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Mitología Nórdica 5. Leyendas de Dioses (página 2)


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Los dioses habían estado deliberando sobre la conveniencia de asignar un guardián fidedigno y vitorearon al nuevo recluta como alguien apropiado para cumplir con las onerosas obligaciones de su cargo. Heimdall accedió con alegría a asumir la responsabilidad y desde entonces veló día y noche el sendero de arco iris que se adentraba en Asgard.

Para permitir que su vigilante detectara la aproximación de cualquier enemigo desde lejos, la asamblea de los Aesir le concedió sentidos tan agudos que se dice que era capaz de oír crecer la hierba en las colinas y la lana en los lomo de las ovejas, de ver a cien millas de distancia tan claramente tanto de día como de noche, y con todo ello, necesitaba menos tiempo de sueno que un pájaro.

A Heimdall se le proporcionó además una reluciente espada y un maravilloso cuerno trompeta, llamado Gjallarhorn, la cual los dioses le ordenaron que hiciera sonar siempre que divisara la aproximación de sus enemigos, declarando que su sonido despertaría a todas las criaturas en el cielo, la tierra y el Niflheim. Su último terrible sonido anunciaría la llegada del día en que la batalla final de los dioses sería disputada.

Para tener este instrumento, que era un símbolo de la Luna creciente, siempre a mano, Heimdall o bien lo colgaba de una rama del Yggdrasill sobre su cabeza o lo sumergía en las aguas del manantial de Mimir. En este último lugar yacía junto al ojo de Odín, que era un símbolo de la Luna llena.

El palacio de Heimdall, llamado Himinbjorg, estaba situado en el punto más alto del puente, y allí le visitaban a menudo los dioses para beber del delicioso hidromiel con el que él los agasajaba.

Heimdall siempre era representado con una resplandeciente armadura blanca, por lo que era conocido como el "dios brillante". También era conocido como el dios delicado, inocente e indulgente, nombres que merecía, pues era tan bondadoso como hermoso y todos los dioses le amaban.

Conectado por el lado de sus madres con el mar, a veces era relacionado con los Vanir y ya que los antiguos nórdicos, especialmente los islandeses a quienes el mar los rodeaba, les parecía el elemento más importante, creyendo que todo había emergido de allí. Le atribuían un conocimiento muy extenso y se lo imaginan especialmente sabio.

A Heimdall se le distinguía además por su dentadura de oro, que destellaba cuando sonreía y se ganó el sobrenombre de Gullitani (el de los dientes de oro). También era el orgulloso propietario de un veloz corcel de crines de oro llamado Gulltop, que le transportaba de acá para allá pero especialmente temprano por la mañana, a cuya hora, como heraldo del día, tenía el nombre de Heimdellinger.

Loki y Freya

Su extremada agudeza de oído le causó a Heimdall que le molestara una noche el suave sonido de lo que parecía ser pasos de gato en dirección a Folkvang, el palacio de Freya. Proyectando su vista de águila en la oscuridad, Heimdall percibió que el sonido era producido por Loki, el cual, habiendo entrado sigilosamente en el palacio como una mosca, se había aproximado al lecho de Freya y estaba intentando robar su brillante collar de oro, Brisingamen, el emblema de la fertilidad y la armonia de la Tierra.

Heimdall vio que la diosa se encontraba dormida en una postura que hacía imposible abrir su collar sin ser despertada. Loki permaneció dubitativo al lado de su cama durante unos momentos y entonces comenzó a murmurar las runas que les permitían a los dioses cambiar deforma según su deseo. Al hacer esto, Loki se vio reducido hasta alcanzar el tamaño y la forma de una pulga, tras lo que se deslizó bajo las sabanas y picó el costado de Freya, causando de esta manera que ella cambiara de posición sin ser despertada de su sueño. El cierre estaba ahora a la vista y Loki, abriéndolo cuidadosamente, obtuvo el codiciado tesoro y procedió a marcharse con él sin demora.

Heimdall se lanzó inmediatamente en persecución del ladrón nocturno y, alcanzándole rápidamente, desenvainó su espada de la funda con la intención de cortar su cabeza, cuando el dios se transformó en una parpadeante llama azul. Rápido como el pensamiento, Heimdall se transformó en una nube y envió un diluvio para apagar el fuego. Sin embargo, Loki alteró su forma con la misma velocidad para transformarse en un oso polar que abrió sus fauces para tragarse el agua. Heimdall, sin dejarse intimidar, adquirió entonces a su vez la forma de un oso y atacó ferozmente. Pero como el combate amenazaba con acabar desastrosamente para Loki, se transformó en una foca y tras imitarle Heimdall, una última lucha tuvo lugar, que concluyó con Loki viéndose forzado a entregar el collar, que fue debidamente devuelto a Freya.

