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Camino a la perdición de Sam Mendes

Enviado por anapal


     

     

    La imperiosa necesidad de la verdad Por: Ana María Palacio Lopera "Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; ¡más qué estrecha la entrada y que angosto el camino que lleva a la Vida!, y pocos son los que lo encuentran" (Mt. VII, 13- 14). Hay verdades que son inocultables, y para descubrirlas es preciso callarse y escuchar tras las puertas. Eso mismo experimentó Michael ante la imperiosa y acuciante necesidad de saber en qué trabajaba su padre y por qué portaba en su chaqueta un arma al lado de un rosario. Siempre los niños están orgullosos de la profesión de sus padres: bombero, escritor, vendedor y hasta policía. Pero Michael escuchaba de la boca de su hermano menor aquella pregunta que retumbaba de igual forma en su cabeza: ¿cuál era el oficio de su padre? Pero cuando una bala atraviesa la cabeza del hombre que él está mirando a hurtadillas tras las hendijas de un oscuro salón, descubre la hiriente verdad: su profesión es matar a la gente. Esta es la dolorosa trama que atraviesa este segundo film en el que incursiona el joven director Sam Mendes, para mostrarnos el intrincado mundo de la mafia estadounidense en la época de la depresión, pero sobre todo para hablar sobre las dificultosas relaciones que se dan entre padres e hijos. Michael Sullivan es un hombre aparentemente honorable con un hermoso hogar constituido por dos hijos y una esposa ejemplar. El ambiente transcurre en aparente calma. No existen las conversaciones pero podemos entrever el cariño inexpresivo del padre hacia sus hijos por medio de caricias y gestos discretos. Las horas en la mesa alrededor de la comida pasan largas y tediosas. Nadie se atreve a hablar. La tensión puede respirarse en el ambiente. La pregunta prohibida es aquella que busque indagar acerca de la profesión del padre a la cuál la madre responde con sutileza y tacto evadiendo el tema. Pero Michael no se convence. En las noches lee historietas sobre alguaciles con hombres que empuñan la pistola y escucha la constante lluvia que cruje sobre su cabeza para tratar de conciliar el sueño convenciéndose de que todo lo que sabe sobre su padre es verdad. Finalmente un día, decide esconderse en el baúl del auto para averiguarlo por él mismo. A las pocas horas, tras el disparo sobre el cráneo de aquel hombre que observó a escondidas, sale de su refugio corriendo bajo la lluvia, pero su padre logra descubrirlo: "¿lo viste todo?" A lo que el niño atemorizado y cubriéndose el rostro con sus manos responde: "sí". Esta es la forma en que descubre la terrible verdad a la que nunca más podrá cerrar los ojos. Con el poco tiempo descubriría que su padre no sólo es asesino a sueldo, sino que pertenece a una pandilla irlandesa de gangsters, donde realiza el trabajo sucio para el señor Rooney, quien lo protege como a su propio hijo y quien les ha ayudado a conseguir un hogar y todo lo que tienen. Pero su padre, aquel que respetaba y a quien nunca había desobedecido, le pide que olvide lo que ha visto, que no hable nada. El niño se ve obligado a hacerlo. "Un hombre siempre paga sus deudas y cumple su palabra", es la frase que el veterano Rooney le susurra al oído para asegurarse de que no dirá nada. Tras la trágica muerte de su familia a manos del propio hijo de Rooney, padre e hijo, emprenden el largo y tensionante viaje de 6 días que los llevará camino a la perdición. Este nombre posee un significado doble. Como locación geográfica se refiere al pueblo donde Michael Sullivan planea guardar refugio para su hijo Michael Jr; en tanto, que su significado como palabra señala "condenación eterna, pérdida total del alma, infierno". Mientras el padre probablemente ha ido demasiado lejos en el camino hacia la perdición, puede no ser muy tarde para su hijo. Mendes, alabado y galardonado por su sarcástica película American Beauty(1999), nos trae en este relato una conmovedora trama que muestra los