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Sobre el concepto de encarnación

Partes: 1, 2

    1. Introducción
    2. Conclusión
    3. Bibliografía

    i. Introducción

    Es como menos curioso que Danto, heredero y continuador de la tradición estética analítica, se sirva con fines demarcacionales del inespecífico concepto de encarnación, cuyas connotaciones religiosas no evita, sino que por el contrario, enfatiza. Las obras de arte (en contraste con las meras cosas) significan algo y encarnan (a diferencia de las representaciones no artísticas) aquello que significan. De allí que un criterio de aplicación sea la imposibilidad o resistencia que rige en su ámbito para someterlas a procedimientos habituales en otros dispositivos simbólicos, tales como la paráfrasis, la sinonimia, la traducción, la correferencialidad y, en última instancia, la simple y llana separación forma-contenido o significante-significado. Puede decirse de ellas que no se les predica aquella peculiaridad que entra en la definición de la palabra "signo" y que designa la arbitrariedad o el convencionalismo entre el referente y lo referido. El mecanismo lingüístico por el que se prueba este rasgo en un mero signo es la equivalencia de significado de distintos significantes en diferentes códigos[1], por ejemplo, palabras de más de un idioma haciendo alusión a un mismo concepto. Por el contrario en las obras de arte, el contenido o significado está encarnado en la forma o significante de manera que lo uno no se da sin lo otro. No hay, como si dijéremos, manuales de traducción de unas obras de arte a otras, o entre representaciones que son obras de arte a representaciones que no lo son. 

    Esto en absoluto interdicta la tarea de la crítica, que según Danto consiste en identificar lo que la obra significa y después en mostrar cómo ese significado se encarna en la obra, sin embargo, la interpretación aun cuando sea constitutiva de la obra, no por ello se arroga el poder de diseccionar lo uno de lo otro, y si lo hiciera no por eso sería una experiencia cognitiva vicaria de la experiencia real del objeto artístico. Las piezas de crítica, lejos de ser sus versiones proposicionales, no se arrogan más poder que el de facilitar el acceso a la dimensión semántica de la obra. 

    Analizar el concepto de encarnación en la propuesta teórica de Danto debería ayudar a entender el particular nodo de simbolización de los objetos artísticos. 

    ii. Desarrollo

    Francisca Pérez Carreño (2005) distingue tres usos en Danto del término encarnación. Como metáfora, en La Transfiguración del lugar común, expresa aquella condición según la cual comprender una obra de arte es captar la metáfora que parece siempre haber en ella. Una obra de arte es metafóricamente lo que representa; la opacidad del medio condiciona y determina su significado. Las metáforas se caracterizan (Gerar Vilar, 2005) por llevar implícita una referencia no a cosas de manera directa, sino a representaciones de cosas. Operan entonces en conformidad con contextos intensionales (con "s"), ya que la substitución de términos correferenciales no preserva o bien el significado o bien el efecto buscado. En las representaciones no artísticas (Alcáraz León, 2006) la forma de la representación está en parte subdeterminada por de su función comunicativa; en arte, en cambio, la forma en que se presenta lo representado (las palabras elegidas, los matices sonoros o visuales, la densidad sintáctica y semántica, etc.) afecta lo que se busca comunicar y al modo de hacerlo. El medio es el mensaje y el mensaje es el medio es una cláusula que rige en arte de manera modélica. La estructura semántica general de las metáforas consiste en mostrar una cosa bajo el aspecto de otra, al tiempo que la omisión del nexo comparativo funciona como una propuesta entimemática (con información sobreentendida) para que el receptor complete lo que falta. Lo que cuenta en las metáforas como en las obras de arte no se agota ni en su referencia ni en su sentido (en términos de Frege), sino en la actitud (color, matiz) expresada por alguien hacia el objeto de la representación. La fuerza del tropo, así como de las obras, reside en el ámbito pragmático-retórico; alguien busca la persuasión de alguien a través de algo significativo y opaco (echa luz sobre un objeto pero de manera indirecta o cifrada), y de allí que su poder transfigurador esté vinculado a la expresión y al estilo, antes que a un parafraseable contenido de verdad.

    Un segundo sentido de encarnación es el de ejemplificación. Las obras de arte no sólo muestran algo bajo una determinada luz, sino que poseen las propiedades de aquello que muestran. Según Goodman: "(e)l Guernica de Picasso representa un episodio de la Guerra Civil, pero también expresa la crueldad de la guerra y ejemplifica un uso particular del color gris".[2] Son ejemplificaciones encarnadas (Pérez Carreño, 2005) de las propiedades a las que se refieren. Según la teoría funcionalista goodmaniana se trata de un síntoma estético; en Maneras de hacer mundos (1978) se indica que un signo como una muestra especifica ciertas propiedades y no otras. "La muestra de sastre es un ejemplo de textura, color, etc., pero no lo es del tamaño o de la forma".[3] Las obras de arte, por contraste, son muestras cabales o ejemplificaciones tautológicas de sí mismas, por eso todo en ellas es en principio relevante al análisis o la observación.

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