- Hipocresía
- Violencia
- Servilismo y egocentrismo
- Deshonestidad
- Pobreza
- Sexo
- Dictadura celestial
- Imposición de un manto de ignorancia y miedo
- Diseñador y creador absoluto y omnipotente
- Agnosticismo
- Ateísmo
- Credulidad religiosa
- Los monoteístas
- Ética y moral
- Problemas
- Vivir con temor religioso
- Falsas afirmaciones
- Vivir felices
Del libro DIOS NO EXISTE por Christopher Hitchens.
Christopher Hitchens nació en 1949 en Portsmount, Inglaterra. Es periodista y escritor, licenciado en filosofía política y economía por el Balliot College de Oxford.
Hipocresía
Las religiones presentan falsas explicaciones y falsos culpables a los episodios de ignorancia y calamidad que se repiten como una pesadilla. En tiempos de epidemias y calamidades los creyentes elevan inútiles plegarias, testimonian falsos milagros y dan caza y queman a judíos, herejes o brujas como chivos expiatorios. Una vez pasado el mal organizan ceremonias estúpidas de agradecimiento histérico. Dicen que vivimos en una época ilustrada, donde ya no queda nada de las sandeces, crueldades y antiguas supersticiones de las primitivas religiones. En sus conversaciones los eclesiásticos aportan ejemplos de labor caritativa o humanitaria de personas religiosas y pretenden olvidar que estas acciones éticas son practicadas en igual o mayor proporción por no creyentes.
Violencia
A nadie le cuesta encontrar ejemplos de acciones malvadas atribuibles a la fe religiosa. Se incendian y se ponen bombas en sitios públicos con la esperanza de eliminar a los escandalosos. En mezquitas, iglesias, sinagogas y películas religiosas, surgen gritos escalofriantes de muerte contra enemigos de la fe. Con odio y violencia se fastidian entre feligreses. En las sesiones de tortura y de ejecuciones siempre está, junto al médico, un clérigo para infundir mayor prestancia y autoridad al acto. A los creyentes poderosos las autoridades religiosas perdonan hasta homicidios, interponiendo el recurso de que gozan del permiso divino. El obispo de Carlisle señaló a los carros bombas de Londres y Glasgow y a las inundaciones del norte de Inglaterra como castigo divino. Todas las religiones anhelan el fin de este mundo y el ansiado momento en que todo se revele y se separen las ovejas de las cabras. Geoffrey Fisher arzobispo de Canterbury afirmó "la peor consecuencia de un holocausto atómico seria arrebatar en un momento gran número de personas y llevarlas al otro mundo más vital, al que de todos modos tenemos que llegar tarde o temprano". Contra este profundo desprecio de la vida, este anhelo de muerte, estos finales de locos, siempre se han opuesto los ateos, alegando que es lo único que tenemos en este mundo y que nuestro deber para con los semejantes es ayudarlos en lo posible y no destruirlos.
Servilismo y egocentrismo
Las religiones exigen, en grado máximo, que nos veamos como seres concebidos y nacidos en pecado y por tanto en deuda con un creador severo. A cambio nos sitúan como lo más importante del universo, destinatarios de un plan celestial. Describen la muerte como una liberación, y la destrucción física del cuerpo perdonable en casos excepcionales (ascensión y asunción). Esta prédica o dogma es inmoral, irracional, e insultante. Además es atrevido al decirnos que no creer en él pone en peligro nuestra alma, pues la incredulidad nos condena al infierno. Es extraño en las religiones dos posiciones tan opuestas, por un lado invitan a mantener una posición casi masoquista ante dios y por el otro estimulan una autoestima y un egocentrismo extremo e inaceptable.
Deshonestidad
La ética de la reciprocidad es innata y proporciona la gran satisfacción de ayudar a los semejantes, sin necesidad de presiones celestiales ni castigos divinos. Los sociópatas, a quienes no les importan los demás y los psicópatas, que disfrutan con la crueldad, son enfermos. Presentar a los malvados como seres en estado de pecado mortal incurable, que provocan castigos divinos como atentados, terremotos, incendios e inundaciones, no es una actitud noble ni honesta de los religiosos.
Pobreza
A muchas personas les parece innecesario el dios inventado, que lava los pies a los mendigos y ensalza a quienes no les gusta trabajar. Rechazan que la religión privilegie a los sectores de los fracasados, los enfermos, los inútiles, los mendigos y los indefensos. Consideran esto un despilfarro y una obsesión enfermiza por las víctimas, por las personas que han perdido el respeto a sí mismas. A muchas personas, que se bastan a sí mismas para sobrevivir, les incomoda dar limosna y dedicar tiempo a quienes no cuentan con esta ventaja. La pobreza para ellos no es un ideal, ni un estado romántico o noble. Desconfían de la caridad y ven oportunismo en ella y en sus mandamientos: Abandona tu vida útil!, deja a tu familia !, sigue al profeta, que pronto se acabará este mundo! Si dios existe, mucho tiene que querer a los pobres porque ha creado demasiados.
Página siguiente |