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Moral de mercado versus seguridad alimentaria: una aproximación desde la ética del bien común

Partes: 1, 2

    Publicación original: bioeth., 2001, vol.7, no.2, p.233-248. ISSN 1726-569X. Artículo reproducido con la autorización de los editores de Acta Bioethica, ISSN 0717 5906, publicación semestral destinada preferentemente a profesionales de las distintas representaciones de la Organización Panamericana de la Salud, OPS/OMS y a otros especialistas de diversas profesiones, en todo el mundo, interesados en el diálogo bioético. http://www.paho.org/Spanish/bio/publica.htmcelara[arroba]consint.cl   http://www.uchile.cl/bioetica/c-bio[arroba]uchile.cl

    Resumen: La persistencia del hambre en el mundo, a pesar de su insuficiente visibilidad en los medios de comunicación, replantea con urgencia la temática de la seguridad alimentaria. Actualmente los modelos y políticas económicas y las guerras son factores más importantes en el hambre que los desastres naturales o el decaimiento de la producción agrícola incriminados en otras épocas. También es claro que no es posible explicar el hambre por la escasez de alimentos en el mundo. Sin embargo, estas certezas no producen conductas y políticas coherentes, puesto que la lógica neoliberal impide, en particular, al Estado inmiscuirse en las reglas del mercado. Junto con el problema del hambre se acentúa la dependencia de muchos países de la Región respecto de la oferta alimentaria, generándose una verdadera inseguridad alimentaria. En este contexto convendría entender el problema de la seguridad alimentaria como un tema ético, en la perspectiva del bien común con objeto de reaccionar adecuada y oportunamente.

    Palabras Clave: seguridad alimentaria, hambre, dependencia alimentaria, mercado, ética, bien común

    Abstract: Famine persistence around the world, despite its insufficient visibility in the media, makes it urgent to restate the issue of food safety. Nowadays economical policy models and warfare constitute clearly determinant factors in hanger, much more than natural disasters and farming production decreasing, formerly invoked. It is also clear that it is impossible to explain hanger in terms of food scarcity in the world. Nevertheless, these certainties do not produce coherent acting and policies since neo-liberal logic prevents the State to interfere with market rules. Along with the issue of hanger the dependence of many Latin American countries with regard to food supply becomes stronger, so producing a real food uncertainty. In this context it would be wise to consider the problem of food safety as an ethical issue within the perspective of common good in order to react adequately and timely.

    Keywords: food safety, famine, food dependence, market, ethics, common good

    Resumo: A persistência da fome no mundo, apesar da insuficiente visibilidade nos meios de comunicação,obriga resgatar com urgência a temática da alimentação segura. Atualmente os modelos de políticas econômicas e as guerras são fatores mais importantes com relação a fome do que desastres naturais ou a queda na produção agrícola, estes incriminados como tal em outras épocas. Torna-se claro, também, ser impossível explicar a fome pela escassez de alimentos produzidos no mundo. Entretanto, estas certezas não produzem condutas políticas coerentes, já que a lógica neoliberal impede, em particular, o Estado de intervir nas regras do mercado. Ao lado do problema da fome, acentua-se a dependência de muitos países da América Latina com relação a oferta de alimentos, o que gera verdadeira insegurança alimentar para seus habitantes. Neste contexto convém considerar o problema da oferta de alimentos seguros como tema ético, dentro da perspectiva do bem comum e objeto de medidas adequadas e oportunas.

    Palavras Chaves: segurança alimentar, fome, dependência alimentar, mercado, ética, bem comum

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    El hambre en el mundo es uno de los fenómenos más aberrantes y vergonzosos con que la humanidad inicia el nuevo milenio. Según las últimas estimaciones entregadas por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) habían casi 815 millones de personas hambrientas en el mundo en el bienio 1997-1999.

    El hambre no es un problema nuevo. Desde su origen nuestra especie ha sufrido hambrunas sucesivas. Así nos enseña el investigador inglés Ancel Keys en su Biology of Human Starvation, publicado en 1950, donde hace un recuento de las 400 mayores hambrunas documentadas de la humanidad. Pero las hambrunas que se han sucedido a lo largo de la historia no tienen las mismas causas ni las mismas formas de manifestarse. La diferencia entre las hambrunas contemporáneas y las históricas está, en primer lugar, en el mayor o menor papel que ha jugado el hombre en el desencadenamiento de ellas. Actualmente los modelos y políticas económicas, así como las guerras, pesan más que los desastres naturales o el decaimiento de la producción agrícola por el desgaste del suelo. Incluso, estos últimos fenómenos se explican hoy cada vez más por el comportamiento irresponsable de algunos hombres y empresas.

    Otra notable diferencia es la universalización del hambre en el mundo actual, la que aparece asociada de manera directa con la pobreza de grandes sectores de la población mundial, ya sea rural o urbana. De esta manera el hambre ha terminado traspasando el horizonte de la sociedad global para poner en peligro a la especie misma(1).

    La responsabilidad del hombre en esta dramática situación universal ha hecho no sólo cambiar su percepción sobre el hambre -particularmente a partir de los censos hechos alrededor de 1960 y de la Campaña Mundial contra el Hambre que lanza la FAO ese año-, sino que además ha colocado en primer plano diversas cuestiones éticas de importancia para la seguridad o inseguridad alimentaria.

