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La deflación


Partes: 1, 2

    1. Concepto
    2. Causas
    3. Medidas contra la deflación
    4. La deflación en la actualidad
    5. El caso del Japón
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    La deflación es el fenómeno contrario a la inflación, es decir, la bajada continuada y sustancial en los niveles de precios. Se trata de un grave problema económico porque, al disminuir los precios y si se mantienen constantes los costes y los salarios, las empresas obtienen menos beneficios y se reducen entonces la inversión y el empleo. Se genera así un auténtico círculo vicioso pues con menos empleo hay menos rentas y menos compras que vuelven a hacer que se reduzcan los beneficios, la inversión y el empleo.

    1. Concepto

    La deflación es la caída generalizada del nivel de precios de bienes y servicios en una economía. Es el movimiento contrario a la inflación.

    Esta situación económica en que los precios disminuyen es producida por una falta de demanda, y es mucho más peligrosa y temida por los Gobiernos que la inflación.

    La deflación puede desencadenar un círculo vicioso: Los comerciantes tienen que vender sus productos para cubrir al menos sus costes fijos (entendiendo que el precio ya no alcanza para pagar los costes variables), por lo que bajan los precios. Con precios bajando de forma generalizada, la demanda se disminuye más, porque los consumidores entienden que no merece la pena comprar si mañana todo será todavía más barato. En la inflación, sin embargo, ocurre todo lo contrario, dado que los consumidores prefieren comprar antes los bienes de larga duración, para anticiparse a subidas de precios.

    Dado este círculo vicioso, la deflación se convierte en causa y efecto de la falta de circulación del dinero en la economía, porque todos prefieren retenerlo.

    Al final, la economía se derrumba, dado que la industria no encuentra salida a sus productos y sólo consigue pérdidas.

    Históricamente es normal que los tipos de la deuda más bajos acompañen subidas de la Bolsa o, lo que es lo mismo, que el precio de ambos activos evolucione de la mano. Los tipos bajos suponen un menor coste de capital, y ello hace más valiosas las acciones. De hecho, es lo que ha ocurrido en 125 de los últimos 150 años, según Credit Suisse.

    Antes de que comenzase la crisis, en 1998, la relación se invirtió. Primero por el descenso de la inflación, que tiró a la baja los tipos mientras la Bolsas subían. Después porque los mercados cayeron en picado mientras los tipos de interés de la deuda hacían lo propio, lastrados por los agresivos recortes de tipos practicados por la Fed. Es algo habitual en situaciones extremas, de burbuja o de crisis, y tiene mucho que ver con el flujo de capital de un activo a otro. Ahora bien, el comportamiento reciente del mercado rompe esta última tendencia y abre una pregunta a los inversores: ¿Pueden subir la Bolsa y los bonos?

    En la situación actual, la subida paralela de ambos activos refleja una aparente contradicción: mientras la deuda recoge las expectativas de debilidad económica, bajadas de tipos, e incluso deflación, la subida bursátil cotiza la recuperación económica.

    'En parte, es consecuencia de las palabras de Greenspan', señala Antonio Villarroya, de Merrill Lynch. 'Comentó que la situación económica no es mala, lo que ayudó a la Bolsa, pero que hay riesgo de deflación, por lo que los tipos permanecerán bajos por un tiempo'. En todo caso, esta mezcla de expectativas no es sostenible a medio plazo, señalan tanto Villarroya como otros expertos. La situación se romperá, ya sea por un repunte de los tipos a largo, ya sea por un nuevo descenso bursátil.

    'Si el crecimiento económico en el segundo semestre no responde a las expectativas, no se cumplirán las previsiones de beneficio. Los tipos de los bonos se mantendrán bajos y la Bolsa corregirá. Es el escenario de Merrill Lynch. Ahora bien, otras firmas consideran que en el segundo semestre el crecimiento de EE UU repuntará y, en este contexto, los tipos de la deuda subirán'.

    Credit Suisse espera que o bien el índice Standard & Poor's 500 asciende a 960 puntos (ayer cotizaba en torno a 930) y los tipos también suben, o bien éstos se mantienen y el S&P 500 se acerca a 780. 'Pero vemos poco verosímil que la Bolsa y los bonos suban de la mano', concluyen. El banco no se decanta a las claras por ningún modelo, pero en la mayor parte de sus informes espera que los tipos sigan bajos.

    Goldman, optimista, señala que esta ruptura demuestra que el alza de la Bolsa se debe al descenso de la prima de riesgo en vez de a una mejora de las percepciones y que, por ello, es sostenible.

    A juicio de Credit Suisse, la razón que motiva la ruptura actual en las correlaciones es la esperanza de que la Reserva Federal compre bonos de forma masiva, una posibilidad sugerida últimamente por la autoridad monetaria.

    Los movimientos de Bolsa y bonos están íntimamente relacionados con la evolución del dólar y, por supuesto, con la dicotomía inflación-deflación. Al fin y al cabo, lo que fija los precios de los bonos son las expectativas de precios. Los fantasmas de deflación han tumbado los tipos de la deuda porque, aunque este escenario sea sólo una posibilidad, parece claro que no hay inflación. Y las expectativas de tipos bajos han ayudado a la caída del dólar.

    Greenspan cambia de táctica y opta por la guerra de guerrillas

    Greenspan ha rebajado los tipos de interés del 6,5% al 1,25%. Ha sido el movimiento más agresivo de la historia de la Reserva Federal. Pero el armamento convencional de la autoridad monetaria no ha surtido efecto, de modo que Greenspan ha optado por la guerra de guerrillas. Es consciente de que adelantar una nueva rebaja de tipos y ponerla en práctica no surtiría efecto, y de que, con un déficit presupuestario de 400.000 millones, el margen de maniobra es escaso. Ante la incertidumbre posbélica prefiere ocultar las pocas armas que le quedan en un esfuerzo por aumentar su eficacia.

    Tiene tres opciones. Bajar tipos, recomprar deuda o garantizar un máximo de tipos de interés para los próximos años que mantenga bajo el coste del endeudamiento. Greenspan no ha optado por ninguna de las vías y sí por las tres a la vez. Con el comentario que acompañó a la última reunión de la Fed dio motivos para el optimismo, pero consiguió disipar cualquier expectativa de futuras subidas de tipos al apelar a la deflación. También ha sugerido, a través siempre de segundos espadas, la posibilidad de recomprar deuda, y no pocos rumores de Wall Street señalan que ya lo está haciendo. De forma paralela, el Tesoro no emite bonos a 30 años a pesar del déficit fiscal.

    Ha surtido efecto, y los tipos de interés están bajos tanto en los plazos cortos como en los largos. Ello reduce los costes de financiación de empresas y particulares sin que la Fed haya tenido que bajar los tipos oficiales a menos del 1% y sin gastarse dinero en recompras de deuda. El mercado hace la labor por Greenspan y, si hace falta porque la deflación es una posibilidad cercana, usará una de las tres armas de la forma más inesperada posible, para multiplicar el poder de su última bala.

    Unos lo ven como una sabia manera de administrar los escasos recursos de que dispone. Otros creen que, simplemente, pedalea para no caerse.

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