La pampa de los fantasmas Vilcabamba "la vieja" y su espíritu de resistencia (página 2)
Enviado por Fernando Jorge Soto Roland
Finalmente, poseemos una última traducción que, a partir de sinónimos en quechua, recrea la acepción que, a nuestro entender, es la más completa y correcta. ésta sostiene que "villca" es un término de parentesco recíproco que significa "bisabuelo" y "bisnieto", y por extensión "antepasado" y "descendiente". Como los incas practicaron un complicado culto a los antepasados, los mismos eran considerados sacros (ya vimos la importancia que tenían las momias), por lo tanto eran huacas. Si "villca", entonces, es sinónimo de "huaca" estamos frente a una palabra que tiende a designar el genérico concepto de "lo sagrado". En consecuencia, Vilcabamba podría traducirse como "La Pampa Sagrada".
Naturalmente, con la llegada de Manco y su séquito, el prestigio, ya no militar, sino religioso de toda la región se vio ensalzado por la presencia del Inca y las prácticas rituales que se desplegaron en toda la zona. Vilcabamba "La Vieja", la última capital, se convirtió en el centro de las celebraciones religiosas y asiento de las todopoderosas momias o "bultos" de los soberanos (antepasados) fallecidos[5].
Como el propio Juan de Betanzos afirmaba en 1551: "…lo que entienden allí donde están es en hacer toda la vida sacrificios y ayunos y idolatrías gentilicias a sus guacas e ídolos y en hacer todas las demás sus fiestas según que se hacían en el Cuzco en tiempos de los Yngas pasados según que se lo dejó orden Ynga Yupangue…"[6].
Estas prácticas y creencias serían muy difíciles de erradicar después de la victoria española en 1572.
La antigua capital del exilio se levanta en medio de un valle absolutamente cubierto de árboles, plantas trepadoras y lianas. Desde el lugar en donde acampábamos era imposible ver construcción alguna y, según nos comentara Pancho -nuestro guía y "navegante"- muchos aventureros solitarios, que pretendían conocerla, seguían de largo sin percatarse de que, a muy pocos metros, los muros Vilcabamba luchaban contra la humedad y las raíces.
Actualmente, en la zona habitan dos familias campesinas, los Zaka Puma y los Wilka Puma, sufridos colonos que, sustentados por una economía de subsistencia, pasan sus días ignorando la relevancia simbólica de las construcciones, que conocen desde siempre.
Ninguno de los miembros de esas familias sabían algo sobre la historia del valle. Nunca habían escuchado hablar de Manco Inca y sus sucesores (Sayri Túpac, Titu Cusi o Túpac Amaru). El legado arquitectónico de los incas era, para ellos, un mero conjunto de "piedras", sin valor alguno. Muy de vez en cuándo se internaban en la arboleda, y si lo hacían era para "buscar tesoros", para huaquear; es decir, desenterrar piezas de cerámica que, sólo ocasionalmente, podían ser suplantadas por pequeños ídolos de oro y plata, que más tarde cambiaban en Chaullay por arroz y otros productos.
Pero, a pesar de este "saqueo al pasado", la actitud general de los moradores es de respeto y temor.
El nombre con el que hoy se conocen las ruinas de Vilcabamba es el de "Espíritu Pampa", la "Pampa de los Espíritus" o "de los fantasmas", puesto que están asociadas con historias de "aparecidos" (vistiendo indumentarias indias) y de extraños sonidos y lamentos de dolor. Nadie se aventura por las ruinas, especialmente de cuando el sol se pone.
Estando una noche escribiendo sobre una gran roca, ubicada muy cerca del emplazamiento de la vieja ciudad, tuve la inquietante visita de un par de niños que, salidos de la sombra, se me acercaron sigilosos ante mi más espantoso y profundo susto. No eran fantasmas. Eran los miembros menores de las familias de colonos arriba nombradas. Debían tener por entonces unos diez u once años y se quedaron muy sorprendidos por el grabador portátil que tenía en mi cintura, con el cual grababa todas las charlas que podía cuando me topaba con lugareños, chamanes y exploradores. Y aquella no fue una oportunidad que deseché.
