Otras ediciones, en el siglo XIX y principios del siglo XX, seguirían obteniendo veredictos pocos favorables y opiniones escépticas acerca de las destrezas literarias de la rimadora. Hoy se la considera como poeta de la mayor significancia en su país.
Años tempranos
La familia de Emily había llegado al Nuevo Mundo doscientos años antes de que ella naciera, como parte de la Gran Migración Puritana, arreglándoselas para prosperar en todos respectos.
El abuelo paterno, Samuel Dickinson, sin ayuda, fundó el Amherst College.
En el 1813 construyó una mansión de considerable tamaño en la calle principal del pueblo, la cual se convirtió en el zócalo de la vida familiar por casi cien años.
Edward, el hijo mayor de Samuel, sirvió en la legislatura del estado y en el Congreso de los Estados Unidos.
Edward Dickinson
El seis de mayo del 1828, Edward contrajo matrimonio con Emily Norcross, procreando tres hijos:
William Austin (1829-1895), también conocido como Austin, Aust o Awe
Emily Elizabeth; y
Lavinia Norcross (1833-1899), también conocida como Vinnie.
Por todos, Emily fue considerada una niña de disposición placentera y dotada de un talento especial por el piano.
Los padres se empeñaron en que los hijos recibieran una buena educación, preocupándose sobremanera acerca de su progreso académico.
Como hija, en sus correspondencias, Emily siempre describió al padre con términos cariñosos, mientras que consideraba a la madre como distante y algo fría.
Luego de pasar siete años en Amherst College, y ya en la adolescencia, tuvo que tomar licencias médicas por lo que se caracterizara como episodios de melancolía, siguiendo la muerte de Sophia Holland una compañera y prima segunda.
Emily fue traumatizada, escribiendo dos años después que ella debió de haber sido quien muriera en lugar de Sophia.
Durante este período, la joven mujer hizo muy pocas amistades, retirándose de sus estudios debido a que no gozaba de muy buena salud.
Influencias tempranas en su carrera literaria
Cuando ella tenía dieciocho años, la familia se hizo amiga de Benjamin Franklin Newton, un joven abogado que, aunque nunca tuvo un interés romántico en la solitaria mujer, se constituyó en una influencia formativa para ella.
La casa de los Dickinson como hoy se preserva
Newton introdujo a Emily a los escritos de William Wordsworth y los poemas de Ralph Waldo Emerson, los que ella describió que ejercieron un efecto liberador en su vida.
Emily era familiar con la Biblia, pero nunca demostró ninguna inquietud por lo religioso.
La vida de adulto y la vida de reclusa
Muchas muertes tuvieron lugar en poco tiempo durante estos años, cada una de ellas, imprimiendo una huella de pesares en el espíritu de la, ahora, atormentada mujer.
Fue entonces cuando su poesía y sus cartas a amigos se tornaron más melancólicas y más amargas.
A mediados de los 1850s la mamá de Emily cayó postrada en cama, víctima de una serie de enfermedades crónicas, y nunca más se levantaría hasta su muerte en el 1882.
En esta situación, y con ambos hermanos velando por la crianza de sus respectivas familias, la responsabilidad por el cuidado de la achacosa madre recayó en la resignada poetisa.
En ese entonces fue cuando Emily comenzó a distanciarse y a aislarse del resto del mundo circundante.
Dedicaba su vida a leer algunos de los clásicos y a catalogar sus poemas, de los que nadie supiera existieran hasta después de su muerte.
Sin amigos y sin ninguna vida social, Emily se sumergió en el periodo de mayor productividad en su vida.
La mujer "en blanco"
A principios del año 1860 su comportamiento comenzó a cambiar.
El sombrero de paja por Tamara de Lempicka
Su inmensa productividad cesó y su aislamiento se incrementó.
Nunca salía de su casa, y comenzó a hablar a quienes la visitaran a través de una mampara, en lugar de verlos cara a cara.
Nunca más, nadie la vería sino fuera vestida de blanco. Aunque pocos recuerdan haberla visto en persona durante esos años.
Entonces, sus hermanos comenzaron a proteger su privacidad, contribuyendo a su aislamiento total, y rechazo a todo contacto humano.
Ramilletes y poemas
Para distraerse, tal vez, o para combatir el aburrimiento producto de su soledad, la poetisa comenzó a cuidar de su jardín lo que lograría hacer con enorme diligencia y competencia.
En esta nueva vocación, Emily se las arreglaría para compilar un volumen de sesenta y seis páginas en las que ella catalogó 424 especímenes de flores diferentes.
Sino la jardinera, el jardín adquirió fama proverbial por su belleza.
Vida postrera
En junio del 1874, Edward Dickinson murió víctima de una hemorragia cerebral.
Emily permaneció en su habitación y no asistió a su entierro, mientras lamentaba el estado deplorable de la salud de su mamá.
La fantasma en blanco
Un año más tarde la mamá de Emily asimismo moriría de un derrame cerebral que la dejara paralizada.
Emily, lamentó, "mientras otros van a la iglesia yo voy a la mía, la que nadie conoce porque está en mi corazón".
Camino a la eternidad
Reconociendo que ya no le quedaban muchos años más que vivir, Emily escribía subrepticiamente, no permitiendo que nadie penetrara el secreto de sus poemas, tan celosamente guardados.
Austin, mientras tanto, trajo deshonra a la familia, cuando se enredó en una relación con Mabel Loomis Todd, la esposa de un profesor recién llegado a Amherst.
Muertes siguieron. Más muertes de amigos y de parientes cercanos, lo que motivó a Emily pedir de su hermana que quemara todos sus papeles, cartas y manuscritos desde que ella muriera.
Emily Dickinson murió a la edad de 55 años.
La causa de su defunción fue registrada como la Enfermedad de Bright.
Su cortejo fue a pie, ella en un ataúd color blanco, rodeada de sus flores favoritas.
Su sarcófago fue simple y sin pretensiones, exactamente como ella lo deseara.
Después de su inhumación, y cuando Lavinia realizó que ella estaba consignando a las llamas obras poéticas de mérito singular, fue cuando Emily Dickinson nació para las edades.
En resumen
Cuando me interesé en escribir un ensayo acerca de la vida y obras de Emily Dickinson, ya había reparado en las vidas de tantos genios creativos que como Darwin, Marcel Proust, Robert Schumann, Kierkegaard, Sylvia Plath y muchos otros vivieron existencia atormentadas por lo que hoy, consideraríamos compromisos psíquicos de índole neuróticos.
Lugar donde restan los despojos mortales de Emily Dickinson
Dickinson después de su muerte despertó un proselitismo devoto y sus obras una adoración que no ha amainado con el transcurso de los años.
Sus poemas se apartan de lo ordinario y común porque, como estaban destinados a la pira inmoladora, nunca, la autora, tuvo necesidad especial de satisfacer el establecimiento o de apaciguar las vacas sagradas.
Desde el punto de la psicopatología, ¿qué fue?
¿Lesbiana? como tantos afirman sin saber.
¿Esquizoide, histérica, narcisista o cualquiera de todas las metáforas que hoy usamos para describir los trastornos emocionales?
No lo creo.
¿Fue genio?
Tampoco lo creo.
Como persona, Dickinson fue capaz de sublimar sus fantasías para crear y legar arte de calidad exquisita.
Eso tan sólo, la aparta del redil.
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Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
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