sentimientos encontrados de un padre hacia su hijo y la imposibilidad de mostrarle con su propia vida la manera en que debe vivir. Un padre es el modelo más cercano que encarna los valores fundamentales para un hijo y quien se convierte para éste en una especie de héroe, en un hombre digno de imitar. Sus propias actuaciones deben ser reflejo de aquello que inculca a sus pequeños. Pero Sullivan se enfrenta no sólo a la difícil tarea de explicarle a su hijo en muy poco tiempo las verdades sobre la vida, sino de encontrarse frente a la suya que ha sido una total incoherencia que no se empeña en remediar. Sam Mendes elige para este fin un elenco prometedor para los próximos Premios de la Academia. Logra traer de nuevo a escena al legendario Paul Newman (Jhon Rooney), actor de más de 50 películas, y alabado por la seriedad y pulcritud de su actuación. En este caso encarna al típico gangster veterano, generoso y sabio en sus decisiones, con un carácter rígido y fuerte al comienzo del film, pero que acaba luciendo una frágil figura frente a la decisión de matar a Sullivan, a quien ama más que a su propio hijo. Ni hablar de Hanks, merecido ganador de dos oscares consecutivos (Philadelphia – 1993 y Forrest Gump – 1994), que en esta ocasión nos sorprende con una nueva faceta de asesino que combina la autoridad con la bondad. Los puntos de encuentro de The road to perdition con American Beauty, la ganadora absoluta de la versión 72 de los premios Grammy, parecen ser pocos, pero vemos como una vez más Mendes recurre al drama familiar de formas diferentes. El drama de la familia Burnham, que es el de una vida superflua y frustrante y el de la familia Sullivan, el de vivir el inminente peligro de ver amenazado su hogar por el trabajo del padre. Mendes destaca en ambos filmes sus temas centrales: la familia y la muerte, desde una perspectiva particular: la voz en off. Ambas películas comienzan narradas por la subjetividad de dos personajes y cierran con esta misma voz, con la que Mendes, desea mostrar la realidad desde la misma conciencia de los personajes. Además de estos dos grandes temas, el asunto de la paternidad también se muestra claro en ambos filmes. Lester y John, encarnan desde el principio a dos hombres que pueden calificarse como apreciables y despreciables al mismo tiempo. Una vez más el director británico deja en nuestras manos el juicio moral sobre ellos. En el film, los hechos se suceden unos a otros y logran una tensión constante. Todo ocurre muy rápido. El asesinato presenciado por Michael, la muerte de la madre y el hermano y la partida repentina que padre e hijo emprenden hacia un destino desconocido. Michael Jr. no modula, no pregunta, no cuestiona. Su silencio podría ser un reproche o un reclamo, pero no lo es. En su corazón se encuentran sentimientos encontrados. Ama demasiado a su padre pero es un asesino, y paso a paso va asumiendo actitudes inmorales que el niño observa. Es capaz de reconocer el mal y verlo palpable en las opciones de su progenitor, pero a su vez descubre la bondad en sus ojos y el inmenso empeño que pone en protegerlo de este oscuro mundo por el que ha divagado toda su vida. La película nos transporta, con su escenificación y su limpia fotografía a la época de los años 30 en Estados Unidos acompañados de la evocadora música de Thomas Newman que nos traslada al frío invierno en las inmensas praderas de Chicago. La actitud moral de sus personajes se refleja en el claroscuro de las tomas. Los lugares están iluminados a media luz, las figuras se logran distinguir en medio de una lámpara titilante y un desván frío y oscuro, que es el lugar recurrente de los hampones para realizar sus asesinatos. Un par de entierros nos reúnen con sus vestimentas negras en un paisaje lúgubre al cual asistimos tras una larga y tempestiva noche que parece no tener fin. La ambientación opaca y nocturna nos remite a las oscuras y anestesiadas conciencias de este grupo de hombres que parecen haber olvidado la diferencia entre el bien y el mal.

