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Tau CETI, Epsilón Eridani y el Libre Albedrío


Partes: 1, 2

    Mientras sueño, o sueño que sueño, ellos se instalan en un espacio metafísico de mi mente. Son dos hombres, treintañero uno; de sesenta años el otro (casi digo sexagenario, pero no lo oralizo, después de pensar que es una palabra detestable).

    Trato de desechar la visión, como lo hacemos con todas las imágenes que violan nuestra mente (a veces quedan solo en un esbozo trémulo porque en 1/8 de segundo, cualquier imagen apenas titila en los infinitos corredores mentales).

    Desde el súper woofer (¿qué querrá decir esto?) de la compu, el tirano y mujeriego Verdi, obliga a la Sutherland a ceñirse estrictamente al papel de Violeta: …in core scolpiti ho quegli accenti!

    Trato, digo, pero no puedo, cuando, casi calladamente, las palabras, amor, mujer y sexo, trepan a mis oídos en ese orden, como partes tullidas de una frase.

    El control remoto lleva a Verdi y a la Shuterland a otros corredores metafísicos. Pero antes, Violeta se hace dolor en el amor Piú non esiste; or amo Alfredo, e dio lo cancelló col pentimento mío, Mientras tanto, desde una habitación contigua, un locutor anuncia sin rubor: Israel está repeliendo un ataque artero de Hamas(por una sutileza como ésta, uno podía ser tildado de antisemita).

    Avanzo dos pasos.

    La imagen de los hombres se bajan de la mente hasta desaparecer.

    Retrocedo.

    Ni bien se apoya en el suelo el taco del segundo paso, comprendo que he ingresado en otro corredor metafísico porque el joven y el viejo ya no están allí.

    II. Viaje por uno de los corredores metafísicos de la muerte.

    Veo al Borges joven- cuándo aún era Jorge Eduardo en su documento- Recibiendo precisas instrucciones del Foregein Office mientras es nombrado Sir por Jorge VI.

    Veo a Einstein en el aula magna de Princeton dando una obligada conferencia sobre la fórmula de la muerte de todas las muertes ante la plana mayor del Pentágono.

    Veo a un violador con el sello de la perversión sexual en su ADN practicando sodomía con un niño.

    Veo las bombas racimos cayendo sobre Bagdad. Profanando la pobreza de los pequeños pueblos afganos. Cayendo sobre los arrabales de Kabul Y también desplazando su violencia sobre el corazón urbano de la franja de Gaza. Bombas asépticas e inteligentes (una forma de blanquear los famosos daños colaterales, pienso).

    No veo el dolor, pero escucho los gritos de la angustia atravesando mi cuerpo astral.

    Veo a Süsmayr (Franz Xaver) con la cara demudada deteniendo a los otros transeúntes de la muerte agitando en sus manos la partitura del Réquiem de Mozart

    "¡Yo terminé Lacrimosa, y mías son las partituras de Domine Jesu, Hostias, Quan Olin, Sanctus, Agnus Dei y Comunión: lux aeterna

    Pero el masón frívolo y libertino se ha llevado toda la gloria de la grandiosa misa de difuntos!"

    Veo el Buenos Aires execrable, las villas de los arrabales indigentes donde los carteles pobres de la droga comercian el Paco(*)

    Veo a millares de adolescentes corriendo hacia sus propias muertes condenados por uno de los Estados periféricos de la gran civilización occidental y cristiana mientras los pobres mutan a indigentes por la módica suma de 50 dólares mensuales.

    Veo mi persona (es decir, la parte de mí mismo Saliendo de mi cuerpo).

    Preguntando quien soy, quienes somos de verdad.

    Golpeando a las puertas de las chapas médicas preguntando a los doctores que curan el alma -psiquiátras y psicólogos-

    Porque la ciencia de las ciencias carece de diagnósticos y recetas para tratar los males mentales.

    Veo a Francisco Solano-mi hijo esquizofrénico- saltando los corredores ancestrales de todos los sueños exigiéndome una explicación desde el fondo de su mirada inteligente pero extraviada.

    Veo a Dios, o al hálito de Dios sosteniendo entre sus manos la cadena del libre albedrío a modo de testimonio dogmático y excluyente el maldito libro blanco de todas las calamidades de la raza.

    (Hubiera querido preguntarle a Dios porque nos ha hecho para todas las preguntas pero no para todas las respuestas).

    Veo el espacio cósmico y a un planeta azul navegando en un mar inmenso de negrura.

    Veo el sol quemando cuatro millones de toneladas de energía por segundo mientras continúo el viaje astral de mi espíritu

    En pos de los confines del sistema solar.

    El planeta azul ya es un punto apenas visible.

    Veo las gigantescas manchas en espiral de Júpiter (miles de veces más grandes que la tierra) agitando su tormenta inconcebible sobre las puertas del planeta.

    Veo y siento el escozor del infinito que comienza a estallar ante mis ojos, y al volver la vista el grandioso hábitat de la soberbia de los hombres ni siquiera es un punto en el espacio.

    Veo a Saturno y como una exhalación dejo atrás el alfa, los restos de materia de la supuesta explosión primigenia.

    (a propósito, nunca me "cerró" ese paradigma de la soberbia humana bautizado big-bang: planetas, estrellas, galaxias, cúmulos estelares, en fin, el infinito de todos los infinitos, contenidos en una proteica materia del tamaño de un guisante).

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