En esta leyenda, Loki es un símbolo de la seguía o de los funestos efectos del calor demasiado ardiente del Sol, que viene a robarle a la Tierra (Freya) su más preciado ornamento (Brisingamen). Heimdall es una personificación de la lluvia y el rocío gentil, que, tras luchar durante un rato contra su enemigo, la sequía, termina por derrotarla y le obliga a renunciar a su premio.

Los Nombres de Heimdall

Heimdall tiene otros varios nombres, entre los cuales encontramos los de Hallinskide e Irmin, pues a veces ocupaba el lugar de Odín y era identificado con aquel dios, al igual que con otros dioses de espada, Er, Heru, Cheru y Tyr, que destacaban todos por sus relucientes armas. Él, sin embargo, es más conocido generalmente como el custodio del arco iris y dios del cielo y de las fértiles lluvias y rocíos, que traen frescor a la Tierra.

Heimdall compartía además con Bragi el honor de darles la bienvenida a los héroes en Valhalla y, bajo el nombre de Riger, era considerado como el señor divino de varias clases sociales que componen la raza humana.

La Historia de Riger

Heimdall dejó su lugar en Asgard un día para pasear por la Tierra, como los dioses solían hacer en ocasiones. No había caminado aún mucho cuando llegó hasta una pobre cabaña a orillas del mar, donde, se encontró con Ai (bisabuelo) y Edda (bisabuela), una pobre pero respetable pareja, que le invitaron de forma hospitalaria a compartir su exigua comida de gachas de avena.

Heimdall, que dijo llamarse Riger, aceptó gustoso la invitación y permaneció con la pareja durante tres días enteros, ensenándoles muchas cosas. Al concluir este tiempo, se fue para continuar con su viaje. Algún tiempo después de su visita, Edda dio a luz a un niño rechoncho de piel oscura, a quien llamó Thrall.

Thrall pronto mostró una fuerza física poco común y grandes aptitudes para los trabajos pesados, una vez hubo crecido, tomó como esposa a Thyr, una chica de constitución gruesa con las manos quemadas por el Sol y pies planos que, al igual que su marido, trabajaba de Sol a Sol. Muchos hijos nacieron de esta pareja y de ellos, descendieron todos los siervos de la gleba o esclavos del Norte.

Tras dejar la pobre cabaña y la desolada costa, Riger se dirigió hada las tierras del interior, donde en poco tiempo llegó hasta unas tierras cultivadas y una fértil granja. Entrando en esta confortable morada, se encontró a Afi (abuelo) y Amma (abuela), que le invitaron hospitalarios a sentarse con ellos para compartir la simple pero abundante comida que habían preparado para su almuerzo.

Riger aceptó la invitación y permaneció allí tres días con sus anfitriones, impartiéndoles toda clase de conocimientos útiles para ellos. Tras marcharse de su casa, Amma tuvo un robusto hijo de ojos azules, a quien llamó Karl. Mientras crecía, demostró grandes habilidades en la agricultura y a su debido tiempo se casó con una rolliza y hacendosa esposa llamada Snor, la cual le dio muchos hijos, de los que desciende la raza de los agricultores.

Dejando la casa de esta segunda pareja, Riger continuó su viaje hasta que llegó a una colina, sobre la cual se erigía un majestuoso castillo. Allí fue recibido por Fadir (padre) y Modir (madre), los cuales, bien alimentados y vestidos lujosamente, le recibieron cordialmente y le agasajaron con exquisitas carnes y deliciosos vinos. Riger permaneció tres días con esa pareja, tras lo cual regresó a Himinbjorg para reanudar su guardia como vigilante de Asabridge y al poco tiempo, la esposa de la tercera pareja tuvo un hermoso y esbelto hijo, a quien llamó Jarl.

Este niño mostró pronto una gran afición por la caza y toda clase de ejercicios marciales, aprendió a interpretar runas y vivió para realizar grandes hazañas de valor que hicieron su nombre distinguido, añadiendo gloria a su estirpe. Tras alcanzar la edad adulta, Jarl se desposó con Erna, una doncella aristocrática y de esbelta figura, que gobernó su casa sabiamente y le dio muchos hijos, todos ellos destinados a gobernar, el más joven de los cuales, Konur, se convirtió en el primer rey de Dinamarca. Esta leyenda ilustra bien el marcado sentido de clase social que existía entre las razas nórdicas.

Hermod, el ágil mensajero

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Otro de los hijos de Odín era Hermod, su asistente especial, un brillante y joven dios, que estaba dotado de una gran velocidad de movimiento, por lo que era conocido como el dios veloz o ágil. Debido a este importante atributo, Hermod era utilizado habitualmente por los dioses como mensajero y a la más mínima señal de Odín, siempre, estaba dispuesto a correr hasta cualquier rincón de la creación para cumplir con los deseos de su padre.

