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Martí y Coubertin: Ideas sobre el deporte (página 2)

Enviado por Ramón Guerra Díaz


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Coubertin, fue a los Estados Unidos en busca de un modelo para perfeccionar la formación de las élites de poder en su país y en Europa; En estos Colegios vio el mayor y mejor sistema del deporte y la ejercitación física y puso todo su empeño en divulgar estos avances y lograr su aplicación en bien de la salud y el desarrollo más integral del ser humano. Convencido de que el deporte no era solo salud, sino el formador del carácter, el espíritu de equipo, el desarrollo de la individualidad y el liderazgo; el futuro creador del olimpismo moderno, solo tuvo elogios para el deporte colegial americano.[5]

Martí mucho antes que él escruta en el mismo ámbito social norteamericano, es un observador objetivo, pero no imparcial, crítica, señala y elogia en base a lo que observa dentro del desarrollo del deporte de los Estados Unidos y solo espera que aquellas ansias de competir y ejercitarse, no dejara olvidado el cultivo de las cualidades humanas que elevan al hombre por encima de las bestias. y aboga por una generalización de estas prácticas de ejercicios físicos y los deporte a todos, para contribuir a su salud:

"Es preciso dar casa de buenos cimientos y recias paredes al alma atormentada, o en peligro constante de tormenta. Bien se sabe lo que dijo el latino: "Ha de tenerse alma robusta en cuerpo robusto (Mens sana in corpore sano)"[6]

Coubertin al escribir sobre la educación que encuentra en los colegios ingleses, dice:

"Hay dos razas de hombre: los de mirada franca, músculos fuertes y andar seguro; otros los enfermizos, resignados, humillados y derrotados ¡Qué bien! Están en las universidades como en el mundo: el débil separado de los beneficios de esta educación que solo se aprecia entre los fuertes"[7]

Con estas palabras el fundador del movimiento olímpico esta dejando bien claro cuales son los objetivos que se propone al impulsar aquel movimiento por la preparación física del hombre, no solo por cuestiones de salud, sino por la conformación de una personalidad en la que prime la voluntad del ganador y en la que no está incluyendo a todos los seres humanos, sino a los "fuertes", categoría que no habla solo de cualidades físicas, sino de posición social y posibilidades económicas.

En favor de Coubertin hay que señalar la evolución de su pensamiento pedagógico, en el sentido del deporte como formador humano: creado ya el movimiento olímpico y en desarrollo la mayor expresión de estos, que fueron los Juegos Olímpico Modernos, aboga el Barón "por el deporte para todo", como derecho universal de los ciudadanos, no solo para ser un deportista de alto rendimiento, sino como modo de alcanzar el ideal latino de "Mente sana en cuerpo sano", no vivió para verlo.

Se opuso en principio a la participación de las mujeres en las competiciones olímpicas. Para él, esta era una afrenta a la pureza original de esta competición, aunque tuvo que ceder a la presión internacional y abrir las puertas de los juegos a las mujeres en 1924.

Martí en cambio, saludó la incorporación de estas a la ejercitación del músculo:

"(…) La mujer debe aprender, en lo esencial al menos, cuanto aprende el hombre, (…) sabe la mujer, lo mismo que el hombre, cuidar de que su tez sea lisa y bruñida como la concha; que es para lo que pasean tanto aquí al aire libre las alumnas de los colegios: y reman tanto y tan bien, en el río campesino, (…) con una regata en que había nueve botes (…)[8]

Ambos fueron admiradores de las competiciones que organizaban los griegos en honor a sus deidades y que tanto contribuyeron al desarrollo de la salud del cuerpo, junto con la de la mente y al hablar del movimiento por la ejercitación física y los deporte que se estaba desarrollando en su tiempo, aspiraban a que ese ideal clásico pudiera alcanzarse en esta nueva etapa del auge de los deporte

El Barón de Coubertin dirá:

"La primera característica del olimpismo clásico, es que forma parte de una religión. Mientras se cultiva el cuerpo humano como hace el escultor en una estatua, el atleta antiguo honraba a los dioses. En cambio el atleta moderno exalta la patria, su raza, su bandera"[9]

Al igual que Pierre de Coubertin, Martí fue un admirador de las tradiciones deportivas de la Grecia Clásica en las que estas competiciones eran el más alto homenaje a los dioses del Olimpo y por ello debían ser competiciones limpias y leales, cuya única recompensa fuera la gloria espiritual y el reconocimiento de su sociedad.

