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Violencia en El Salvador: Maras y Bandas Delincuenciales -Primera parte-

Enviado por Pedro Ticas


Partes: 1, 2

    1. Introducción
    2. Impacto de la Urbanización
    3. La Violencia
    4. La Delincuencia 
    5. La particularidad del concepto Mara

    Introducción

    Sin duda que el tema de la delincuencia ha alcanzado niveles que rebasan las posibilidades técnicas y humanas de muchos países latinoamericanos. En El Salvador, en los últimos meses, la delincuencia ha ascendido con celeridad y puede convertirse peligrosamente en símbolo de violencia social, es decir, que pareciera ser que el uso de la violencia en actividades delincuenciales conlleva a la innecesaria demostración simbólica del poder en la que cada acto delictivo violento conlleva una condición de poder sobre el subordinado, que en este caso resulta ser la victima.

    Requiere entonces analizar tres componentes indispensables de la vida social nacional, pero particularmente de aquellos espacios urbanos y de las múltiples formas en las que éstos se construyen. En el insistentemente llamado "Gran San Salvador", convive una mezcla de conformaciones humanas que muy poco permiten categorizarlas en su debida forma, de hecho, su misma volutividad conduce a la observancia de cambios repentinos, bruscos y poco identificables. San Salvador se construye en su espacio e interacción humana, en diminutas partes encontradas en sus formas y en su configuración étnica, cultural, histórica y socioeconómica. Se trata de una ciudad de incipiente  formación llena de sinnúmero de  realidades que sólo pueden articularse con esfuerzo teórico. En virtud de esas realidades, las Maras constituyen uno de los grupos que requieren estudio constante. En esta línea, abordaremos tres elementos básicos. 1º. el impacto de la urbanización, 2º. la definición de violencia y delincuencia y 3º. La particularidad del concepto Mara.

    Impacto de la Urbanización

    Indistintamente de la historia, particularidades y cultura, el nuevo tipo de globalización que hoy vivimos, acelera los procesos de urbanización en casi todas las sociedades. De los años 40´ a los 80´, los países industrializados diseñaron un plan de crecimiento urbano para Latinoamérica consistente en la generación  de empleo, especialmente en la rama industrial, ahora, parece que tal diseño de urbanización ha sido substituido por el antiguo concepto de la sociología alemana  de "continuum folk-urbano" [1]de Robert  Redfield quien coloca la actividad urbana latinoamericana como simple expresión de las conductas y caracteres propios de individuos y no de la historia misma de estos individuos, dicho de otra manera, para el siglo XXI los países occidentales se empeñan en imponer modelos urbanísticos de ciudad-mercado en Latinoamérica, de los cuales El Salvador es un ejemplo.

    En San Salvador, el espacio (y no necesariamente su cultura urbana) se amplía casi sin límites. La industria de la construcción se impone de manera inapropiada y la ciudad crece amorfa y desordenadamente sin diseño propio. Esto que llaman ciudad, apenas cumple con  los requisitos básicos para la administración de los servicios que provee.

    En realidad todo diseño urbanístico pasa por la incorporación de su población a una cultura urbana, condición que desde luego no se cumple en este caso. La ciudad muestra fuertes rasgos de la cultura agrícola Colonial y la ilusión de lo urbano, aún con todo el montaje de su infraestructura no hace más que profundizar la brecha entre lo humano y su espacio. En su sentido estricto, la cultura urbana es un complejo sistema de lenguaje, organización social, étnica y económica que se expresa en la cotidianidad de los individuos de manera articulada y vinculante, casi interdependiente. Sus códigos, sistema de señales, nomenclaturas, conductas y cosmovisión los une e identifica, aunque esto mismo signifique distinguir sus particularidades y heterogeneidad [2]. 

    En realidad pensar la "ciudad de San Salvador" implica reconocer las conductas semiurbanas en la mayoría de sus habitantes. Agresividad, lenguaje precario en políticos, funcionarios, universitarios, empresarios, sectores económicos  medios y altos, etc. (posiblemente con un vocabulario de no más de 15 conceptos), desinterés por el conocimiento académico, desinterés por el arte y la cultura, malos hábitos de higiene (meterse los dedos a la nariz, estornudar sin  cubrirse y escupir en la calle), son algunos ejemplos que confirman el espacio urbano como  un extenso paraje verde con incrustaciones simbólicas de urbe con tendencia comercial. En estas circunstancias,  a diferencia de los jóvenes rurales en donde su identidad se manifiesta claramente con su propio devenir y cosmovisión, los jóvenes urbanos se confunden en sus propias formas de pertenencia étnica y cultural, precisamente por ello, buena parte de jóvenes se integran a grupos contestatarios o de resistencia local[3]. En realidad no es para menos, los espacios juveniles para la expresión sociocultural apenas surgen como destellos imaginarios.

    Ciertamente, los jóvenes difícilmente encuentran su función en una ciudad carente de alternativas culturales, económicas y sociales, por el contrario, les exige compromisos civiles, morales y éticos que realmente la misma ciudad no les proporciona, aunado a esto, la construcción de nuevas carreteras (indispensables para el comercio) aceleran el rompimiento de los intervínculos sociales y de pertenencia étnica, dividiendo territorios que obligan a los individuos a la creación de micromundos con ínfima proyección hacia el futuro, por ello, sin lugar a dudas, el mismo proceso de urbanización tiende a desaparecer u ocultar a grupos emergentes tales como las Maras.

    La Violencia

    Partes: 1, 2
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