Relaciones éticas y políticas entre el sistema de salud moderno y el tradicional andino
Enviado por Alejandro Vela Quico
- Resumen
- Antecedentes
- Tensiones en la relación entre el sistema de salud moderno y el sistema tradicional andino
- Autonomía y heteronomía
- Conflicto y encuentro
- Aspectos legales
- Metodología para el planteamiento de las relaciones éticas y políticas entre los sistemas de salud
- Propuestas
Resumen
Los sistemas de salud otorgan derecho a su existencia, la identidad, al desarrollo y al cambio. Los sistemas de salud son expresiones social-étnicas. En estos sistemas existen en tres niveles: el sistema en si, la función social y la teleología social. El relativismo cultural conduciría al aislamiento y empobrecimiento de su desarrollo. Es injusto el universalismo homogeneizante. Es necesario el respeto a los procesos particulares y una apertura libre a la universalidad. Es injusta la heteronomía desde la cultura moderna que se asume superior frente a la tradicional, o una autonomía excluyente y chauvinista. Es justo el encuentro cultural, que surge de la libertad social que busca consensos crecientes entre pueblos. La exclusión expresa el poder de la cultura moderna, se propone la democracia dialogante y la inclusión de minorías. La democracia hace viable un país con diversidad cultural. Es posible el encuentro entre culturas diferentes donde los conflictos son parte de esas relaciones y aprendizaje.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante resolución 53/22, decidió proclamar el 2001 como "Año de las Naciones Unidas del Diálogo entre Civilizaciones" e invitó a los gobiernos, organismos de su sistema y a organizaciones no gubernamentales, a promover el concepto de diálogo entre civilizaciones y sus implicancias. Su Secretario General, Kofi Annan, declaró: "El diálogo es… una oportunidad para que las personas de diferentes culturas y tradiciones, sea que vivan en las antípodas o en la misma calles, se conozcan mejor".[1]
Muchos reconocen que a la post guerra fría le sucedió la globalización, pero este proceso presentado como fenómeno económico-comercial, que entusiasmó sobremanera a muchos y se constituyó en el paradigma social indiscutible, ahora es un asunto de grandes debates, particularmente por las cuestiones culturales y políticas que implicaría un mundo globalizado pues se preguntan ¿qué se globaliza?, ¿a quiénes les interesa o quiénes ganan más en a globalización?, ¿es posible resistir y rechazar la globalización? Y otros se preocupan por la pérdida de las identidades nacionales a cambio del consumismo liberal galopante. En el último decenio, muchos conflictos internacionales han tenido como denominador común las diferencias culturales, étnicas o religiosas; pero este es un enfoque sesgado, pues la diversidad cultural antes que una amenaza, sería un valor para el desarrollo. Reconociendo esta situación, el llamado al diálogo, que implica escuchar, acercarse no sólo al diferente, sino incluso al enemigo, es un concepto de alto valor ético e impacto social hacia la paz y democracia.
En el Perú, existen grandes prioridades nacionales como son la pobreza, la democratización y la corrupción, entre otros asuntos, pero es posible que estas prioridades oculten que la sociedad y su economía, son construcciones humanas, portados por personas con historia que tienen, entre otras características, diferentes concepciones del mundo, de la vida y la salud, los cuales se reflejan en sus conductas y visiones. El Estado y el gobierno, no deberían desconocer esta realidad y la inclusión de un enfoque intercultural debería trascender los gestos, la vestimenta oportunista o el decorado de ocasión. Las culturas son más que curiosidades exóticas, son una genética de conducta social, sobre la cual se erigen las naciones y su desarrollo. Actualmente, de manera aún incipiente y esperanzadora, se habla nuevamente de "todas las sangres", de declarar al país como multicultural y difundir la lengua vernácula.[2]
Estas son algunas preocupaciones que han motivado la presente investigación, la cual, en primer término, describir las tensiones entre los sistemas de salud moderno y el tradicional andino, que son la base para la reflexión y propuestas que hacemos desde la Ética y la Filosofía Política.
En la práctica de la Medicina en el surperuano, reconocemos la extensión creciente de los servicios de salud oficiales, portadores de una racionalidad moderna, pero en la mayor parte de la población existe, en diferentes grados, una cultura tradicional con muchos rasgos de sincretismo, dado su contacto con la educación oficial y la difusión de las estrategias de salud desde el gobierno. Algunas hechos relacionados a esta situación se pueden resumir:[3]
Ciertos pacientes han acudido antes, después o simultáneamente con la consulta médica, a otros agentes de salud (sorteadores, curanderos, brujos, parteras, etc.), expresando su confianza en ellos y a veces distinguiendo la pertinencia y utilidad de cada sistema de salud.
Las acciones educativas para la salud, suele tener resultados frustrantes pues a pesar de las explicaciones sencillas, amplias y didácticas de los profesionales educadores. Los pacientes no asumen las indicaciones, quedando la sospecha de que son incapaces de comprender las razones de la ciencia, que les gusta vivir con sus problemas o que nos mienten cuando dicen entender las explicaciones.
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