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Los amigos y enemigos de Indiana Jones


Partes: 1, 2

    1. Influencias
    2. Deslices
    3. Perspectivas
    4. Hombrecitos verdes
    5. Palabras finales

    ENSAYO

    INTRODUCCIÓN

    Pocos días antes del estreno de la última película de Steven Spielberg, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, en la que el famoso arqueólogo de la ficción —ya entrado en años— inicia la afiebrada búsqueda de una extraña reliquia de (supuesto) origen precolombino, un diario de la ciudad de Buenos Aires (República Argentina) me convocó para que diera una opinión respecto de la influencia de "Indy" en el quehacer cotidiano de los arqueólogos e historiadores de la vida real. Por sugerencia directa mía se remitieron a un ensayo que escribí hace unos meses y en el que intenté realizar una radiografía del personaje dando una visión retrospectiva, propia de la historia, no carente de cariño y agradecimiento por los buenos momentos que siempre me ha hecho pasar "el viejo profesor Jones".

    Pero mayúscula fue la sorpresa cuando, a mi correo electrónico personal, empezaron a llegarme duras críticas de distintas partes del mundo por los "ásperos conceptos que había vertido sobre Indy". Como hasta ese momento no había tenido acceso a la nota periodística, me puse en campaña y la busqué por Internet a fin de confirmar cuál había sido la herejía cometida.

    Me llamó la atención la repercusión que mis dichos habían tenido. Diarios de México, España, Alemania e Italia habían levantado la nota del periódico porteño y difundido mi apellido junto a consumados enemigos del famoso arqueólogo.

    Entre otras cosas, el artículo hacía referencia al desprestigio que Indiana Jones acarreaba a la arqueología y "a lo indignados que estábamos todos por el mensaje de sus películas". Indy se convertía así en el chivo expiatorio de miles de ladrones de tumbas "profesionales" que —con o sin títulos universitarios— han venido saqueando el pasado y el patrimonio arqueológico de diferentes países, desde hace décadas, en completo silencio y anonimato.

    En principio quisiera hacer un descargo: no me siento parte de aquellos de critican duramente al doctor Jones. Creo que sería estúpido tomar en serio a un personaje que, desde el principio, sabemos pertenece al universo de la ficción fílmica y literaria. Como escribí anteriormente, no ha sido mi intención juzgarlo. Lejos de mí estuvo caer en semejante ridículo. Las películas de Indy no pretenden otra cosa más que divertir, entretener, pasar un rato agradable y, por su intermedio, soñar con las aventuras de nuestra infancia y adolescencia. Jones no es más que el canal que nos vincula con la inocencia de los tiempos idos, con aquellas tardes en que jugábamos a ser exploradores en mundos perdidos. Él es la encarnación más reciente de la aventura en su estado puro; el responsable, desde 1981, de la renovación del género, convirtiéndose en el arquetipo del nuevo héroe e inspirador de toda una legión de imitadores (sin tanto éxito) que invadieron las pantallas de los cines en las dos últimas décadas del siglo XX.

    INFLUENCIAS

    Pero, ¿qué influencia tuvo —y tiene— Indiana Jones en historiadores y arqueólogos reales?

    Creer que la arqueología y la historia proceden del modo en que él lo hace es, lisa y llanamente, una estupidez. Es no conocer nada de los aspectos metodológicos de ambas profesiones y volver a confundir realidad con ficción. Aún así, el carisma del personaje ha influido indudablemente en la vida personal de muchos profesionales del pasado y canalizado la vocación de otros.

    ¿Quién no ha soñado ser Indiana Jones alguna vez? ¿Quién no ha aspirado a encontrar reliquias sagradas con poderes sobrenaturales o toparse con civilizaciones perdidas en medio de la selva amazónica?

    Yo sí.

    De hecho, he invertido poco más de la mitad de mi vida en la búsqueda del Paititi, una legendaria ciudad incaica que, como en el último film, permanece aún por descubrir en las selvas orientales del Perú. Es un tema fascinante y encontrar restos arqueológicos en sitios en donde los especialistas más ortodoxos creen no poder encontrar nada, pone al organismo en un extraño estado de ebullición adrenalínica. En situaciones como ésas es imposible no sentirse un poco Indiana Jones.

    Es que el "Viejo Indy" combina, como si fuera un cóctel extravagante, aventura, exotismo, nomadismo y misterio, ruinas sagradas y extrañas costumbres, comidas inimaginables y peligros que van más allá de nuestra cotidianeidad..

    Indy nos traslada a un mundo extra-ordinario. Un mundo que rara vez podemos saborear los mortales comunes. Por eso, cuando la vida nos pone en situaciones de esas características, es imposible no recordar al ficticio arqueólogo del Marshall College.

    Él es la contraimagen misma de la mediocridad y, como él, cuando se viven circunstancias fuera de lo común, en lugares poco comunes, la frase del gran Joseph Conrad se convierte en una realidad ineludible:

    "Me encontré de regreso (de la selva) en la ciudad sepulcral donde me molestaba la vista de la gente apresurándose por las calles para sacarse un poco de dinero unos a otros, para devorar sus infames alimentos, para tragar su insalubre cerveza, para soñar sus insignificantes y estúpidos sueños. Se entrometían en mis pensamientos. Eran intrusos cuyo conocimiento de la vida era para mí una irritante pretensión, porque yo estaba seguro de que era imposible que supieran las cosas que yo sabía. Su conducta, que era simplemente la conducta de individuos vulgares ocupándose de sus negocios con la certeza de una perfecta seguridad, era ofensiva para mí, como ultrajantes ostentaciones de insensatez ante un peligro que es incapaz de comprender. No tenía ningún deseo especial de ilustrarles, pero me resultaba bastante difícil contenerme y no reírme en sus caras, tan llenas de estúpida importancia".

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