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La Seguridad Internacional y la Prevención de Conflictos en América del Sur


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo
    2. Comentario final

    Introducción

    Un hito en la Seguridad Internacional de América Latina ocurrido en los inicios del siglo XXI, ha sido la Conferencia Especial de Seguridad, donde se emitió la Declaración sobre Seguridad de las Américas 2003.[1] En América del Sur esta declaración es trascendente por los valores que se comparten y por los enfoques comunes que incluye. Precedida por una amplia búsqueda de consensos, ha constituido el referente principal para ordenar las agendas sobre la cooperación, confianza mutua y, en especial, la definición de las amenazas que se ciernen sobre los países del subcontinente. Algunos hechos posteriores a la declaración aludida, han confirmado la fortaleza de sus contenidos y la vigencia de su estructura de seguridad para prevenir los conflictos. Lo que no impide que algunas de sus aserciones obliguen a una observación dinámica y a una aceptación de los instrumentos que, a partir del término de la Segunda Guerra Mundial, fueron conformando un andamiaje para sortear las contingencias, que siempre en las relaciones de seguridad y defensa coexisten.

    Algunas de las más importantes conclusiones que contiene la Declaración 2003 es que la seguridad en el Hemisferio es de alcance multidimensional, e incluye las amenazas tradicionales y las nuevas amenazas, preocupaciones y otros desafíos a la seguridad de los Estados del Hemisferio, donde las prioridades y la suma del aporte que hace cada Estado contribuye a la consolidación de la paz y al desarrollo integral, dentro de una contexto de justicia social, que se sustenta en valores democráticos, la cooperación y el respeto a la soberanía nacional. En este sentido, cada Estado es soberano en identificar sus propias prioridades nacionales de seguridad y definir las estrategias para hacer frente a las amenazas, conforme a un ordenamiento jurídico, y con el pleno respeto del derecho internacional y a las normas y principios de la Carta de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Se observa entonces, que los dos principales instrumentos para la prevención de conflictos están de una forma u otra presente: la ONU y la OEA.

    Como se puede apreciar, los Estados participantes en la Conferencia sobre la Seguridad, además de coincidir en que las amenazas tradicionales a la seguridad y sus mecanismos para enfrentarlas siguen siendo importantes, convienen en que para enfrentar a las amenazas emergentes se requiere de un esfuerzo intersectorial y de respuestas variadas, donde la acción de la fuerza militar es sólo uno de los recursos para contrarrestarlas, y la cooperación entre los Estados es por excelencia la modalidad para enfrentar a las amenazas de carácter global.

    En relación al contexto anterior, en este artículo se efectuará una breve revisión de la estructura de seguridad para la prevención de conflictos en América del Sur, y a la incertidumbre que algunas amenazas o acciones unilaterales han ocasionado a las relaciones de confianza y cooperación.

    Desarrollo

    La Estructura de Seguridad de Latinoamérica se ha ido conformando con la suma de los acuerdos y organismos que tratan sobre la seguridad mundial, hemisférica, regional o subregional. Su formación ha obedecido a razones coyunturales de la seguridad internacional, como han sido los períodos de guerra en su prolegómeno, desarrollo y posguerra. Ya sea para intentar evitar un conflicto, para enfrentar unidos desafíos estratégicos, concordar en el período de vuelta a la paz, y adoptar medidas preventivas para que no ocurran los mismos hechos. Su resultado ha sido una estructuración causal que no siempre cuenta con una adecuada institucionalización que le dé un sustento definitivo en la prevención de conflictos; por el contrario, la obligatoriedad del cumplimiento de sus políticas no está asegurada y dependerá de cada situación particular que los países participen o no en ella. La falta de confianza en los organismos internacionales e instrumentos que lo conforman, ha motivado que algunos académicos hayan indicado que: Carecemos de una institucionalidad efectiva en el ámbito de la seguridad que permita sistematizar la cooperación.[2] Esta aseveración se ha traducido en la búsqueda de otras alternativas que hagan más funcional la estructura, una de ellas es la instancia que actualmente reviste la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y dentro de ésta el Consejo Suramericano de Defensa, que por su reciente creación no es conveniente extenderse en augurar su cometido, aunque tampoco se puede dejar de reconocer que se inició con el traspié que significó los inconvenientes para la designación de su dirección ejecutiva.

    Al margen de lo anterior, es propio recordar que –al fin de cuentas– las voluntades políticas de los Estados han permitido que las directrices de carácter mundial, para regular y acordar materias de la guerra y sobre el arreglo pacífico de los conflictos internacionales, están dados por las Conferencias Internacionales de La Haya de 1899 y 1907, así como por las Convenciones de Ginebra de 1906, 1929 y 1949. En lo que se refiere al Continente americano, las pautas las marcan el Tratado de Gondra, firmado en 1923, y la Organización de Estados Americanos de 1948.

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