Tras la presentación inicial y las preguntas de rigor (de dónde era, quién era, a qué me dedicaba) los muchachos dejaron registradas sus voces en la cinta, no sin sorpresa al escucharlas cuando yo se las rebobinaba para que se oyeran. Inmediatamente dejaron el sitio y volvieron a perderse en la selva. Un rato después aparecieron con uno de los Zaka Puma de mayor edad. Uno de los padres. Volví a mostrarle la "maravilla técnica" que tenía y tras ofrecerle un cigarrillo (bien escaso en esas latitudes) le pregunté sobre construcciones perdidas en la región. De inmediato señaló en dirección a las ruinas vecina y dijo que allí había "piedras". Le respondí que ya habíamos explorado la zona esa tarde y que deseaba saber si conocía otras. Me dijo que no, que no era conveniente hablar de noche de esas cosas y que en Espíritu Pampa caído el sol el sitio era de los fantasmas y los muertos.
Debo que confesar que en ese contexto de selva extrema y montañas que tenía a mi alrededor, no pude evitar sentir un escalofrío recorrerme el espinazo. Soy una persona racional y no creo en fantasmas, pero en ese lugar, a esa hora, con esas sombras gigantescas devorando kilómetros y kilómetros entorno mío, ¿quién podía negar rotundamente que en ese sitio no hubiera espíritus rondando el roquedal?
"De noche se escuchan cánticos y lamentos. El sonido de las quenas es audible a gran distancia. Se las puede oír perfectamente. Son las ánimas de los muertos que salen a caminar", me explicó el caballero local. "Aquí los muertos salen por las noches. ¿En Argentina no lo hacen?".
Respondí que no. Que al menos yo, jamás los había visto.
"Pues aquí, es de lo más común", agregó y la charla cambió inopinadamente hacia un pedido de medicamentos y el relato de sus enfermedades y padecimientos.
Sólo un tiempo después, oyendo esas grabaciones mientras escribía el libro de la expedición, me puse a pensar en esas leyendas y rumores sobre aparecidos.
Es probable que estos relatos tenebrosos no hagan otra cosa que revelar, de un modo inconsciente, el sentimiento de pérdida por un mundo (el incaico), del que tanto los Zaka como los Wilka Puma son sus directos herederos. Y hasta podría llegar a pensarse que los "lamentos" lúgubres, provenientes del "roquedal", son el signo de la permanencia de un pueblo que se resiste a desaparecer, o perder su digno prestigio. Todo, envuelto en forma de leyendas.
Los fantasmas ocultan muchas cosas, pero también revelan otras muy importantes.
Autor:
Fernando Jorge Soto Roland
Profesor Universitario en Historia
UNMdP- Argentina
[1] Incluso la ubicación de la ciudadela de Machu Picchu ha sido interpretada siguiendo el enorme peso que la región tuvo dentro del culto solar (Inti), impuesto por el gobierno de Pachacuti Inca Yupanqui.
[2] Véase: Bingham, Hiram, La Ciudad Perdida de los Incas, Editorial Zig – Zag, Chile, 1950.
[3] Según indican los investigadores cusqueños Fernando y Edgard Elorrieta Salazar ( La gran pirámide de Pacaritanpu. Entes y campos de poder en los Andes Cusco, Perú, 1992, pp. 150-151): "La asociación de árboles y ancestros u orígenes se pone de manifiesto en los propios mitos de origen de los incas". Por otro lado, "Muchos árboles tenidos por sagrados se tornaban en oráculos y eran objeto de un constante peregrinaje. La relación asociativa entre árboles y oráculos es mencionada y graficada por numerosos cronistas."
[4] Valcárcel, Luis E., Machu Picchu, Eudeba, Buenos Aires, 1978.
[5] Véase: Regalado de Hurtado, Liliana, Religión y Evangelización en Vilcabamba 1572-1602, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 1992.
[6] Betanzos, Juan de, Suma y narración de los incas, segunda parte, Cáp. XXXIII: 308, edición y notas de María del Carmen Rubio, Madrid.
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