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Entre la desobediencia y la sumisión: el teatro de Amalia de Castillo Ledón

Partes: 1, 2

    Amalia de Castillo Ledón, (Santander Jiménez, Tamaulipas, 1898-1986) una de las primeras feministas de México, fue uno de los pilares intelectuales más importantes del país y a la que le debemos en gran medida la obtención del voto de la mujer. Nos legó una vasta obra literaria compuesta por poesía, ensayo, artículos periodísticos, conferencias y cinco obras de teatro en donde la mujer es la generadora y receptora del conflicto dramático.

    Sus textos fluctúan entre la comedia y la pieza, géneros que estaban en boga en los años veinte y treinta del siglo XX. Una constante de su teatro es que nunca les permite la felicidad completa a sus protagonistas; al final las deja en una profunda soledad y sin derecho a encontrar el camino que las conduzca a ser mujeres completas.

    La primera de sus obras y por cierto, la más exitosa, fue Cuando las hojas caen, escrita aproximadamente entre 1918 y 1920, cuando ella era estudiante de Filosofía y Letras y representada hasta 1929. En esta pieza la autora hace una profunda reflexión acerca de la verdad a medias y la mentira, que conducen irremediablemente a la desdicha conyugal. Este conflicto es provocado, en parte, por la incapacidad para comunicarse entre los personajes. El silencio es el arma en la que se escudan para evitar confrontarse. Los falsos entendidos y la cobardía para enfrentarlos, provoca un triple conflicto dramático cuyo clímax asciende hasta llegar a la imposibilidad de lograr la felicidad de los personajes. Clara, la madre, Alicia, la hija y su esposo Jorge son los protagonistas de esta pieza en la que impera el silencio. Nadie es capaz de confrontarse para lograr una solución a un malentendido entre ellos.

    La autora nos presenta a dos mujeres débiles con un pasado dramático feliz y viviendo en una situación económica y social boyante que les impidió conocer las grandes pasiones. Jorge, un hombre cobarde que no supo rectificar a tiempo el error por lo que destruyó su felicidad y por consiguiente la de estas dos mujeres.

                La autora juega con una multiplicidad de significados en los parlamentos clave y eso hace que se mal interpreten las preguntas. Jorge está pidiendo en matrimonio a Clara pero ésta interpreta que le está pidiendo la mano de su hija. El silencio de Jorge y la ingenuidad de Clara provoca el conflicto. Alicia es solo una joven que nunca supo lo que era la vida hasta que se enfrenta con su fracaso matrimonial, y al sentirse derrotada cuestiona a la madre para que le aclare el porqué no le enseñó lo que era la vida.                                                                                                                                                                  

    Alicia.-            No quiero reprocharte, pero ¿por qué no me hiciste ver la vida desde niña, tal cual es; por qué no me señalaste siempre el lado triste de las cosas; por qué no me abriste los ojos y me hiciste ver las pequeñeces y las crueldad que hay por todas partes. (41-42)

    Es decir, que el silencio de la madre para mostrarle el mundo de afuera le hizo el camino más fácil para ser una fracasada. Alicia aprendió de la madre a evadir la realidad escudándose en los silencios y al verse derrotada no tiene la capacidad para romper la distancia y eliminar el silencio:

    Alicia.-            …Lo que más me desespera es no saber qué es. Hay algo que se interpone entre él y yo. He querido vencerlo, he querido triunfar de ello o de ella. Todo es inútil. Me estrello contra su indiferencia, que es el peor de todos los desprecios. Y así vivimos, yo conteniendo mi desesperación, y él desparramando su fastidio.(43)

     La distancia que se marcó en el matrimonio es infranqueable y el silencio es el arma para lograrlo pues para Jorge, Alicia es solamente "una sombra de remordimiento que me rodea y me cerca siempre, igual que un fantasma" (49)

                La autora nos presenta un final desolador para ambas mujeres. Clara la madre contraerá matrimonio con un antiguo pretendiente pero al que no ama, solo busca la compañía y tranquilidad para su vida, Alicia, por su actitud pasiva, inactiva, sin quejarse, sin protestar, sin hacer ruido, y en decidido silencio se quedará esperando que algún día el marido decida romper el dique que los separa. Ella ya no lo pudo romper, pero no está capacitada para abandonarlo y rehacer su vida, y como buena mujer de los años veinte cree que un hijo vendrá a ser la solución a su fracasado matrimonio.

     

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