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El pequeño lince


Partes: 1, 2

  1. Huérfano
  2. En busca de la madre de Iberi
  3. El encuentro con ojos mágicos
  4. Los sueños
  5. La búsqueda por la ciudad
  6. La liberación de la madre
  7. El reencuentro
  8. La fantasía
  9. Iberi se toma el potingue
  10. El baile de las perdices
  11. El baile de los humanos

Episodio 1

Huérfano

Escondido entre los matorrales se había quedado el pequeño lince, mientras su madre buscaba comida por los alrededores de aquel inmenso bosque. El sol estaba saliendo de su viejo letargo, dándole el testigo a la noche, que lentamente se iba marchando a su oscura morada. El pequeño lince, angustiado y nervioso por los acontecimientos, no dejaba de mirar el viejo sendero por el cual su madre solía regresar cada noche con la comida. Las horas se le estaban haciendo interminables al pequeño lince, y su angustia cada vez era más notable.

Había pasado todo el día y se había hecho otra vez de noche y el pequeño lince, además de la angustia que tenía, estaba hambriento y desesperado.

Tembloroso y asustado, el pequeño lince esperaba con impaciencia (entre los matorrales) que su madre le trajera algo de comida. Pero por desgracia para él, su madre no volvería nunca, porque había sido presa de un malvado cazador furtivo, que se la había llevado para vendérsela a unos traficantes de animales, que operaban por aquella zona.

Aunque estaba asustado, hambriento y tembloroso, el pequeño lince (haciendo honor a su raza) se armó de valor y, sacando fuerzas de flaqueza, salió en busca de su querida madre. Protegiéndose con habilidad entre los matorrales, de los muchos peligros del bosque, hacía débiles llamadas a su madre, pero ésta por desgracia estaba muy lejos de allí para poderlos escuchar.

-Tendré que buscar algo de comer, ahora que aún me quedan fuerzas-se decía el pequeño lince para sus adentros, tembloroso por la debilidad que tenía.

Buscaba comida como un desesperado, pero le era imposible conseguirla, aún no sabía como hacerlo y además estaba muy débil.

Cuando más desesperado estaba y pensaba que se moriría de hambre, el pequeño lince se encontró a Curro. Este era un viejo lince que tenía una oreja cortada, a consecuencias de una pelea que había tenido con otro lince en sus ya lejanos años de juventud.

-Hola cachorro ¿A dónde vas solo por este bosque, con lo peligroso que es?

El pequeño lince se llevó un fuerte susto al oír la ronca voz de Curro, que descansaba plácidamente encima de un árbol. Después de reaccionar del susto llevado, el pequeño lince le contestó a Curro.

-Estoy buscando a mi mamá, que hace dos días se marchó en busca de comida y aún no ha regresado.

– ¿Y no tienes ningún pariente que te pueda acompañar, por estos parajes tan peligrosos?

-Señor, es que vivo sólo con mi mamá, mi padre hace unos meses nos abandonó, y mis parientes más cercanos, no sé dónde, ni cómo encontrarlos.

– ¿Y tienes idea, de lo que le ha podido pasar a tu madre?

-No señor, no sé que le ha podido pasar a mi pobre mamá, sólo que lleva varios día sin venir-le contestaba Iberi todo angustiado y tembloroso.

– ¿Cómo te llamas?

– Iberi.

-Bonito nombre, cachorro, bonito nombre, yo me llamo Curro y mi nombre es más normalito que el tuyo, es decir más feo, ¡ja, ja, ja! ¿Tendrás hambre, verdad cachorro?

– Sí, mucha.

-Ven conmigo, cachorro, que tengo guardada una perdiz que he cazado esta noche y tiene que estar de muerte.

Curro se acercó a un viejo chaparro y, dando un fuerte brinco, se subió en él sacando luego, de un orificio del tronco, la mencionada perdiz. Cuando la tuvo en sus zarpas, llamó a Iberi para dársela, luego se sentó sobre el tronco de un árbol que había sido cortado recientemente por los leñadores, y desde allí contemplaba cómo Iberi, con hambre de varios días, en unos minutos, se comía la perdiz.

– ¡Sí que tenía hambre el pobre cachorro! -insinuaba Curro.

-Me he quedado que reviento -decía Iberi, satisfecho por la tan buena comida.

-Ya he visto que tenías hambre acumulada de varios días.