Allfoedr le regaló un magnífico corselete y casco, con los que se ataviaba a menudo, cuando se preparaba para entrar en batalla y a veces Odín le confiaba el cuidado de la lanza Gungnir, ordenándole que la arrojara sobre las cabezas de los combatientes a punto de luchar para que su ardor pudiera ser transformado en un furia asesina.

Recemos a Odín

para que entre en nuestras mentes.

Él entrega y concede

oro al que se lo merezca,

a Hermod le entregó

un caso y corselete.

(Edda de Semund).

Hermod disfrutaba con la guerra y a menudo era denominado "el valiente de la batalla" y confundido con el dios del universo, Irmin. Se dice que a veces acompañaba a las valkirias en sus viajes a la Tierra y escoltaba con frecuencia a los guerreros hasta el Valhalla, por lo que era considerado el líder de los héroes muertos en combate.

El atributo distintivo de Hermod, además de su corselete y casco, era un bastón llamado Gambantein, el emblema de su cargo, el cual portaba consigo a dondequiera que fuese.

Hermod y el Adivino

En una ocasión, oprimido por los sombríos temores sobre el futuro, e incapaz de obtener de las Nornas respuestas satisfactorias a sus preguntas, Odín le ordenó a Hermod que se pusiese su armadura y que ensillara a Sleipnir, que sólo él, además de Odín, era capaz de montar y se dirigiera a las heladas tierras de los finlandeses. Estas gentes, que vivían en regiones glaciares del polo, además de ser capaces de provocar frías tormentas que procedían del Norte, trayendo consigo mucho hielo y nieve, tenían presupuestamente grandes poderes ocultos.

El más célebre de entre los magos finlandeses era Rossthiof (el ladrón de caballos), que solía atraer a los viajeros hasta sus dominios usando artes mágicas, para poder robarles y matarles después. También tenía el poder de predecir el futuro, aunque siempre se mostraba muy reacio a hacerlo.

Hermod, el Veloz, se dirigió con rapidez hacia el Norte, con intenciones de buscar a este finlandés y en vez de su propio bastón, llevó consigo la vara rúnica de Odín, el cual le había entregado Allfoedr para que disipara cualquier obstáculo que Rossthiof pudiera hacer aparecer para evitar su avance. Por tanto, a pesar de monstruos fantasmagóricos y de trampas y peligros invisibles, Hermod alcanzó ileso la morada del mago y, cuando éste le atacó, fue capaz de manejarlo con facilidad, tras lo cual lo ató de pies y manos, declarando que no lo liberaría hasta que le hubiese dicho todo lo que deseaba saber.

Viendo que no había posibilidad de escapatoria, Rossthiof cedió a los deseos de su apresador y, tras ser liberado, comenzó a murmurar encantamientos, a cuyo solo sonido el Sol se escondió tras las nubes, la tierra tembló y se estremeció y los vientos de tormenta aullaron como una manada de lobos hambrientos.

Apuntando al horizonte, el mago le ordenó a Hermod que mirara y el Veloz dios pudo divisar en la distancia una gran corriente de sangre enrojeciendo el suelo. Mientras contemplaba perplejo esta corriente, una hermosa mujer apareció de repente y un momento más tarde, un niño a su lado. Para asombro del dios, este niño creció con una rapidez tan maravillosa que pronto alcanzó la edad adulta, tras lo cual Hermod se percató de que blandía furiosamente un arco y flechas.

Rossthiof comenzó entonces a explicar las profecías que sus conjuros habían evocado y declaró que el río de sangre presagiaba el asesinato de uno de los hijos de Odín, pero que, si el padre de los dioses cortejaba y se ganaba a Rinda, en la tierra de los Ruthenes (Rusia), ella le daría un hijo que alcanzaría la edad adulta en unas pocas horas y vengaría la muerte de su hermano.

Hermod escuchó atentamente las palabras de Rossthiof y, tras regresar a Asgard, informó a Odín de todo lo que le había visto y oído, cuyos temores se vieron confirmados y de este modo, averiguó que estalla condenado a perder un hijo en una muerte violenta. Se consoló, sin embargo, con la idea de que otro de sus descendientes vengaría el crimen y por tanto obtendría la satisfacción que un nórdico siempre requiere, al conseguir la venganza de la sangre por la sangre.

Y la profecía se acabó cumpliendo, tal como vaticinó el mago finlandés, pues el hijo de Odín que sería asesinado era Balder y aquel que lo habría de vengar, sería Vali.

 

 

Autor:

Allan Alvarado Aguayo, MSc

 

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