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La bioética

Enviado por Efrain Calderon


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Origen de la Bioética
  3. Desarrollo de la Bioética
  4. La Salud en la Bioética

Introducción

El hombre tiene una sed infinita de conocimiento y este anhelo ha sido el motor de su permanente búsqueda de la Verdad, en cuyo transcurso ha levantado y destruido muchas culturas y civilizaciones.

Hoy, como quizá nunca antes en la historia, el hombre ha avanzado tanto en este camino que el desarrollo tecnológico y científico alcanzado por la aplicación de su esfuerzo e inteligencia lo ha hecho desarrollar armas capaces de borrar en pocos segundos todo vestigio de vida en la tierra mientras que, paradójicamente, esa misma ciencia y tecnología lo han puesto cara a cara con la posibilidad de manipular la vida en múltiples formas que hasta hace apenas 50 años eran inimaginables.

Resulta entonces que en su permanente búsqueda de conocimiento el hombre se ha acercado tanto a una de las más misteriosas manifestaciones del Principio Creador del Universo, la vida, hasta el punto que puede voluntariamente alterar su curso natural de expresión pero, por otra parte, lo ha hecho sin haber crecido en forma semejante en su estructura interna o espiritual o, lo que es lo mismo, en su conciencia moral.

Esta viene a ser la gran paradoja y a la vez el gran riesgo que afronta hoy la humanidad: un hombre científicamente poderoso, como nunca antes lo fue pero, al mismo tiempo, con un ego tan exageradamente inflado que se cree el rey de la creación, el dueño y señor de todo cuanto existe y por lo tanto con autoridad y poder para destruirla a su antojo, así esta sea su propia casa en el inmenso espacio estelar, mientras que por otra parte su desarrollo interno es tan pobre que le cuesta trabajo diferenciar entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto en muchas situaciones de su vida diaria.

Por este marcado desfase entre el desarrollo intelectual y humanístico del hombre es por lo cual la especie humana corre el riesgo de desaparecer de la faz de la tierra, junto con toda forma de vida animal o vegetal, porque al no tener un adecuado desarrollo como ser humano integral con el debido reconocimiento y crecimiento de su parte espiritual, el hombre tiene una conciencia moral pobre y por lo tanto su conducta está jalonada no por altos valores morales sino por la codicia, el orgullo, la prepotencia intelectual y por sus más bajos instintos.

Esto es lo que está ocurriendo ahora. Por su desaforada codicia el hombre estableció la sociedad de consumo, para desarrollar un sistema económico que le permita amasar colosales fortunas, sin importar la moralidad de los medios utilizados para alcanzar sus fines. Y la ciencia y la tecnología, así como la política y otras actividades humanas se han puesto al servicio de este sistema económico en una desenfrenada carrera para brindarle al hombre moderno todo el lujo, el confort y el mayor bienestar posible a su cuerpo físico, a cambio de su dinero, olvidando que su parte espiritual es un componente fundamental de su propio ser, la cual también requiere atención y desarrollo para que pueda crecer en forma integral como verdadero ser humano, para acercarse realmente a la verdad y a la felicidad que tanto ha buscado a través de los tiempos.

Su prepotencia intelectual no le ha permitido al hombre moderno comprender cómo es que él se integra como una pieza más al gran rompecabezas Cósmico de la Creación. En vez de esto él se cree fuera de cualquier esquema universal, con potestad para destruir lo que le plazca. Por esto es el único ser vivo que mata por placer y también el único que no duda en destruir a la naturaleza para ganar unos cuantos billetes más que luego gastará en efímeros placeres. Y resulta curioso ver cómo es que su poderoso intelecto no le alcanza para comprender que si continúa contaminando indefinidamente el agua tarde o temprano le tocará beber y comer sus propios excrementos; que si contamina el aire también éste llegará a sus pulmones causándoles graves enfermedades que acabarán con su salud y la salud de millones de sus semejantes echando por tierra su anhelo de bienestar, y que si convierte la tierra en un desierto entonces terminará alimentándose con sus propios billetes, monedas, cheques u otros títulos monetarios que con tanto afán haya atesorado. Y seguramente entonces se preguntará:

"¿Valió la pena acabar con el medio ambiente a cambio de unos cuantos bultos de dinero que ahora no puedo usar, porque ya no hay nada que pueda comprar con ellos?". Lamentablemente, si ese momento llegara a suceder, ya sería demasiado tarde para hacer cualquier corrección y el hombre estaría irremediablemente condenado a su extinción como especie.

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