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Crónica. La Minorista, una pequeña urbe en la gran ciudad


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    Son las cuatro de la tarde de un sábado cualquiera. El movimiento es constante, de allí para acá, de una lado a otro, con bultos llevados al hombro, con carros llenos de frutas, granos y panela. "En que le puedo ayudar", "que necesita mami", son las constantes frases de los mercaderes de La Plaza Minorista, que con su camisa rota, su cuello destapado, su olor a sudor, a trabajo, buscan de todas las personas que pasan por su lado una mirada de atención para que les compren sus productos.

    A medida que se avanza por la plaza se ven los diferentes sectores que la constituyen, cárnicos, pescados, granos, panela, desechables, etc.

    Cada sector comparte un mundo, todos se conocen, se hablan e intercambian las anécdotas del día. En cualquier momento se pueden encontrar tres o cuatro personas en una cafetería departiendo, es algo cotidiano. Es precisamente en una de estas cafeterías donde se halla Clara Molina, una de las comerciantes de lugar.

    Clara Molina tiene su negocio en la plaza desde que ésta empezó, siempre ha sentido que éste es su segundo hogar. Mientras toma un tinto en una de las cafeterías del sector 16, al lado de su negocio de productos desechables, cuenta como todo en la plaza ha cambiado, para ella, ésta es como una ciudadela, donde se encuentra de todo y todo tipo de personas.

    Y aunque tiene un negocio también en el Poblado, dice sentirse mejor en la Plaza. "En ella uno sabe como va el mercado, que es lo que más se esta moviendo, uno habla mucho con la gente, le cuentan las cosas y además se aprende mucho".

    La Plaza Minorista, José María Villa, nació como una necesidad de progreso y de reforma social, como lo cuenta Adolfo López en su tesis de grado. "En 1980 el Consejo Municipal de Medellín ordena la construcción de una plaza de mercado abierta y al detal por medio del Acuerdo número 30 de 1980. Es a partir de entonces que surgen una serie de estudios de posibles proyectos de ubicación de un mercado minorista.

    Al final de éstos se propuso la construcción de La Plaza Minorista entre la Avenida Alfonso López, la Avenida del Río y la Quebrada de Santa Elena.

    La Plaza Minorista aseguraría la reubicación y planificación de venteros callejeros con el fin de evitar una nueva proliferación de los mismos al centro de la ciudad.

    Sin embargo, ante todas estas circunstancias no se previó la problemática social que ésta traería. Los grupos armados al margen de la ley como las Milicias y los Convivir comenzaron una confrontación dentro de la plaza, una guerra sin tregua que acabaría con la vida de muchos y con las ilusiones de otros.

    La Minorista se convirtió en un lugar inseguro, los propietarios de los locales no podían ir porque estaban amenazados y corrían peligro. Los locales eran desocupados, ellos lo manejaban todo. Cobraban vacunas a los locales y todo el que quisiera podía llegar a la plaza y montar un puesto de ventas. Por lo que el desorden, el caos y la inseguridad era lo que reinaba. "Todos fuimos víctimas de esa violencia de algún modo, a todos nos toco un poquito", recuerda Clara.

    La plaza se convirtió en un lugar marginado de la sociedad, la gente compraba, pero desde que entraba hasta que llegaba a su casa estaba muerta del pánico. Mercar era toda una tortura para muchas personas de las que allí llegaban.

    "Normalmente había tres muertos en la semana, nadie se apiadaba de ellos, y los grupos que lo mataban cogían el cuerpo y lo tiraban al río como si fuera cualquier cosa", comenta Fernando Vasco, mientras Clara lo mira y asienta con la cabeza.

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