Describiendo las "carrera de premio" de los caminadores, Martí lamenta que estos no fueran como los "(…)que se disputaban el premio de correr en aquellas fiestas(por) coronas de laurel verde y fragante, o ramita de mirlo florecido" y rememora "(…)aquella garbosa lucha griega en que a los acordes de la flauta y de la cítara, lucían en las hermosas fiestas panateneas sus músculos robustos y su destreza en la carrera los hombres jóvenes del ático, para que el viento llevase luego sus hazañas, cantadas por los poetas, coronados de laurel y olivo, a decir a los tiranos que aún eran bastante fuerte los brazos de los griegos para empuñar el acero…"[10]

Esa añoranza por la pureza olímpica y el juego limpio, la comprensión del valor que tienen los juegos y ejercicios para formar el carácter del hombre y su sentido de pertenencia a un grupo humano, son reflejados por José Martí, aún antes de que maduraran iguales sentimientos en el padre del olimpismo moderno, Pierre de Coubertin.

Llama la atención la poca importancia que han dado los estudiosos de la obra del Apóstol, a sus valoraciones sobre el deporte y los ejercicios físicos, sin que esto signifique que no se hallan acercado, principalmente los periodistas, a sus crónicas más significativas sobre estos temas en las que trata problemáticas que a Martí le urge denunciar: la deshumanización de los competidores, la insensibilidad del público ante espectáculos más de "circo romano" que recreativos; las apuestas y sus consecuencias y otros problemas más cercanos a la explotación humana que al disfrute lúdico de las capacidades del ser humano.

Nuestro Héroe Nacional pudo estar, por sus concepciones sobre el deporte y los ejercicios físicos, entre los fundadores del Comité Olímpico Internacional (COI), creado por el barón Pierre de Coubertin en 1894; nobleza y amor por el hombre le sobraron, pero aquellos trajines fundacionales del COI, que no debió desconocer dado su alto nivel de información, no entraban dentro de sus prioridades.

La patria irredenta, necesitaba de todos sus esfuerzos y la organización de la Guerra Necesaria, era su razón de vida. Meses después muere en combate en Dos Ríos (19 de mayo de 1895), dejando para la posteridad su ejemplo de revolucionario, dentro del cual podemos incluir la visión novedosa que tuvo del naciente movimiento deportivo y su oposición al mercantilismo feroz dentro de este, criterios que hoy alcanzan una gran vigencia por el peso que en el deporte moderno tiene el comercialismo desmedido y envilecedor.

Notas

Bibliografía

Martí, José: Obras Completas. 27 Vol., La Habana, 1975

Martínez de Osaba, Juan: Cultura Física y Deporte: Génesis, Evolución y Desarrollo. Editorial Deportes. La Habana (sin fecha)

Mejías Ernesto: Otras Crónicas de Nueva York. La Habana, 1983

 

 

 

 

Autor:

Lic. Ramón Guerra Díaz

Especialista del Museo Casa Natal de José Martí

[1] O. C. de José Martí, T. XII: 300. La Habana, 1975

[2] Otras Crónicas de Nueva York: Compilador Ernesto Mejías:1983.

[3] Llega a los Estados unidos por primera vez en 1889

[4] Cultura Física y Deporte: Génesis, Evolución y Desarrollo: Juan Martínez de Osaba: 284. Editorial Deportes. La Habana (sin fecha)

[5] Stephen Wassong, "Pierre De Coubertin's Studies In and About the USA," Journal of Olympic History 13 (2006), 31-37. Reviewed by Toby Rider

[6] O. C. de José Martí, T. VIII: 389. La Habana, 1975

[7] "L'education en Inglaterre: Colleges et Universite", Pierre deCoubertin:1888

[8] O.C. de José Martí, T. XII: 301. La Habana, 1975

[9] Pierre de Courbertin:"Les assises philosophiques del l'Olympisme moderne" en Pierre de Coubertin. Resumen biográfico. Material Digital, 2003

[10] O. C. de José Martí, T. XI: 265

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