- Introducción
- Origen y leyenda
- El mito y la obra
- Elementos de la obra que no aparecen en el mito
- Conclusión
- Bibliografía
Introducción
El dramaturgo del Siglo de Oro español Gabriel Téllez más conocido con el nombre de Tirso de Molina, en su tiempo necesitó abrirse paso entre las dos grandes figuras que habían conquistado la admiración popular: Lope de Vega y Calderón de la Barca.
A pesar del injusto olvido en que cayó casi toda su obra, a Tirso se lo recordará e identificará siempre con un único personaje, con el que honró la literatura de España y le permitió trascender sus fronteras. Se trata de don Juan, el gozador impenitente de las mujeres, libertino y desafiante de las leyes sociales y divinas, el mentiroso y transgresor, el Burlador de Sevilla.
Por ello, para siempre éste personaje, arquetipo de las letras universales, creado por Tirso y prolongado en variantes célebres como en Moliêre o Goldoni solo por nombrar algunos, le permitió a este gran dramaturgo español ser rescatado de la "oscuridad" del arte y ocupar un lugar merecido en la memoria.
De manera que, me propongo a abordar el personaje desde el mito, desentrañando el origen o leyenda, que inspiró al autor para la creación de su personaje, tomando como eje central la obra de teatro de Tirso, "El Burlador de Sevilla y convidado de piedra", la cual me va a permitir, referencia textual mediante, tipificar los rasgos de la conducta del personaje y además descubrir en su conjunto una obra que no solo es un clásico de la literatura universal, sino que pervive con una vigencia recurrente que surge a partir de lo coloquial y cuyo influjo inspirador sedujo a "grandes" de las letras y de otras artes como el cine y la música.-
Origen y leyenda
Tirso para fundar su personaje, no solo apeló a su capacidad creadora, sino que dramatizó una vieja leyenda, la cual parece remontarse[1](como ha sido estudiado por Said Armesto y Menéndez Pelayo) a algunos romances leoneses cuyo protagonista, un joven descreído, se atreve a invitar a cenar a una calavera y recibe un escarmiento sobrenatural. De esta leyenda se conservan, en la primera versión del mito que elaboró Tirso para el teatro, los dos elementos fundamentales de la misma: la transgresión y el castigo. Pero se añade un argumento riquísimo en peripecias antes de llegar a ese castigo. El castigo final que los cielos hacen caer sobre don Juan Tenorio, aunque está directamente vinculado con su hazaña más desmesurada y audaz, la de invitar a cenar a una estatua y aceptar luego el convite con que ésta le corresponde, no se refiere solamente a este último atrevimiento sino al desprecio de todas las leyes divinas y humanas de que venía haciendo gala el protagonista en sus aventuras amorosas precedentes.
También estos orígenes merecieron otro estudio crítico. Según demuestra el filólogo Ramón Menéndez Pidal[2]Tirso se apropió de un "gérmen tradicional", que desarrolló con su inventiva y cuya fuente está no en manifestaciones extranjeras sino en un romance popular español de la Estatua Convidada: "Un día muy señalado/ fue un Caballero a la iglesia,/ y se vino a arrodillar/ junto a un difunto de piedra./ Tirándole de la barba,/ estas palabras dijera:/ Oh, buen viejo venerable,/ ¡quien algún día os dijera/ que con estas mismas manos/ tentara a tu barba mengua!/ Para la noche que viene/ yo te convido a una cena."
Este romance que Menéndez Pidal escuchó en la provincia de Segovia tiene otras versiones, por ejemplo en Burgos, y existen además cuentos análogos, por caso en Sepúlveda. "A este embrión tradicional pertenecen sobre todo las escenas finales de la obra -continúa el filólogo- pero la leyenda hubo de ser notablemente ensanchada por Tirso con los episodios que forman el tipo del burlador de mujeres".
El mito y la obra
Voz de la tradición y creación individual, leyenda popular y literatura culta, esta obra de tirso entreteje lazos en que la cultura universal halla cauce y la temática alcanza vigencia y despierta el interés del lector de todos los tiempos.