    Rooney, el viejo y experimentado hombre para quien trabaja Sullivan, ama a su hijo con un cierto desprecio por su falta de tacto para manejar los asuntos y ve en Sullivan ese hijo precavido y sensato que siempre quiso tener. El dilema que vive Rooney al ver el producto de la mala educación que dio a su hijo, es el mismo que vive Sullivan al tratar de proteger al pequeño Michael para evitar que la historia se repita. En el caso de Sullivan aún es posible salvarlo de este oscuro camino de la mafia, pero el viejo Rooney se da cuenta que para él es demasiado tarde. En el enmarañado mundo de los gangsters no hay ninguna certeza, la única que como católicos creyentes tienen Rooney y Sullivan es una: nunca podrán ver el paraíso. Ambos, hombres creyentes por el catolicismo irlandés, viven cotidianamente la incoherencia de creer y pecar, de saber que existe la salvación, pero que ellos construyen día a día su propio camino a la condenación. Su fe se encuentra confinada a la bendición de los alimentos en la mesa y a un rosario manchado con la sangre de las múltiples víctimas que han caído en sus manos. Sam Mendes no expone juicios morales absolutos frente al tema. Como él mismo lo expresó en una de sus entrevistas "me atraen los personajes de moral ambivalente". Un Michael Sullivan, puede ser también un Lester Burnham (Kevin Spacey –American Beauty, hombres que podríamos calificar de corazón bueno, pero cuyos actos morales son reprochables. Pareciera que Mendes desea dejar en manos del espectador el dilema ético de calificar a Sullivan como bueno o malo. La conclusión de Michael Jr. Se torna ambivalente. Sencillamente: "es mi padre". La caracterización de los personajes y de su estado moral salta a la vista con la saturación de colores oscuros, que nos remontan al cine negro de los años 50. El rostro agonizante de Sullivan durante todo el film nos transmite la profunda división interior y el alma torturada de un hombre que opta una y otra vez por el mal, casi como si estuviera determinado a ello, con la única garantía de que no verá el paraíso, pero que su hijo sí lo hará, y en esto se empeñará durante todo el film. El tortuoso camino que emprende con Michael pareciera ser un trayecto de redención, pero a la vez de venganza por todo el dolor que guarda con el asesinato de su propia familia. Sullivan, sólo tiene un único deseo y es que su hijo pueda salvarse, y a costa de esto hará lo que sea necesario para protegerlo, pues sabe que vendrán por él para evitar que confiese el crimen que presenció. El largo viaje de 6 días en las inmensas carreteras que conducen a Chicago, se hacen aún más largos por el hiriente silencio del hijo. Sin embargo poco a poco esa relación de admiración y cariño de padre hacia hijo se va haciendo más cercana. El niño termina siendo cómplice del plan de venganza de su padre y el espectador pone en duda cuál será el futuro que le espera al pequeño que poco a poco se familiariza con este mundo que antes lo aterrorizaba. Pareciera que los actos inmorales que una y otra vez se empecina en hacer el padre fueran justificados para salvar a su hijo y muestran, hasta el último minuto, un hombre que mancha sus manos de sangre y termina de construir su perdición como única forma de salvarlo. Pero nunca hay una palabra. El niño observa aterrado las manos ensangrentadas de su padre, le pide parte del dinero que roban y hasta se divierte recogiéndolo a la salida de los bancos con el dinero hurtado, pero nunca su padre le habla del asunto, sufre una especie de parálisis, nunca le dice que está mal, que no construya como él lo ha hecho, su propio camino a la perdición. Es sólo en el último minuto del film, en el tensionante momento en el que tendemos a creer que la historia se va a repetir con un revolver a punto de ser disparado en las manos de Michael Jr, sólo hasta ahí, donde se hace claro que el padre no desea este futuro para su hijo y que está seguro que si emprende este camino irá directo a la perdición. Es allí donde Michael Jr. comprende todo. Comprende que el único temor de su padre, más que morir, es que su hijo continúe ese miserable camino que un día él comenzó. La película se vale de múltiples resonancias bíblicas y ecos de tragedia shakesperiana, en los que pareciera no haber cabida al perdón y en el que los personajes parecen estar destinados irremediablemente al mal. Camino a la perdición, es un film sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre culpas y redenciones, sobre justicia y venganza. Un film que nos hace reflexionar sobre la irrevocable tragedia del ser humano que concientemente hace mal uso de su libertad . Sobre la imposibilidad de alcanzar el cielo por el sólo hecho de tener buenas intenciones. Sobre la difícil e imposible tarea de educar un hijo en una opción por el bien y mostrar con la propia vida una opción por el mal. Sobre la libertad que tienen los seres humanos para decidir sobre su propia vida y escoger el camino a seguir aunque este no sea el acertado y finalmente sobre lo insuficiente que es la fe para aquel que no es coherente con lo que cree.

     

     

     

     

    Autor:

    Ana María Palacio