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Tendencias del cuento venezolano en tres autores de los 80 y 90: Luis Barrera Linares, Ángel Gustavo Infante y Miguel Gomes


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Monografía destacada

    A pesar de la importancia de algunas de sus manifestaciones, el cuento venezolano està lejos de ser comparable al que se presenta en otros paìses. Para muchos, la literatura venezolana contemporánea ?para no hablar de otras expresiones artísticas, cuyo desconocimiento quizà no sea menor- comienza con los cuentos de los escritores seleccionados por Guillermo Meneses en su famosa antología.

    De acuerdo con esta opinión, muy pocas realizaciones dignas de mención habrìan ocurrido en nuestro paìs durante las primeras décadas de este siglo.

    Pero si pensamos en las demostraciones del cuento venezolano, ocurridas entre los años 80 y 90 del siglo que dejamos atràs, como la consolidación de una nueva narrativa corta, podemos decir que este fenómeno sucede gracias a unas raíces firmes, que permiten la aparición de autores, que conforman en su variedad, un conjunto de obras que se afincan y reclaman su espacio, tanto en la literatura de nuestro paìs como en el espectro internacional.

    El orden de aparición de los relatos que vamos a revisar, nos permitirà la presentación y comentario de cada uno de ellos.

    Damos inicio a nuestra muestra con Beberes de un ciudadano (1985) de Luis Barrera Linares, que parece una continuación de los ya presentados en En el bar la vida es màs sabrosa (1980). El primer libro mencionado, lleva como presentación el subtìtulo de (Auto Relatos) y ganò en 1982 el Premio de la I Bienal Internacional "Alfredo Armas Alfonso".

    Los relatos de este libro, giran en torno a la idea, de la conversación(es) de bar donde se cruzan diferentes historias, tal como ocurre cuando se participa en una reunión de amigos en alguna tasca, y salen a flote nuestros temores, nuestros fantasmas y recuerdos, amores sofocados y abortados que traen muchas veces làgrimas a nuestros ojos, y la consabida pregunta ¿por què?, ¿què fue lo que nos pasò?.

    Estas historias hacen uso de canciones de rocola, donde se manifiesta lo que se ha denominado "apropiaciones de lo popular" en la narrativa.

    En el relato "Ni siquiera besos brujos", se nota claramente este tipo de recurso, cuando leemos: "´La Guillot´ se les recostò del lado sentimental balurdo y los envolvió por los años de los años, los dopò para todo el curso de la historia, los empepò con sus boleritos dulzones o agridulces, aquellos que no hablaban màs que de làgrimas làgrimas por tì; los apendejò con su voz de lechuza encerrada en rocola." (Barrera Linares,1985: 11).

    El recorrido por bares, entre rocolas y mujeres ausentes y que siempre se recuerdan entre brumas y vapores etílicos de la II parte: "…desde que se fue" y cada uno de los relatos que se titula con nombres de mujeres. Nos deja con una sensación de vacìo y de tristeza profunda como cuando salimos de un bar, dejamos tras de nosotros las puertas del refugio y tenemos que hacerle frente de nuevo a las calles violentas y peligrosas de nuestra ciudad.

    Al año siguiente (1986) irrumpe un joven escritor con Cerrìcolas. Angel Gustavo Infante va màs allà. Es el otro rostro de la ciudad, donde la pobreza extrema, la sordidez habitacional, el mundo de los habitantes de los cerros, nos lleva de un empujòn, casi a punta de pistola al mundo que palidamente nos presentò Garmendia en sus obras. Este vigoroso autor nos ha llevado a los extremos, pero con un estilo duro que nos recuerda al Hemingway de los primeros 49 relatos.

    Gracias a la ficción de oralidad, podemos convivir con malandros en "Un arma de dios" ò en "La vida no se llama vida".

    Lo musical tambièn se hace presente, y el libro se divide como un Long Play en "Dos Caras" de un mismo disco. Cara "A": La vida no se llama vida e incluye los relatos: "Un arma de dios", "Donde mis ojos vuelan", "La vida no se llama vida", "Rutina", "Cabeza a cabeza", "En plena campaña", "Desaparecido" y "Fin de semana", y la Cara "B": Sin un amor (¿acaso dos caras de la misma realidad?) donde encontramos "Ojos de yoyo", "Mariela" (la búsqueda del amor a travès de las palabras, con el inconveniente grave de que la amada es analfabeta), "Como un pequeño tigre", "Corte de hombre", "Música maestro", "Jesús, condúcenos" y "Cuando vuelvas".

    Es la desesperanza, el golpe, la bofetada de una realidad que està allì, y que los personajes del libro de Barrera Linares buscan olvidar detrás de las puertas de un bar sórdido, entre cervezas y música de rocola.

    Aquì en Cerrìcolas vemos la vida en los barrios de Caracas, y toda la pobreza y violencia que envuelve vivir en ellos.

    En el relato "La vida no se llama vida", el lenguaje a pesar de ser tenso y directo, es brutal y sin contemplaciones para un lector desprevenido. Sin caer en la jerga pura y simple, el autor nos presenta una historia corta donde el personaje cuenta sin sobresaltos que perdiò a la "jeva" o a la mujer que ama y que al igual que un personaje de Beberes… trata de ocultarse "detrás del cerco de botellas, tratando de sacarte el demonio a fuerza de boleros." (INFANTE, 1986:20).

     

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