INTRODUCCIÓN
La presente monografía tiene por fin aprobar el taller de comunicación Oral y Escrita de la Universidad Ricardo Palma, Lima. Perú. A través de la lectura de un libro de tu preferencia, es así como se eligió travesuras de la niña mala del escritor peruano Mario Vargas Llosa, por recomendación de unas amistades, debido a su reconocimiento mundial como escritor fue mas que un buen motivo para leerla.
INDICE
Las travesuras de la niña mala es una novela que por instantes te cautiva y en otras te colma de hechos poco creíble y absurdos por las constantes coincidencias de espacio y tiempo, donde todos los factores favorecen al personaje de la historia, quedando siempre abandonado por todos los amigos con los cuales va compartiendo la narración, llegando el siguiente el cual le permitirá tener noticias de su amada obsesión, mientras los diversos cambios políticos en el Perú van siendo puestos al día por su tío segundo Ataúlfo Lamiel y su preocupación por lo que le suceda a su país y siempre diciéndole que hizo bien al irse a Europa.
Reflexiones sobre una niña mala El mismo título de la última novela de Mario Vargas Llosa da un buen indicio de lo que es: una narración ligera, de entretenimiento y de tema amoroso o erótico. Aunque estos temas han rondado siempre su imaginación, no es exagerado considerarla su primera novela en la que lo amoroso y sentimental es el foco central de la acción. En ese sentido, su antecedente más cercano sería La tía Julia y el escribidor (1977), donde ocupa exactamente la mitad la parte autobiográfica del relato; algo semejante ocurre en sus novelas declaradamente eróticas Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de don Rigoberto (1997), en las que lo sexual se alterna con páginas dedicadas a reflexiones sobre estética o cultura. En esta nueva novela, todo gira alrededor de una historia: en donde el personaje principal Ricardo un muchacho de clase media ve un cambio radical en su vida al conocer a Lily una niña que se presenta como una chilenita, la cual alborota el distrito de Miraflores en el verano de 1950 la llamada "niña mala".
No es ésta la única novedad ni la más importante.
Las novelas del autor son montajes de múltiples historias, cuyo patrón mínimo es binario: dos historias que primero corren paralelas pero luego convergen y se interceptan. Ese patrón binario es la base estructural indispensable o ideal para que su imaginación despliegue un juego mediante desplazamientos y transiciones de espacios, tiempos, tonos y estilos narrativos en donde el autor en incontables momentos parece perderse de la historia con un resumen de detalles como nombres de calles, avenidas, platos y países que de pronto el interés del lector se ve contenido al avance de la novela sin saber en que momento regresara a la historia principal.
La total ausencia del indicado patrón introduce un cambio sustancial y un reajuste en el modo habitual como su mundo ficticio se presenta ante el lector: lo que ahora tenemos es una historia que se mueve en un único plano lineal y siguiendo estrictamente un curso cronológico, que comienza en los años cincuenta y termina ya cerca del presente. Los saltos temporales han sido reemplazados por los continuos cambios de ambiente geográfico. Las metamorfosis de los personajes que permanecen casi siempre a la vista y la acción misma están metódicamente ligadas al escenario concreto donde ellos se encuentran, pues, siguiendo el designio del autor, cada capítulo ocurre en una ciudad distinta: Lima, París, Londres, Tokio, Madrid. Sin embargo, es cierto que las dos primeras capitales reaparecen más de una vez y que el indudable centro de todo es París, al punto de que la obra puede considerarse un homenaje a esa arquetípica ciudad. París y el resto cumplen así una clara función de co-protagonistas. Hay una consecuencia curiosa y quizá involuntaria de esos grandes desplazamientos geográficos: aunque los personajes sean los mismos y el hilo de su relación amorosa se mantenga pese a los distintos lugares donde van a parar, los sucesos de cada capítulo tienden a presentarse con cierta autonomía narrativa: tienen un ambiente específico, personajes secundarios que no vuelven a aparecer, incidentes dispuestos para funcionar in situ y un cierre bastante definitivo. Como es bien sabido, el único libro de cuentos de Vargas Llosa es el lejano Los jefes (1959), al que siguió el relato "Los cachorros" (1967).
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