La obra de Tirso, la primera en la que se encuentra artísticamente definida la leyenda, se publica en 1630, por lo que debemos situarla en el Siglo de Oro español.
¿Cómo explicar su vigencia a través de los tiempos -las versiones literarias se inician en el siglo XVII – y de las diferentes culturas?. ¿ En qué reside el atractivo de este singular personaje?.
Son varias las vías que se abren para dar respuesta a estos planteos. Vulgarmente se afirma que todos los hombres tienen algo de don Juan y que ese algo es lo que encandila a las mujeres que se ven atrapadas en sus redes seductoras. Eso común, en el sentido universal, es lo que convoca una y otra vez a que la historia se repita y a que sea siempre actualizada con las variaciones que se le imponen en cada época y lugar.
Para que un texto alcance trascendencia requiere que sea capaz de plasmar fantasmas comunes a muchos sujetos, con lo que se posibilita la identificación que se produce entre el relato y el lector -o espectador-, brindando una ganancia de placer que se sostiene sin consecuencias.
Don Juan de Tenorio no retrocede ante su deseo por más obstáculos que se interpongan. Nada puede frenar la impetuosidad de su deseo. Tal vez sea éste uno de los principales atractivos del personaje, que lo ha inmortalizado como mito popular y literario.
Don Juan, el protagonista de la obra, es un joven libertino que conquista a las mujeres que encuentra a su paso, goza de ellas y luego las abandona sin el menor resquemor ni sentimiento de culpa. Con una rapidez relampagueante, corre de aventura en aventura y desafía una y otra vez las voces que le advierten sobre un castigo seguro. Desfachatado y arrogante, hace caso omiso de las admoniciones de Catalinón, su fiel lacayo y compañero quien le advierte:
(…) los que fingís y engañáis
las mujeres de esa suerte
lo pagaréis con la muerte (Jornada I)[3].
Luego de su padre quien le dice:
(…) aunque al parecer
Dios te consiente y aguarda,
su castigo no se tarda,
y que castigo ha de haber
para los que profanáis
su nombre, que es juez fuerte
Dios en la muerte (Jornada II)[4].
Y finalmente, de la estatua de piedra que representa a don Gonzalo de Ulloa, muerto por don Juan en un duelo en que aquel defendió a doña Ana, su hija violentada. Así, la duquesa Isabela, la pescadora Tisbea, la pastora Aminta y la misma doña Ana, son jalones en la trayectoria veloz del protagonista, que ejemplifica no tanto la búsqueda excitante de una mujer que lo satisfaga plenamente como su necesidad de huir de todo aquello que lo retenga o ejerza sobre él la potestad. Su tiempo es el presente. Por eso, don Juan no puede arrepentirse de lo que ha hecho porque el pasado para él no existe y tampoco siente temor por las cosas que vendrán -el futuro, en cuyo horizonte están las muerte y el más allá-.
Si la justicia divina no inquieta al burlador, cuando dice en un parlamento respondiéndole a su padre:
(…) ¿En la muerte?
¿Tan largo me lo fiáis?
De aquí allá hay gran jornada (Jornada II)[5].
Entonces mucho menos acatará las normas de la sociedad, en la cual se coloca a su margen. Su férreo egoísmo lo conduce a darse ley a sí mismo; rebelde y soberbio, escandaliza a la comunidad, que está regida por un sistema de valores aceptados y defendidos a rajatabla: uno de ellos, el de la palabra empeñada, es decir, la promesa de casamiento que hace a las mujeres que seduce para luego despreciarlas y expresar sin pudor:
(…) Sevilla a voces me llama
El burlador, y el mayor
gusto que en mi puede haber
es burlar una mujer
y dejarla sin honor (Jornada II)[6].
