En Francia el envenenamiento dirigido se hace sentir en los siglos XVII y XVIII, cuando se utilizo para resolver problemas entre la aristocracia. La envenenadora más famosa de la época fue la Marquesa de Brinvilliers-La Motte, Marie Madeleine d'Aubray (1630-1676). Tuvo entre sus victimas a su padre y hermanos, además de atentar infructuosamente contra su hija, y cuya pasión por los envenenamientos la convirtió en envenenadora compulsiva, quien confirmaba la efectividad de sus pócimas con indigentes, a los que envenenaba sistemáticamente durante sus visitas de caridad a hospitales y hospicios; repartía chocolates y dulces envenenados. El caso de esta asesina provoco la creación en Francia de un tribunal exclusivo para juzgar casos de envenenamiento: la Chambre Ardente o Chambre de Poisons.
El asunto de los envenenamientos alcanzo tal magnitud en esas sociedades, que se hizo común el uso, de un degustador (praegustator), quien tenia como responsabilidad, comer primero de los alimentos que iba a consumir su patrón, muy especialmente en ocasión de invitaciones a fiestas y banquetes. Esta costumbre era ya antigua, y se conoce la participación en el envenenamiento del emperador Claudio (54 d. C), de su propio praegustator, el eunuco (castrado) Halot.
La explotación del envenenamiento se desarrolló entre las sociedades de la historia, dirigido principalmente hacia provocar cambios políticos, acelerar transmisión de bienes hereditarios y resolver problemas matrimoniales o de parejas, generalmente entre las clases pudientes o dominantes.
En el siglo XIX, los envenenamientos fueron perdiendo actualidad en la medida que se fueron descubriendo técnicas de detección de tóxicos en el cuerpo humano. Cuando se descubrió como aislar el arsénico en un organismo, se abrieron las puertas para la detección de los demás venenos; la muerte por envenenamiento podía ser probada, tal riesgo constituyo el fin del oficio de envenenador.
No obstante, el envenenamiento selectivo a humanos, no necesariamente desapareció; muy posiblemente se especializo. Habrá que esperar quizás muchos años para conocer sabrá Dios de cuantos envenenamientos que no nos hemos enterado.
Aprovechemos la ocasión para citar casos de gran repercusión mediática.
Durante la guerra fría, el envenenamiento de adversarios políticos era común entre las partes.
En 1978, el exiliado escritor búlgaro Georgi Markoc, estando en una parada de Londres, fue pinchado con un paraguas en una pierna por una persona que se excusó amablemente. Cuando llego a su casa empezó a sentirse mal y a los tres días murió. El diagnostico, ricino con una mezcla de iridio y platino inyectada. El asesinato se atribuyo al servicio secreto ruso.
Ya en nuestros días en el año 2004, Víctor Yushchenko, político ucraniano, fue envenenado con un veneno, hasta ese momento de desconocido uso para esos fines, una dioxina*; contaminante que resulta del proceso de la fabricación de herbicidas y otros productos químicos. El tipo no murió, pero quedo desfigurado para siempre. Los rusos otra vez.
Victor Yushenco, antes y después de ser envenenado
En la segunda mitad del siglo XIX, la necesidad de controlar las plagas agrícolas provocó el impulso de la industria de los pesticidas, o sea, floreció la alternativa de la utilización de productos que eliminaran las pestes o plagas que afectaban los diferentes cultivos comerciales; siendo las enfermedades del cultivo de la vid, el principal precursor de los pesticidas agrícolas. Aparecen los productos en base a azufre y cobre, también se utilizo el arsénico, ya conocido matador de gente. Además se registran ejemplos particulares de utilización de insecticidas naturales en el control de plagas agrícolas; de forma limitada se aprovechaba el efecto insecticida de sustancias naturales como los piretros, la nicotina y la rotenona.
Recreémonos con el ejemplo del cultivo de la vid, o sea, la uva (Vitis vinifera), cuyo cultivo para la producción de vino data de miles de años y que con el tiempo, a pesar de su origen mediterráneo, extendió su presencia alrededor de todo el globo gracias a su poder de adaptabilidad a diferentes climas.
Es precisamente en el siglo XIX, que en plantaciones comerciales de uva se desarrolla la manifestación de enfermedades producidas por plagas hasta ese momento poco importantes, existían antes en poca escala, pero que llegaron a alcanzar niveles de incidencia tales, que disminuían considerablemente la producción.
Enfermedades producidas por hongos como el Oidium (oidio, ceniza o quintal) y el mildeu dieron lugar al nacimiento de los fungicidas azufrados contra la primera y los cúpricos (caldo bordelés), contra la segunda.
Otra enfermedad, la filoxera, esta producida por un insecto (Daktulosphaira vitifoliae), llegó a los viñedos Europeos procedente de América, donde se había introducido el cultivo de la vid por colonos del viejo continente, y quienes al llevar sus variedades de uva a Europa, llevaron consigo al insecto, hasta entonces desconocido por esos lares; esta plaga causó grandes estragos al punto de que en varias regiones vitícolas se necesitaron hasta 30 años para recuperarse. Las primeras soluciones contra la filoxera fueron medidas culturales como utilizar variedades resistentes, y utilizar técnicas de cultivo que retardaban el desarrollo de la plaga. Posteriormente se hicieron necesarias acciones más efectivas con lo que se ideó la utilización de un poderoso veneno, el sulfuro de carbono diluido en agua, inyectado profundamente en la tierra al pie de la planta. Este insecto tiene fase larval subterránea que se alimenta de raíces.
