Microempresa y Comercio de la Calle: ¿Alternativas económicas para El Salvador del siglo XXI?
Enviado por Pedro Ticas
- Premisas indispensables
- Vivir el presente: la cultura salvadoreña de paso
- El comercio de la calle
- El caso de las PYME
- El comercio en el Centro Histórico: el punto nacional de partida
- La cultura comercial en el Centro Histórico
- Organización cultural
- Cultura e individualismo: la reducción de las relaciones de parentesco
Premisas indispensables.
No debemos abordar el fenómeno económico si no entendemos el fenómeno cultural de una sociedad. Nada se construye fuera de las identidades o conformaciones culturales, de hecho, la respuesta a la organización social, familiar, económica, política, religiosa y otras tantas, deriva de la cultura, en tal sentido, presentamos algunas reflexiones rápidas sobre este punto.
Vivir el presente: la cultura salvadoreña de paso
En 19961 presenté algunas reflexiones sobre el impacto social, económico y cultural que el período Colonial ha dejado en esta sociedad, ahora, todo parece indicar que nada ha cambiado y que la cultura de dominio del Señor sobre el Siervo continúa siendo la forma de relación sociocultural predominante y que la inseguridad en sí mismo, como una de sus características fundamentales, se fortalece con más recurrencia. En términos generales, el individuo se muestra inseguro de tomar decisiones de trascendencia para su vida, prefiere que otro las tome por él debido a su temor al riesgo, entiende que si él hace lo que no debe hacer, es porque otro hará lo que él verdaderamente quiere hacer, pero que el fracaso o triunfo del otro, lo exime de toda responsabilidad. Precisamente en esta falta de responsabilidad consiste su "disociación de pensamiento"2, es decir, suponer que otra persona debe asumir las responsabilidades que él mismo debería asumir. Paralelamente, en el lenguaje cotidiano se revelan conductas de supeditación y subordinación tales como: "me regala una gaseosa", "me regala una tortilla", aunque claro, todo queda en el imaginario del regalo porque todo se paga. De igual manera, en el lenguaje cotidiano y común se manifiesta la constante ansiedad por el poder que le ha sido negado durante su historia: "me apaga el celular", "se me sienta allá", "hágame una fila", "ya me lo atienden", en fin, la contradicción entre el poder y la subordinación heredados del período Colonial deriva esencialmente en dos conductas muy propias de la cultura de la subordinación, esto es: el miedo y la inseguridad, por ello, en consecuencia, la desconfianza, deslealtad, agresividad, la intromisión en la vida particular de otra persona, la prohibición de vida conyugal en la misma institución, la intolerancia y otras tantas, son ejemplos claros de sistemas hacendarios propios del proceso de Formación Social Salvadoreño. Aunado a esto, el déficit alimenticio contribuye al desinterés por el futuro. La deficiente herencia alimenticia que el período Colonial impuso en todos los sectores dejó una conducta y cultura de bajas proporciones en el comportamiento social y alimenticio en la población, por ello, lo que diaria e independientemente del poder adquisitivo consume cada salvadoreño y que considera alimento completo, puede resumirse de la siguiente manera: Desayuno: frijoles, huevo, plátanos, crema, pan, café; Almuerzo: sopa de frijoles, pollo, ensalada, tortillas, arroz; Cena: frijoles, huevo, queso y muy eventualmente, otro tipo de alimento, incluso los mismo comedores tales como Biguest, Donuts y similares ofrecen los mismos alimentos diariamente. De igual manera, mientras las pupusas, chilate, pasteles y otros tantos continúen sustituyendo a los verdaderos alimentos, las familias presentarán un problema crónico de desnutrición, deficiencia educativa y demás derivaciones.
Así pues, no es difícil comprender por qué la sociedad vive el presente y compra fácilmente casi cualquier símbolo o modelo económico o educativo. Resulta que culturalmente, la sociedad prefiere no asumir las responsabilidades socioeconómicas y académicas (conocimiento) que el futuro demanda. Predomina la ley del menor esfuerzo, del menor compromiso, quizás por ello, en este país, continúan desfilando consultores y conferencistas que entre otras cosas no constituyen el problema, sino más bien, los 25 años que El Salvador lleva capacitándose y que muy poco se traducen en la transformación de la realidad nacional. Precisamente, eso que sucede con respecto al saber y el conocimiento, se reproduce análogamente en casi todos los ámbitos de la vida nacional.
En definitiva, en términos generales, la sociedad adopta una cultura de apatía y poca importancia por su devenir, el país es un espacio temporal mientras emigran a Estados Unidos, viven y se identifican con el momento porque su sentido histórico responde al momento coyuntural, la eventualidad, la circunstancialidad, en tal condición, aparentemente, el proyecto de Nación luce muy distante del ejercicio conjunto de construir una sociedad con visión de futuro en el presente siglo, sobre todo a partir del reordenamiento económico mundial. En el marco de una cultura nacional predominantemente orientada por patrones provincianos, cerrada y localista, la inserción de El Salvador en la economía mundial contiene en sí mismo algunas dificultades, en tal sentido, el diseño económico nacional debe organizarse con sus particularidades históricas, culturales y económicas.
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