Otra cuestión que puede destacarse del peregrinar amoroso de don Juan, coincide con lo que Freud[7]en 1910, denominó las condiciones del amor, es decir, las características que debe reunir el objeto erótico para resultar atractivo. Don Juan elige preferentemente aquellas mujeres que le aseguren que puede haber un tercero perjudicado. De allí, en parte, el apodo "Burlador de Sevilla" con lo que lo designa Tirso. En la variación de las historias siempre hay un marido o novio engañado. El Duque Octavio -enamorado de Isabela- en primera instancia, luego le tocó el turno al Marqués de Mota -amante de doña Ana de Ulloa- y por último a Batricio -esposo de Aminta-.
Pero los días del "Burlador" están contados. Don Gonzalo de Ulloa, a quien la estatua funeraria representa, no es un muerto cualquiera, irrelevante en la trama argumental. Todo lo contrario. Es un ilustre anciano caballero muy estimado por el rey, quien sale a escena desenvainando el acero para interponerse entre su hija y el insolente que ha pretendido burlarla y mancillar su honra. Don Juan, lo vence en este combate desigual, pero antes de expirar, el viejo jura vengarse y tal vez lo que es más importante, logra dejar sin cumplimiento, por primera vez en la obra, una hazaña erótica de don Juan.
Planteada la situación general de que la justicia humana falla o llega tarde, Dios se hace presente a través del convidado de piedra, nueva instancia en que don Juan no aparece como un audaz criminal sino como un terrible blasfemo:
(…) Si acaso
la palabra y la fé mía
te faltare, ruego a Dios
que a traición y alevosía
me dé muerte un hombre (Aparte)
muerto:
Que vivo, ¡Dios no permita! (Jornada III)[8].
Con estas palabras impías, viola el segundo mandamiento, que enseña que no debe tomarse el santo nombre de Dios en vano. El irreverente don Juan, frente al sepulcro de don Gonzalo, se mofa del poder de los muertos y corona su osadía con la célebre invitación:
(…) Aquesta noche a cenar
os aguardo en mi posada.
allí el desafío haremos,
si la venganza os agrada;
aunque mal reñir podremos
si es de piedra vuestra espada (Jornada III)[9].
El final se precipita. El muerto de piedra, don Gonzalo de Ulloa lo invita a cenar y don Juan acepta, tras haberlo invitado el primero. El encuentro se realiza en la iglesia. La escena, que se torna oscura, los enfrenta a ambos: al burlador como al burlado, al pecador y al castigador. Lo que se entiende como "venganza divina", en el sentido de que "no hay plazo que no llegue ni deuda que no se pague" y "quien tal hace, tal pague", es un acto de justicia. Dios se manifiesta para pedir la reparación de los abusos y dar una lección ejemplar, de la que es testigo Catalinón en la capilla, que "arde" con el fuego de la purificación.
Elementos de la obra que no aparecen en el mito
Los componentes del mito tratados en la obra son dos: el hombre fascinador que atrae a las mujeres, las seduce, abandona y sustituye por otras en una incansable experiencia de amor; y el tema religioso que se mezcla con la pasión carnal y el cinismo del protagonista, su desafío a Dios, a la sociedad y a la Iglesia, y su castigo. Todo esto he tratado de mostrar a lo largo de la obra; ahora bien hay situaciones plasmadas en la obra de Tirso que no tienen que ver con el mito en cuestión, sino más bien con la creatividad literaria del autor.
Primeramente, voy a analizar a los personajes femeninos. En el drama de Tirso[10]las mujeres son apenas nombres y no sale muy bien parada la imagen femenina. Cuatro aventuras amorosas siguen un orden lineal que se relaciona con el itinerario -huida del personaje principal-. La mujer es solo una anécdota carnal.
Por otra parte, está el tema de la deshonra. Don Juan roba el honor de estas mujeres, con su transgresión, sus promesas, sus mentiras. Al final de la obra, luego de la muerte del Burlador de Sevilla, ese honor es repuesto, con las bodas de las mujeres deshonradas por don Juan. Lo podemos ver en el parlamento del rey, que dice:
(…) ¡ Justo castigo del cielo!
y agora es bien que se casen
todos, pues la causa es muerta
vida de tantos desastres. (Jornada III)[11].