-Desde que me dejó mi mamá, no había pegado bocado, Señor Curro -le contestaba Iberi, agradeciéndole la comida.

-Te acompañaré a donde te dejó tu madre, a ver si mientras tú la buscas por un lado, ella ha vuelto y te está buscando por otro.

Acompañado por Curro, Iberi, con un poco de trabajo y dando alguna que otra vuelta de más, porque no se acordaba muy bien del camino, llegó a los matorrales que días atrás habían sido su casa, hasta que desapareció su madre.

-Señor Curro, aquí fue donde me dejó mi madre, entre estos matorrales y aquí fue la última vez que la vi, antes que se fuera en busca de comida -le decía Iberi, lloriqueando.

-Daremos una vuelta por los alrededores y a ver si podemos averiguar que le ha podido pasar a tu madre, seguramente alguien habrá visto algo.

Estuvieron dando vueltas y preguntando a varios vecinos de la zona, pero nadie había visto nada sospechoso al respecto.

-Hemos estado todo el día andando y estoy muy cansado, ahora que se ha hecho de noche descansaremos un poco. Nos subiremos a ese chaparro tan hermoso que tenemos delante de nosotros -le decía Curro.

Cuando habían cogido las posturas encima de la rama del chaparro y el sueño merodeaba sus cabezas, se llevaron un susto de muerte, al sentir la voz de un búho que les hablaba.

-Me he enterado que andas buscando a tu madre -le dijo el búho con una voz melosa. Pero aunque la voz del búho fue suave, con el silencio de la noche les retumbó en los oídos, como si hubiera sido un cañonazo.

– Qué susto nos has dado, Señor búho -le dijo Iberi.

– ¡Vaya con el pájaro!, el susto que me ha dado, que tengo ahora el corazón que se me sale del pecho, pero no puedo demostrar miedo delante de un cachorro, por que eso sería mi perdición. ¿Señor búho, usted que todo lo ve por la noche, no habrá visto por casualidad a la madre de Iberi?

– No soy un Señor búho, soy una Señora búho.

-Perdone, es que de noche todos los gatos.

-Lo entiendo, Señor lince, lo entiendo, no se preocupe por eso. Sí que he visto a la madre, hace unos días vi a un humano cómo se la llevaba en una jaula. Intenté decírselo al cachorro, pero no lo he podido encontrar hasta ahora.

– ¿Y cómo sabe usted que era mi madre?

-Yo conozco a todos los vecinos del barrio, pequeño lince. He visto a tu madre muchas noches buscando comida por los alrededores y, aunque somos de distinta especie, tenemos muchas cosas en común y, alguna que otra vez, habíamos hablado de los problemas del barrio.

– ¿Y por dónde se marchó el humano con mi madre?

-Hacia el este, en un coche blanco. ¿Por qué lo preguntas?

– Porque tengo que ir en su busca.

-Pero cachorro, ¡cómo vas ha ir en su busca, si se la habrán llevado muy lejos!

-Me da igual lo lejos que se la hayan llevado, nunca abandonaré a mi madre.

-Pequeño, yo desde arriba de los árboles, cada noche veo los peligros que nos rodean y son muchos, te lo puedo asegurar. Tú aún eres muy joven para conocerlos, pero son muchos los peligros que hay en este bosque.

-Me da igual los peligros que haya, nunca abandonare a mi madre y mientras tenga fuerzas la estaré buscando, siempre buscaré a mi madre, siempre. Ah, Señora búho, muchas gracias por la información, siempre le estaré agradecido.

-De nada pequeño lince, de nada.

-Señora búho, ¿cómo se llama usted?

– Me llamo Ojos Grandes.

-Gracias de nuevo. Cuando se haga de día, saldré en busca de mi madre.

Episodio2.

En busca de la madre de Iberi

-Señor Curro, ¿qué le parece si le ayudamos a este joven testarudo, a buscar a su madre?

-Si admite nuestra ayuda, por mí, encantado -le contestaba Curro, con ánimo de ayudarlo.

Los primeros rayos de sol, se entremetían entre las verdes hojas del chaparro y el cantar de los pájaros se empezaba a oír por los alrededores.

Era primavera y los campos parecían una inmensa alfombra verde, con algunas pinceladas rojas, producidas por hermosas amapolas, que con gallardía sobresalían por encima del resto de las plantas. Todo el bosque estaba lleno de vida, se sentía y se palpaba la sangre de los animales alterada. Los pájaros no dejaban de revoletear por los alrededores y sus bellas melodías acariciaban como nada, los oídos de los habitantes de la zona.

