Descargar

Síndrome del Hartazgo Nocturno: La epigénesis y la psicoterapia en acción

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. La evidencia contraria
    2. Había que afanarse para poder comer
    3. Llega la noche y caen las tinieblas
    4. Veamos, para empezar, lo que sucede cuando nos ponen a dieta
    5. ¿Dónde reside la solución a este misterio?
    6. La evolución adaptada a la comida: palabras clave…
    7. El síndrome del hartazgo nocturno
    8. La regulación afectiva
    9. Conclusión
    10. Bibliografía

    Uno de los grandes misterios de la vida oceánica es la razón por la cual el pez luna y la tortuga marina, pueden crecer alcanzando el peso de 2,000 libras, viviendo en una dieta de aguavivas, criaturas  cuyos cuerpos contienen un 95% de agua.

                                             

                                                                                 Pez luna

    Mientras que nosotros…

    El controvertible y cuasi axiomático proverbio que nos indica que el ser humano está programado, en su estrategia alimenticia, para consumir tres comidas "balanceadas" al día, lo resume de la siguiente manera formal:

    "Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo".

    Este apotegma, en mi educada opinión, fue concebido por alguien incauto; siendo formulado, basado en los designios del mercadeo de los cereales, de la leche y de los huevos, pero, careciendo de bases lógicas o científicas para substanciarlo.

    La evidencia contraria

    Primero, trasladémonos al período en que campeábamos en las planicies y sabanas del Á frica occidental donde se cree que habitáramos inicialmente durante el holoceno. Viviendo en medio de bosques frondosos, rodeados de agua en cantidades fluctuantes y resguardándonos en moradas improvisadas — donde nos albergábamos para pasar las noches largas, oscuras y, para nosotros, insondables — nos resultaría imposible despertarnos para empezar el día seleccionando de entre nuestras inexistentes despensas las provisiones necesarias para preparar el desayuno para la familia.

    No, cuando despertábamos a la luz del primer indicio de la madrugada, los únicos de los habitantes de la tribu que tenían acceso a comida eran los niños lactantes que se nutrían de la leche proveniente del seno de madres delgadas. Los demás tenían que salir a procurarla.

    Había que afanarse para poder comer

    Entonces, no desayuno y no rey, excepto el del bebé supremo…

    Las mujeres más jóvenes y las niñas más desarrolladitas de la horda salían en conjunto a buscar frutas, calabacines y bayas — amén de otros vegetales y hojas comestibles — para dar comienzo a la jornada. La educación escolar no había nacido todavía. Había, sin embargo, de alguna manera, que renovar la provisión de agua, mantener el fuego prendido y preparar el fogón para la primera colación del día que llegaría más adelante traída por quienes la iban a buscar.

    Los hombres jóvenes y los niños de edad un poco avanzada, necesariamente con los estómagos vacíos, saldrían a procurar caza y pesca para nutrir el grupo tribal.

    Habiendo emprendido la incursión por comida, cuando encontraban presa, ésta era montaraz, nutrida de la manera más simple y viviendo en plena libertad para evadir ser capturada sin oponer resistencia. O de lo contrario, había que seguir los pasos de carnívoros grandes para consumir las piltrafas por ellos abandonados.

    Para lograr disfrutar de los residuos por otros predadores dejados, a veces, era preciso combatir otras bestias, asimismo hambrientas, y en búsqueda igualmente de carroña.

    Comer no era fácil, a veces riesgoso, y requería mucho esfuerzo lograrlo.

    Partes: 1, 2
    Página siguiente