De manera que, el Duque Octavio se casa con Isabela, quien ha enviudado; el Marqués de la Mota con su prima doña Ana, la hija del comendador devenido en convidado de piedra, muerto por don Juan; Batricio con Aminta, labradores.
Como característica de la obra[12]puede añadirse, el rasgo barroco de la historia, con claroscuros prerrománticos y se acusa en la desmesura del texto, en su marcada verosimilitud. Don Juan parece que puede volar, que ha roto las fronteras del tiempo y del espacio. Tan pronto lo vemos en Nápoles, como en las costas de Tarragona, como en Sevilla, o en Dos Hermanas y en Sevilla otra vez.
Y estos desplazamientos no concuerdan con el paso real del tiempo ni con las noticias fulminantes que van teniendo de don Juan de Tenorio los restantes personajes de la trama. Esta inverosimilitud es inherente al texto, incoherente a la vez.
Conclusión
Las creaciones poéticas de mayor alcance son aquellas cuyos personajes de ficción ascienden, con el correr de los tiempos, a un rango que sobrepasa la ficción y donde, cada vez más alejados del autor que les insufló vida, se instalan, resucitan y sobreviven de forma independiente. El personaje de Tirso, don Juan, "El Burlador de Sevilla", es uno de ellos. Y que trascendió más allá de las letras y de otras artes, para convertirse en una expresión cotidiana e incluso hasta hablarse de un fenómeno: el del donjuanismo.
Este fenómeno que se aplica a los hombres que tienen un éxito fulminante con las mujeres, a base de labia y audacia, y que las conquistan con la misma audacia con que las dejan, surge del pensamiento fundante de don Juan, transgresor y profano, y en eso reside la fuerza del mito que dio lugar, en que inició en la literatura española el reinado del héroe del mal.
Tirso nos legó la imagen indeleble de don Juan, que arraigado en la conciencia popular, le permitió a su autor el no ser olvidado y a su obra, el carácter de inmortalidad.
Bibliografía
Aráoz de Aráoz, Pilar. RELEYENDO A LOS CLASICOS: "Don Juan hoy desde el discurso cinematográfico". Sobre el film Don Juan de Marco de Jeremy Leven.
Bazzano de Pérez, Blanca. RELEYENDO A LOS CLASICOS: "La seducción en Don Juan desde la perspectiva psicoanalítica".
Martín Gaite, Carmen. "Burla burlando" en Agua pasada, Anagrama, Barcelona, España, 1993, pp. 70-77.
Menéndez Pidal, Ramón. "Sobre el origen de El convidado de piedra", en Estudios Literarios, Bs. As., Espasa Calpe, 1993.
Molina, Tirso de. "El Burlador de Sevilla y convidado de piedra". Ed. Longseller, Bs. As., Argentina, 2007.
Ruiz Ramón, Francisco. Historia del teatro español desde los orígenes hasta 1900, Madrid, Alianza, 1967.
Autor:
Díaz, Manuel Eduardo
[1] Martín Gaite, Carmen. “Burla burlando” en Agua pasada, Anagrama, Barcelona, España, 1993, pp. 70-77.
[2] Menéndez Pidal, Ramón. “Sobre el origen de El convidado de piedra”, en Estudios Literarios, Bs. As., Espasa Calpe, 1993.
[3] Molina, Tirso de. “El Burlador de Sevilla y convidado de piedra”. Ed. Longseller, Bs. As., Argentina, 2007. A partir de este ejemplo usaré la sigla B de S para referirme a la obra y el número de página, pp. 71.
[4] B de S, pp. 102-103.
[5] B de S, pp. 103.
[6] B de S, pp. 96.
[7] Freud, Sigmund. Sobre un tipo particular de elección en el hombre. Ed. Amorrortu, Bs.As., pp. 89.
[8] B de S, pp. 139-140
[9] B de S, pp. 149.
[10] Aráoz de Aráoz, Pilar. RELEYENDO A LOS CLASICOS: “Don Juan hoy desde el discurso cinematográfico”. Sobre el film Don Juan de Marco de Jeremy Leven.
[11] B de S, pp. 187.
[12] Ref I. Ya citado.