La sinergia de los principios del equilibrio mental en el tratamiento de la obesidad (página 2)
Enviado por Felix Larocca
La terapia efectiva…
La terapia efectiva comienza, como toda terapia, motivando a quien la necesita.
Por virtud del fenómeno ubicuo de la resistencia, el paciente nunca llega dispuesto. No todos los que buscan terapia la desean, o ansían cambiar, aunque lo digan. A menudo, lo que esperan es que el pretender estar en terapia les arreglará la vida, como por arte de magia. Pero, la terapia no es juego de niños, la terapia es un proceso formal que empieza enseñando al paciente sus mecanismos precisos y estableciendo sus reglas. Este aspecto inicial e imprescindible toma tiempo, ya que es un aprendizaje riguroso basado en la fe básica, producto de la transferencia.
Para el tratamiento del sobrepeso, el primer paso a tomar es la reducción de los efectos residuales de los elementos de previas experiencias frustradas. Algo que muy pocos logran, porque no conocen a lo que aquí se alude.
Pensemos. Si uno es médico, es gordo y fuma. Con todos los conocimientos científicos que posee sería asunto fácil dejar el tabaco y perder de peso, especialmente, si se es hipertenso y diabético. Lo que sabemos, paradójicamente sucede, es que el hecho de tan solo pensar en perder de peso y dejar de fumar, resulta en un incremento del hambre y en un consumo mayor de cigarrillos — la Opción de Hobson.
Responsables por esta situación son módulos natos sitos en el cerebro — porque el hambre es actividad instintiva y pulsión adaptadora — ¡con el hambre no se juega!
La terapia en el sobrepeso, comienza asimismo, con la motivación del paciente. Algo que, a muchos terapeutas les resulta difícil, ya que no todos saben cómo lograr, despertar en otros, el deseo de cambio. Para perder de peso, entonces el paciente tiene que estar motivado. Tiene que desearlo. Y para desearlo debe existir una razón instintiva para hacerlo.
Recuerden lo último: una razón instintiva para hacerlo. Y, para que el peso perdido no retorne, la misma razón instintiva debe de prevalecer.
La razón instintiva, el caso de Freddy
Freddy era un preadolescente buen mozo, dotado de inclinaciones artísticas y de inteligencia excepcional. Su único problema era ostensible: Freddy era gordo, demasiado gordo, a lo que él afectaba indiferencia.
Cuando su pubertad se activó (tempranamente, como acaece a los humanos robustos), Freddy ya era campeón de ajedrez, había leído más libros, en varios idiomas, que sus propios maestros y sentía que vivir en el esplendor de su aislamiento total era toda la felicidad que anhelaba.
Pero, llegan los andrógenos y la testosterona y con su presencia le subvierten la vida. Ahora Freddy, se pierde en su mirada cuando la hija de la cocinera, muchacha de apenas quince años, le sirve sus refrigerios. El olor del jabón barato con que ella se asea lo perturba de manera extraña, su sonrisa lo excita, sus poluciones nocturnas lo atormentan…
Freddy ¡Despierta de tu hibernación intelectual! La Naturaleza te llama. Es la hora de convertir tu libido alimenticia e intelectual en tu libido sexual — ya que aún, la visión fugaz de tu hermana semidesnuda, a quien vieras sin pensarlo, te produjo sensaciones eróticas.
Freddy, te sientes mal. Te sientes mal, porque nadie te había dicho que el poder arrollador de los instintos te iba a afectar de esta manera. Tus ejercicios intelectuales no te ayudaron en el entendimiento de este dilema que confrontas.
¿Qué hacer? Comer más, por supuesto. Comer más, la solución favorita y la solución viciada. Mélida, la hija de la cocinera te da un consejo que no habías pedido, un consejo que te dolería y algo que nunca olvidarías por toda la duración de tu vida. Te dijo: "Freddy, tú eres muy buen mozo y me gustaría que fueras mi pollo, pero estás bien gordo…"
¿Pollo? ¡Gordo! ¿Quién? ¿Yo? Yo me veo bien. Le pregunto a mi hermana. "Manito, en el colegio, todos te quieren como amigo, pero ninguna de las hembras te quieren de ‘pollo’, porque eres panzudo…" Responde la hermana despiadadamente.
Eran entonces, los años de la Segunda Guerra Mundial en la ciudad de La Vega. No correos, no Internet, no Atkins, no Jenny C., sólo Freddy y su gordura abominable y repulsiva. Once años y el destino asestaba a su autoestima su primer golpe despiadado.
¡Gordo! ¿Freddy? No puede ser.
El doctor Camilo al rescate… Pero, no este doctor, ya que su esposa y sus dos hijos eran tan gordos como Freddy, si no más. Hay que evitarlo. Entra el doctor Ceara, este es quieto, taciturno y mordaz. Pero parece que, aunque no sea tan exitoso en su profesión como Camilo, de este asunto sabrá más, ya que en su casa, aun los gatos son fideos.
"Carne asada y ensalada con limón y sal", decreta Ceara. "No grasas, no pan, no leche, no refrescos, no huevos, no azúcar". "Carne asada y ensalada con limón, con sal y sin aceite, repito… Rollizo, perdón, Freddy".
"Rollizo" "iMe llamó 'Rollizo'!" Solloza Freddy, camino a su hogar.
El catorce de agosto del 1945, la guerra termina y Freddy es delgado, por la primera vez en su vida — pero hay un precio que pagar. De esto hablaremos más adelante. Mélida lo seduce y Freddy abandona sus inclinaciones intelectuales por otras más mundanas.
En este caso Freddy supeditó sus pulsiones orales a las de la realidad de la especie. La alimentación cedió a la reproducción. La Naturaleza, siempre egoísta.
El bumerang de la gordura, o la deuda pendiente de Freddy
Sísifo
Ya lo mencionamos, Freddy tenía una deuda que saldar con el Destino por haberle resuelto lo de la gordura. Nada es gratis en la vida, alguien dijo.
Freddy ha crecido, es ahora un joven profesional cuya vida estricta y hábitos comedidos lo han hecho triunfante en todos los respectos. Tiene novias, éxito personal y social. Para rematarlo todo, Freddy es delgado… ¿qué más? Utopía…
Freddy se casa, es feliz y engorda.
¿Y cómo va a ser? Se preguntan todos.
Freddy y su esposa son de origen libanés. Raza que, por razones de genética, tiende a acumular grasa con facilidad. La que defiende con tenacidad. En casa de Freddy, todos engordan. En casa de Freddy todos quieren ser flacos. En casa de Freddy todos tratan de adelgazar, pero no pueden.
Dietas, spas, liposucciones, gimnasios, peregrinaciones fútiles y el escalpelo final. Así se salda la deuda, con la tortura de Sísifo.
En resumen
La gordura tiene remedio, eso Freddy lo aprendió cuando intuitivamente, cuando aplicara, el sistema de la razón instintiva. Lo que no supo fue como seguir aplicándolo, por eso falló. Bueno, ahora vive con su bypass… C’est la vie, Freddy…
Bibliografía
Larocca, F. E. F: La Opción de Hobson en el Tratamiento de la Gordura
Larocca, F. E. F: El Precio de una Hartura
Larocca, F. E. F: ¡Fruta!: ¡No, Fritos!
Freud, S: Beyond the Pleasure Principle (1990) W. W. Norton NY
Freud, S: The Reality Principle (1902) Penguin Freud Library London
Freud, S: The Ego and the ID The Standard Edition of the Psychological Works of Sigmund Freud
Dr. Félix E. F. Larocca
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