Aproximaciones sobre los nuevos movimientos sociales. Hacia una nueva configuración de identidad
Enviado por Romina Soledad Bada
A la hora de dar explicaciones acabadas acerca de lo que resulta el fenómeno de los Movimientos Sociales y Nuevos Movimientos Sociales, nos encontramos en nuestro recorrido teórico con una problemática ya observada por algunos teóricos, dicha problemática se refiere al abordaje epistemológico de los movimientos sociales, que o bien caen en reduccionismos ya sean de carácter político o metodológico o bien tienden dejar cuestiones fuera de alcance teórico.
De aquí que surge nuestro interés por aproximarnos a una temática que desde ya se presenta incontrovertible, de modo que resulta difícil de profundizar con claridad en ella.
De manera tal es que nuestra intención es realizar un esbozo, a modo introductorio, de algunas consideraciones que en un futuro requerirán de un trabajo más exhaustivo; pues el nuestro, será un intento a modo de plataforma para futuras investigaciones.
Nuestra posición parte de la propuesta de autores como Alberto Melucci y Alain Tourain en relación a dos ejes; por un lado la cuestión de cómo se construye la ‘acción colectiva’, en tanto que construcción social y por otro lado qué similitudes y diferencias giran en torno a los términos: "Movimientos Sociales’ y Nuevos Movimientos Sociales’, desde las nuevas perspectivas del sujeto como constructor de identidad.
Nuestro análisis tomará entonces como punto de partida las dos orientaciones tradicionales de los fenómenos colectivos, para visualizar el lugar que ocupa el ‘actor social’ como engranaje de lo que luego constituirá la ‘acción colectiva’. Tales orientaciones son: la psicología de masa y la sociología del comportamiento colectivo.
La primera acentúa los factores de imitación, irracionalidad, contagio o sugestión, y la segunda abarca la ‘acción colectiva’ en tanto respuesta reactiva a la crisis o desorden del sistema social.
En tal sentido, coincidimos con la crítica de Alberto Melucci a estas orientaciones, entendiendo que dichas orientaciones tienden a analizar la ‘acción colectiva’ como ‘acción sin actor’, esto es, la suma sin conexión de acciones individuales, como así también al ‘actor sin acción’, lo que implica fundamentos objetivos del fenómeno observando la estructura social de manera que la acción se deduce del análisis de las condiciones sociales que los actores parecen tener en común.
La cual, según Melucci no resuelve el planto Marciano de "cómo pasar de la clase en sí a la clase para sí, de las condiciones de clase a la acción de clase". (Melucci, A; 1994)
Con lo cual podemos observar aquí que tales orientaciones comparten desde la perspectiva del autor, dos enunciados epistemológicos.
El primero, aborda la ‘acción colectiva’ y el ‘actor social’ en tanto que, dato empírico unitario, adquiriendo de dicho fenómeno consistencia "ontológica", ya que la realidad colectiva se asume como unidad.
Este primer enunciado incluye el segundo enunciado, ya que se vincula estrechamente con el proceso de "cosificación del fenómeno ‘colectivo’, asumiendo la consistencia de dicho fenómeno en la implicancia de la ‘acción colectiva’ en términos de "algo dado", reduciendo de este modo la posibilidad de una mayor investigación.
Es a partir de aquí donde se centra nuestro interés en el análisis; pues posiblemente sea este el punto de fragilidad a la hora del abordaje de dichos fenómenos, pues, al considerar las bases y los alcances de la percepción epistemológica tradicional, desde un perspectiva "ontológica", es decir en tanto que, dato empírico unitario, surgiría en una primera instancia la fragilidad de dichos enunciados al momento de aplicarlos a los fenómenos sociales.
La debilidad de tales enunciados nos invita a profundizar en la revisión a cerca de las estructuras cognoscitivas y los sistemas de relaciones necesarios para la acción. Entendemos, entonces, que lo que debe ser explicado en muchos de los análisis de la ‘acción colectiva’ es, la categoría de este ‘actor’ que tiende a ser unificado en tanto que objeto de análisis.
