nos dicen los insectos? Nos dicen que siendo extraordinariamente distintos a nosotros en todos los respectos: no poseen cerebro, ni vasos sanguíneos, ni tampoco huesos, ni hígado, pulmones, o riñones, ni que sudan para disipar el calor — los insectos nos dicen que, resolviendo los problemas para sobrevivir, han triunfando — logrando ser los animales más exitosos en el planeta.

¿Qué nos enseñan las aves? La curruca de cuello negro pesa 9 gramos. Con un aumento temporal y mínimo de peso, en el otoño hace el cruce sobre el océano de Massachussets a Venezuela de 3,520 Km. en diez días.

El gorrión de anca blanca completa su vuelo de 14,400 Km. en quince días, con un peso inicial de 30 gramos.

Ambos insectos y aves nos enseñan que el peso que logran, prefieren, y mantienen es establecido para conservarlos en línea con las mejores oportunidades de lograr vidas reproductivas y evitar los predadores de toda estirpe que pueden atacarlos.

De todos los animales aprendemos que existen márgenes de seguridad, entre los cuales operamos con eficiencia, y que existen requerimientos para que nosotros aprovechemos en su totalidad nuestras habilidades físicas y mentales.

El Jardín del Edén

Cuando fuéramos despedidos, por nuestra curiosidad, entre otros vicios, del famoso mítico Vergel, nuestros cuerpos eran endebles y poco dispuestos para ajustarnos a una Naturaleza con exigencias enormes en su inventario.

  • No siendo el más veloz de los seres vivos, logramos perseguir a una presa capturándola cuando, al fin, ésta se desplomara de cansancio.
  • Sin alas, volaríamos a velocidades supersónicas, aterrizando en locales insospechados como son la luna y, posiblemente otros planetas.
  • Sin pelaje y sin plumaje, nos revestimos con las pieles preciosas de animales a quienes cazamos, exterminamos o mantenemos en cautividad.
  • Leemos, hablamos, cantamos, componemos música, escribimos novelas, poesías, fórmulas químicas y matemáticas — lo hacemos, mientras que esos mismos pensamientos, en forma abstracta se transmiten por medio de instrumentos electrónicos por todo el espacio sideral.

Salimos del Edén, pero muy pronto, nos creímos divinos, tratando de usurpar el fuego sagrado.

Nada superfluo en el plan de la Naturaleza

Así lo expresaría Leonardo Da Vinci, y así mismo es como es. La belleza de la Obra de Dios consiste en que Él no ha dejado nada a chance ni (desdichadamente) a nuestro entender.

Desde que abandonáramos los árboles en la foresta densa de la selva y, como animales bípedos, nos aventuráramos en la sabana con su expansión ilimitada, donde nuestros enemigos/predadores pudieran agredirnos, lo hicimos porque instintivamente sabíamos que éramos, como animales, tan cerca a lo invencible como sería por siempre posible.

Para nosotros; nuestro peso ligero, la comida escueta que consumíamos, la agilidad física de que gozáramos aun en la vejez, el trabajo corporal que disfrutáramos, la vida social que era nuestro destino, el uso de la fantasía, los placeres de la música, los ejercicios de la semántica, el conjuro de la magia, la adoración de los ídolos o la veneración de un Dios "legítimo" eran actividades controladas; que no podían extirparse o ser separadas de nuestras vidas — de hacerlo pagaríamos el castigo de la mortalidad y del olvido total.

La semántica, las coincidencias, las simetrías, las premoniciones

Nuestros conocimientos de la Naturaleza son profundos y nos conducen por caminos misteriosos y, a veces, apacibles.

  • Si, indiscutiblemente, estamos dotados del cerebro de mayor envergadura y de la mayor capacidad procesadora de la Creación. Nuestro pariente lejano el cohombro marino, nace con un cerebro el cual usa por los dos o tres días que les son necesarios para encontrar la colonia dentro de la cual vivirá. Habiéndolo logrado, se come el cerebro, ya que no le servirá para nada más en la vida.

 

Cohombro marino

  • Si muchos seres humanos tienen que ser sometidos a cirugías gastroplásticas para eliminar sus gorduras — por lo que, en exceso comieron. Por su parte, la polilla de la seda, de adulto nada come, porque carece de boca.
  • Si Dios condenó al hombre al trabajo y a la mujer a tener partos dolorosos — ¿Por qué lo hizo? y ¿por qué lo decretaría de esa manera?
  • ¿Dónde dirigir nuestros pasos para solucionar nuestros dilemas?

El exegeta

En nuestras creencias, a veces erramos en adoptar la posición ingenua de quien, descontento con el status quo, procura nuevas vistas y nuevos horizontes para seguir el sendero de la sabiduría — a veces, lo hace guiado por el conocimiento de la especie — pero lo hace buscando falsos profetas, con resultados tristes al final.

Busquemos nuestros destinos en la fuerza interior que nos conduce a los conocimientos del que verdaderamente sabe — el centro nervioso de nuestra vida instintivo-emocional.

De esto hablaremos más adelante, sólo con los iniciados.

Bibliografía

Livio, M: The Golden Ratio (2002) Broadway Books NY

Pickover, C. A: Keys to Infinity (1995) John Wiley NY

Stewart, I: Does God Play Dice? (1997) Penguin NY

Penrose, R: Shadows of the Mind (1994) Oxford NY

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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