    Incluso la propia FAO ha designado la "ética de la alimentación y la agricultura" como esfera prioritaria para la acción interdisciplinaria y ha establecido un Comité interno para ello, a fin de que se orienten las actividades de la Organización a este respecto. El Director General también ha creado un "Cuadro de Expertos Eminentes" sobre la ética en la alimentación y la agricultura, de carácter independiente, para que le asesore acerca de las acuciantes cuestiones de la ética en estas esferas.

    Sin embargo, la mayor preocupación ética por el hambre no puede consistir en discursos éticos a-valorativos como si "nadie" fuera "autor" de este flagelo que abate a millones de seres humanos. El hambre no puede ser concebida por generación espontánea, como si no tuviese padres, ni causas mediatas, ni sujetos históricos. Pensar los problemas de la seguridad alimentaria desde la ética requiere necesariamente identificar a "nadie" y evaluar la eficiencia y la forma (liberalización de mercado) de cómo se ha enfrentado hasta ahora el hambre; todo ello desde la perspectiva de las víctimas, los hambrientos, que son el signo, en el dolor mismo de su corporalidad, de un acto malo e injusto.

    El hambre como problema vital y comprehensivo

    La persistencia del hambre significa que casi un tercio de la humanidad se está quedando fuera de las posibilidades de una reproducción normal de la vida al sufrir alguna forma de subnutrición. El hambre no es un problema económico -de simple propensión al consumo– como cree la gran mayoría de los economistas, sino un problema vital: no hay posibilidad de reproducir la vida. Tener hambre para hombres, mujeres y niños significa que muy difícilmente podrán desarrollar su potencial físico e intelectual; por el contrario, muchos de ellos pueden perecer por falta de acceso a alimentos. En efecto, "más de la mitad de la carga de enfermedades del mundo se puede atribuir al hambre, la ingestión desequilibrada de energía o la deficiencia de vitaminas y minerales"(2). Más terrible aún, un poco más de la mitad (el 55,5%) de los 12 millones de niños menores de cinco años que mueren anualmente tiene relación con la malnutrición(2).

    El hambre está directamente relacionada con la pobreza, pero no es un fenómeno exclusivo de los países atrasados. En realidad, de los 815 millones de personas hambrientas, 777 millones (una de cada cinco personas) se encuentran en los países empobrecidos, 27 millones en los llamados "países en vías de transición" a las economías de mercado y 11 millones en los países industrializados. Varios millones de personas más sufren enfermedades debilitantes relacionadas con carencias de micronutrientes y con la contaminación de los alimentos y el agua. "A diferencia de años pasados, los países desarrollados y con mayores recursos económicos enfrentan elevados niveles de desnutrición no sólo en menores de edad sino en los adultos"(3).

    Tampoco se puede decir que el flagelo del hambre se encuentra focalizado en ciertas zonas (rurales) al interior de los países. En realidad, la pobreza en nuestro continente -como luego veremos con más detalle- ha crecido muchos más en las zonas urbanas que en las rurales durante los últimos 20 años. La pobreza y el hambre no se definen en términos de exclusión, sino más bien son resultado de una inserción precaria de las personas en la actividad económica, social y política. Los pobres hambrientos, privados de los beneficios del crecimiento de la producción de alimentos, sobreviven en situación de precariedad. El hambre es un fenómeno social y comprehensivo, no puede reducirse a la escasez de alimentos o a la insuficiencia de ingresos. Al no reconocer fronteras nacionales o regionales, el hambre se ha ido universalizando.

    No obstante lo anterior, muchas teorías (Escuela de Chicago, gran parte de las teorías del desarrollo y algunos marxistas ortodoxos) buscan explicar el fenómeno del hambre y la pobreza a partir de una concepción dualista, como si ese fenómeno ocurriera sólo en el sector "atrasado", "tradicional" o "pre-capitalista" que está "fuera" de la economía formal de una sociedad determinada. Este es, por ejemplo, el planteamiento de la Escuela de Chicago que derivó en las conocidas teorías de la "marginalidad" y de la "informalidad"(4,5). En consecuencia, la estrategia de los gobiernos actuales será llevar la modernización (libre mercado) a esos sectores atrasados (agricultura) a través de reformas estructurales. De esta manera el mercado formal (el adentro) y las relaciones de poder vigentes no están en cuestión, más bien se reafirman y legitiman con su expansión hacia el sector informal.

    Esto resulta políticamente muy atrayente para los gobiernos y las instituciones internacionales/regionales. Pueden firmar todos los compromisos que sean necesarios para erradicar el hambre y la pobreza del mundo sin cuestionar nada. Es así como en la Conferencia Mundial sobre la Alimentación de 1974, convocada por la FAO, los países participantes se comprometieron a hacer desaparecer el hambre de la superficie de la tierra en el curso de los diez años siguientes. El último compromiso, ahora firmado en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996, se planteó un objetivo más modesto, pero no por ello menos retórico: reducir el hambre a la mitad para el año 2015.

    Esos compromisos tampoco presentan mayores dificultades para los gobiernos, ya que siguiendo la lógica neoliberal, la gran mayoría de ellos ha derivado al (libre) mercado la "responsabilidad" de reducir el hambre en el mundo. Por ser un agente externo que no debe entrometerse en la vida económica, privada, de los agentes económicos, el Estado debe restringirse a cumplir con una serie de funciones "públicas" específicas que no contemplan la implementación de políticas económicas deliberadas. De este modo, la seguridad alimentaria, vista como problema económico, se privatiza y se mercantiliza.

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