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Mitos y ritmicidad en la literatura de habla hispana del Caribe (página 2)

Enviado por Julio Cuevas


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Al pronunciar estos versos, parece que un tambor o el sonar de un balsié está repicando en nuestra lengua, porque en este discurso poético, lo mitológico es un reinventar lo que somos, en oposición a lo que queremos ser. Es el enfrentamiento conceptual e ideológico de un discurso cimarrón, ante los códigos de un poder neocolonial, oficialmente instaurado.

En la República Dominicana tenemos algunos poetas que, de manera circunstancial han trabajado el tema afroantillano, pero cabe destacar aquí que su inserción en esa área de la literatura caribeña no ha sido asumida con la plena conciencia de darle continuidad, como un hecho vital, histórico- social y cultural que convive con nosotros, y cuando se ha realizado con cierta consistencia, se he abordado el problema desde la óptica del observador-condolido que canta lo que pasó o lo que pasa… sin asumir el compromiso del sujeto testigo o protagonista de la historia.

Esto que ocurre en nuestro país respecto a la literatura afroantillana, responde a una posición ideológica de sectores que, de manera consciente o no, aun mantienen su visión hispanófila ante una realidad material y espiritual que es parte intima del Ser dominicano.

En el caso de Yelidá, del poeta dominicano Tomás Hernández Franco (Ediciones Sargazo, El Salvador, 1942), hay una estrategia narrativa que representa, no simplemente la estructuración del texto poético, sino una reconstrucción de la pluralidad de sentidos del poema, a partir de su enfoque mítico.

El universo imaginario del poeta, desde Un Antes, se enuncia a partir de dos mitos aparentemente antagónicos, como son Erick y Madam Suquí. :

"Erick el muchacho noruego que tenía alma de fiord y corazón de niebla apenas sospechaba en su larga vagancia de horizontes la boreal estirpe de la sangre que cantaba caminos en las sienes".

Erick, más que un nombre es la simbología etnocentrista realzada por el poeta. Es la contra-historia, porque en Otro Antes "Esta no es la historia de Erick al fin y al cabo/ que a los treinta años ya no era marinero/ y vendía arenques noruegos en su tienda de Fort Liberté/ mientras la esposa de Erick madam Suquí/ rezaba a la Legbá y a Ogún por su hombre blanco/rezaba en la catedral por su hombre rubio//.

El sincretismo cultural de esta parte del caribe queda patentizado desde un poetizar narrativo, donde el autor deja traslucir su exaltación del sujeto masculino europeo, frente a la feminidad y el apego de madam Suquí, como representación de la cultura haitiana, visualizada en el texto poético a partir de un maridaje teogónico, compartido en los rezos a las deidades del vudú, junto a la santería de la catedral propia de la religión católica, aflorando entonces el mito de la hechicería o los guanguanes.

El mito etnoracial que representa a Europa (Noruega) en estas tierras, encarnado en Erick, es supervalorado por Hernández Franco, en contraposición al mito etnoracial de Las Antillas o del Caribe, específicamente de Haití, representado por madam Suquí, quien procura tener o amarrar su hombre blanco, apegada a sus creencias mítico-teológicas, supersticiosas, proyectadas desde la venta de su sexo o desde la venta de su cuerpo:

"Madam suqui había sido antes mamuasel Suquiete virgen suelta por el muelle del pueblo hecha de medianoche a toda hora con hielo y filo de menguante turbio grumete hembra del burdel anclado calcinada cerámica con alma de fuente Himen preservado por el amuleto de mamaluá Clarise eficaz por años a la sombra del ombligo profundo Erick amó a Suquiete entre accesos de fiebre escalofríos y palideces y tomaba quinina en grandes tragos de tafiá para sacarse de la carne a la muchacha negra para huyentarla de su cabeza rubia para que de los brazos y el cuerpo se le fuera aquel pulido y agrio olor de bronce vivo y de jungla borracha para poder pensar en su playa noruega con las barcas volteadas como ballenas muertas".

Madam Suqui es entonces el mito de la ramera negra africana de los burdeles en la aventura sexual, en la desnudez salvaje, en medio de las miserias tropicales. Madam Suquia es el mito de la subordinación asumido por una ideología europeizada y europeizante que es asumida por el sujeto de la escritura en el poema, desde una realidad mítico-pluriteogónica, en la representación del encuentro de dos culturas, la europea y la afroantillana. Entonces, es Yelidá el mulataje, el sincretismo y el mito teogónico pendiente de desentrañar por los discursos de las utopías.