Si los fenómenos sociales colectivos tienden a una perspectiva epistemológico unitaria, es decir, "ontológica", nos mueve a revisar en que términos se aborda el concepto clave, es decir, el concepto de ‘actor social’, en qué categoría se enmarca la identidad de este actor que constituirá la acción colectiva, qué lo inscribe en tal registro de análisis.
Y tal vez, lo que resulta una obviedad, no lo sea a la hora de revisar algunos supuestos básicos de las Ciencias Sociales, en busca de esclarecer la dinámica actual de la realidad, esto es, revisar algunas categorías de análisis para aproximarnos, tal vez a la necesidad de establecer nuevas categorías epistemológicas, que conducirían a la crítica de la concepción de identidad, desde donde se construye la plataforma de la Modernidad.
Para que exista la acción primero tiene que existir un actor, dicho actor, ¿desde dónde será abordado?; ¿cómo se presenta la identidad en el mismo?, para luego entenderlo en términos sociales: ¿cuáles son los procesos y relaciones a través de los cuales los individuos se implican en la acción colectiva?
Comencemos por el principio; realicemos un breve recorrido por el concepto de Identidad.
Ha sido común en gran parte de la tradición filosófica, considerar que el fundamento del principio lógico de identidad se encuentra en el principio ontológico, o bien que ambos son aspectos de una misma concepción; aquella propuesta por Parménides hace 2.500 años, la cual indica que, siempre que se habla de lo real, se habla de lo idéntico, la idea de Identidad parece ser entonces, el resultado de una cierta tendencia de la razón, razón identificadora tan preciada en la historia de la filosofía. Con lo cual, la identidad sería aquella inevitable tendencia de la razón a reducir lo real a lo idéntico, sacrificar la multiplicidad a la identidad con vistas a una explicación.
Siguiendo con nuestro recorrido, Aristóteles cuando trató la cuestión de definir la identidad, observa que dicha noción se da en varias formas: "una unidad de ser", unidad de una multiplicidad de seres o unidad de un solo ser tratado como múltiple. (Aristóteles, Metafísica).
En resumidas cuentas, no realizaremos aquí un tratado histórico-filosófico acerca del término, sino solamente indicar que el racionalismo se ha inclinado a pensar que la noción ontológica o metafísica de identidad tiene una forma lógica, y que el principio lógico de identidad tiene alcance ontológico.
Tal posición fue duramente atacada por Hume, esto se ve reflejado especialmente en la crítica que el filósofo realiza a los que pretenden que hay un "yo", que es sustancia, y es idéntico a sí mismo. Hume consideró que el problema de la identidad personal es insoluble, y se contentó con la relativa persistencia de semejanza, contigüidad y causalidad de las ideas.
Avanzando en el tiempo la filosofía contemporánea ha examinado el problema de la identidad de diferentes modos.
Heidegger en "Identidad y Diferencia", indica que la fórmula A=A se refiere a una igualdad, pero no dice que A sea como "lo mismo". A la igualdad, entonces no podemos representarla como mera unicidad.
Tal vez este breve recorrido de fundamento a la posibilidad de captación de una identidad sustancial que nos constituye como sujetos epistemológicos posibles o no de análisis; de allí la imposibilidad de captar los procesos generados por los sujetos en relación al dinamismo permanente de los mismos, es decir, creemos que esta manera de abordar la constitución de los sujetos desde una perspectiva ontológica heredada de la tradición no nos permite pensar los cuerpos, la sociedad, la historia y la verdad (categorías éstas fundamentales para el fenómeno que nos ocupa) en tanto que proceso, es decir, como un algo que está siendo construído y deconstruído en el ámbito de las relaciones sociales.
Pues, desde esta perspectiva, los ‘actores sociales’ no son cosas, no son substratos, es decir, no son sustancias con una esencia pre-dada que se autodesarrolla, sino más bien, que el "ser" de los mismos se construye en relaciones "entre" hombres y cosas.
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