En los primeros tiempos del uso de pesticidas para el combate de las plagas, las acciones estaban dirigidas principalmente a la eliminación de los criaderos, específicamente se utilizaban larvicidas como el acetoarsenito de cobre o aceites derivados del petróleo que asfixiaban de manera mecánica a las larvas acuáticas (caso del mosquito) al bloquear su respiración; la lucha contra la fase adulta del insecto fue posterior. El uso de adulticidas no se desarrolló hasta el descubrimiento de la capacidad insecticida del DDT.
Paralelamente a la búsqueda de pesticidas agrícolas, el hombre estudiaba los venenos de nuevo con el objetivo de matar gente, ahora con fines bélicos; dando origen a las llamadas guerra biológica y guerra química.
"Se define como guerra biológica el uso intencional de organismos vivos o sus productos tóxicos para causar muerte, invalidez o lesiones en el hombre.
La guerra química es la utilización de un producto químico para alcanzar los mismos objetivos de la guerra biológica.
Tropas alemanas lanzan gas de cloro en Ypres, 22 de abril de 1915.
La Primera guerra Mundial ha sido llamada como la "guerra de los químicos" expresión histórica de lo que es la guerra química, se puede mencionar que los alemanes, el 22 de abril de 1915, lanzaron una nube de gas cloro sobre las tropas francesas en Ypres, provocando las bajas necesarias para alcanzar el Canal de la Mancha. Después de este ataque, los aliados empezaron a usar mascaras antigas en los frentes de combate. Además, los franceses utilizaron fosgeno, gas venenoso que incapacitaba a las 24 horas de entrar en contacto con el. También se utilizaron gases lacrimógenos como el bromuro de xililo.
De esta forma el uso de gases tóxicos en la lra. Gran Guerra, se generalizo en ambos bandos, culminando con el uso del gas mostaza (sulfuro de bis-2cloroetilo). Se estima que este produjo mas de 400,000 bajas (las bajas comprenden los muertos y los incapacitados, estos últimos hasta el 90%). Se calcula que ambos bandos utilizaron alrededor de 124,000 toneladas de gases tóxicos durante la contienda.
En el 1925, un convenio internacional firmado en Ginebra, prohibió el uso de gases tóxicos con fines bélicos. No queriendo esto decir que no se hayan vuelto a utilizar; entre los casos conocidos de violación flagrante de este pacto citamos que Mussolini uso gas mostaza contra los etíopes en 1936, en la campaña de Crimea y Saddan Hussein contra los kurdos en 1987.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes utilizaron gases tóxicos preponderantemente en los campos de exterminio de prisioneros.
En 1952 se denunció ante la ONU el uso de armas biológicas por parte de E.U. contra Corea y China. Se produjo un informe de 700 páginas, citando el uso de moscas, piojos, mosquitos, roedores, conejos y otros animales pequeños infectados con gérmenes de cólera, ántrax, peste bubónica y fiebre amarilla. Los Estados Unidos refutaron los cargos y las Naciones Unidas nunca se pronunciaron.
Otro caso de guerra química con un matiz diferente que el tradicional fue la utilización de herbicidas por parte de los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. Los bosques eran rociados con el funesto "agente naranja", provocando su muerte o defoliación, dejando al desnudo los escondites del enemigo. Esta estrategia dio poco resultado militarmente; lo que si produjo con el tiempo fue numerosas enfermedades y dolencias no solo entre la población enemiga sino a las mismas tropas americanas. Los productos que se usaron fueron 2, 4, D, 2, 4, 5 t y Paraquat.
A partir de 1940, se empiezan a producir a gran escala insecticidas no naturales, con fines agrícolas y domésticos, sucediéndose progresivamente el DDT, los insecticidas órganos clorados, los organofosforados y los carbamatos, llamados orgánicos sintéticos por la presencia de carbono en su composición química.
Con el tiempo fueron declarando su peligrosidad para el hombre y animales de sangre caliente lo que ha producido su desplazamiento por una nueva generación de insecticidas, los piretroides; de origen orgánico preparados artificialmente por el hombre modificando la estructura de los piretros naturales, extraídos de las flores secas del Crisanthemun cineranefolium; y los nicotinoides producidos a partir de la nicotina del tabaco, ambos se caracterizan por degradarse rápidamente y un muy breve poder residual.
Bibliografía:
Veneno: el delicado arte de matar. Ernesto Castrillón
www.combat-monsanto.es/IMG/jpg/agent_orange_
Wikipedia, la Enciclopedia libre.
Entomología aplicada (IV) La filoxera o el invasor que vino de América.Ignacio Pérez Moreno. Depto.de Agricultura y Alimentación. Universidad de La Rioja.
El veneno siempre fue un arma política. Por Luis Ignacio Parada
Autor:
Antonio Alfau
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