Aquí, lo musical en el discurso no queda estructurado desde el empleo organizado de término que de por sí generan eufonía, no hay aquí un manejo intencional de la onomatopeya, o el uso estratégico de las palabras polifónicas, como suele suceder en Pales Matos y en Guillen.

Nicolás Guillen (1902-1989) puede ser considerado como la más auténticas expresión del discurso poético afroantillano y una muestra de esto queda patente en su poema Sensemayá (Canto para Matar a una Culebra), donde la música abarca los sentidos del discurso poético y donde el sujeto-autor acude a los ritos, al decir musical de su pueblo, acude a sus ritmos, a sus leyendas y a sus mitos, para estructurar su discurso poético de manera intencional. Veamos:

"¡ Mayombe – bombe- mayombé! Mayombe – bombe- mayombé! ´ Mayombe – bombe- mayombé!"

La culebra tiene los ojos de vidrio; la culebra viene y se enreda en un palo; con sus ojos de vidrio, en un palo, con sus ojos de vidrio. la culebra camina sin patas; la culebra se esconde en la yerba; caminando se esconde en la yerba, Caminando sin patas".

Aquí la culebra no puede ser vista como un reptil, es una imagen, es parte de una expresión metafórica que, al compás de un coro expresado en la repetición de un estribillo, nos remite al inicio de un ritual para celebrar con cantos la persecución y muerte del mal, del neocolonialismo, del llanto y la agonía que se arrastra como un reptil por el suelo y "caminando se esconde en la yerba/ caminando sin patas//".

La música del poema es trocada en pluralidad y sentidos del discurso poético. La culebra, como enunciación mítico-discursiva, es ideología del sujeto de la escritura y toma de conciencia en su quehacer creativo. No simplemente porque fue hijo y nieto de mulatos, tenemos que considerar a Nicolás Cristóbal Guillén Batista como la más autentica expresión de la literatura afrocubana y afroantillana, sino porque hay una sinfonía musical y un concierto de tambores en su poesía:

"Tú le das con el hacha, y se muere: ¡dale ya! ¡No le des con el pie, que te muerde, no le des con el pie, que se va!"

"Sensemayá, la culebra, Sensemayá. Sensemayá, con sus ojos, Sensemayá. Sensemayá, con su lengua, Sensemayá. Sensemayá, con su boca, Sensemayá…"

Es como si se tratase de un baile, en el cual el poeta nos envuelve con la magia de sus tonos plurifónicos. Es el recorrer cimarrón de unos tambores que van más allá de los signos y sus significantes.

En este poema hay una política del decir poético, por lo que no es simplemente ritmicidad y armonía, sino desahogo y rechazo, es furia, es rebeldía y cimarronaje:

"¡La culebra muerta no puede comer, la culebra muerta no puede silbar; no puede caminar, no puede correr! La culebra muerta no puede mirar; la culebra muerta no puede beber; no puede respirar, no puede morder!"

En este Canto para Matar a una Culebra, el sujeto-autor es también sujeto escena, dramaturgia de la poesía, es representación simbólica y es lengua de un trópico en movimiento que procura reinventarse en su trajinar. La palabra es asumida por el autor desde su valor mítico-semantico, a partir de sus tonalidades y sus pausas musicales:

"¡Mayombe – bombe- mayombé! sensemayá, la culebra… ¡Mayombe – bombe- mayombe! sensemayá, no se mueve… ¡Mayombe – bombe- mayombé! sensemayá, la culebra…. ¡Mayombe – bombe- mayombé! Sensemaya, se murió!"

La muerte de la culebra en este poema es muerte de la esclavitud, es muerte de la exclusión, es muerte de la colonización y es continuidad de los cantos afroantillanos, desde el código de un discurso poético rítmico y musical, y es expresión figurativa que alude al renacimiento del mito de la emancipación.

XI FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO– DEL 24 DE ABRIL AL 4 DE MAYO Coloquio sobre Literatura e Identidad en el Caribe

 

 

Autor:

Julio Cuevas

Catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD- Santo Domingo, R.D.- 24-4-2008.-

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