-Ojos Grandes, ahora que me acuerdo, usted no ve muy bien de día.

-Aclaremos una cosa señor Curro, yo veo mejor de noche, pero eso no quiere decir, que de día no vea.

-No se enfade, Ojos Grandes, que a nosotros nos pasa lo mismo que a usted, vemos mejor de noche que de día.

-Con un poco de cuidado, no creo que pase nada, señor Curro -le decía Ojos Grandes, toda animada.

-No, si lo decía por ti, que pensaba que de día no veías nada.

-Pues ya sabe Señor Curro, se equivoca usted.

Aclarado el punto de quien veía mejor, los tres emprendieron el camino sin saber muy bien a dónde ir, sólo sabían que tenían que ir al este.

-Yo iré delante de vosotros y, si veo algún peligro, os avisaré.

-Muy bien, Ojos Grandes, te agradezco que me hayas acompañado en esta difícil tarea -le decía Iberi, contento por su compañía.

-Para eso estamos los amigos, para ayudarnos cuando hace falta, no solo para ir de fiestas. Los verdaderos amigos se ayudan y resuelven juntos los problemas, por muy difíciles que sean.

-A usted también le estoy muy agradecido, Señor Curro.

-Yo digo lo mismo que Ojos Grandes, para eso estamos los amigos, para ayudarnos, cuando de verdad hace falta.

– ¡Si os he conocido hace unos días!

-Da igual, cuando uno es amigo de otro, nunca pregunta la antigüedad que tiene esa amistad –le contestaba Curro.

-Yo lo que pienso, es que tenéis unos corazones, que no os caven en el pecho. ¿Que os parece si cogemos esa ribera del camino, a ver a donde nos lleva? ¿Usted señor Curro, ha salido alguna vez del barrio?

– Lo máximo que me he alejado del barrio, ha sido hasta el río por aquella parte y solo he llegado hasta este camino que estamos.

– ¿Como vais, amigos? -Les preguntaba Ojos Grandes, que volvía junto a ellos.

-Bien, muy bien. ¿Y cómo está el camino, por ahí delante?

– De momento, no hay peligro alguno.

Ojos Grandes todo el rato hacía lo mismo, se adelantaba y cuando le parecía volvía junto a ellos, para indicarle cómo estaba el camino.

Estaba oscureciendo, cuando Ojos Grandes se acercó un tanto preocupada.

– ¡Señor Curro, señor Curro, Iberi!

– ¿Qué pasa, hay algún peligro inmediato?

-No, Señor Curro, es que he visto a una pequeña cabrita muy asustada. Creo que anda pérdida y la hora que es, si no le ayudamos, no creo que sobreviva esta noche.

-Llévanos a donde está, que le ayudaremos.

– Muy bien amigos, seguirme.

La pequeña cabrita estaba muy cansada y asustada, se había tumbado al lado de una piedra muy grande y de vez en cuando, hacía una muy débil llamada a su madre.

-Hola, pequeña -le dijo Curro cuando llegó.

La cabrita, sacando fuerzas de flaqueza y muerta de miedo, de un salto se puso de pies.

-No te asustes, pequeña, somos amigos -le dijo Ojos Grandes, con voz cariñosa.

-No te asustes, sólo queremos ayudarte -le dijo Iberi, que fue el último en llegar.

– ¿Dónde está tu madre?

– No sé, la noche pasada nos atacó una manada de lobos, mi mamá me escondió bajo un viejo tronco y se enfrentó a ellos y, desde entonces, no la he vuelto a ver. No sé lo que le ha podido pasar a mi pobre mamá – decía la cabrita llorando y pensando lo peor.

-No llores, pequeña -le decía Ojos Grandes con voz cariñosa, intentando consolarla.

El día estaba dando los últimos latidos y el cielo se había vestido de rojo, para recibir a la noche que llegaba con su traje negro y un broche blanco en el pecho.

-Tendremos que buscar un sitio donde podamos estar seguros -le decía Curro, un tanto preocupado.

– ¿Qué te parece encima de aquellas piedras? -añadía Iberi.

-Si la pequeña cabrita puede subir encima de la piedra, será un sitio estupendo -le decía con cariño Ojos Grandes.

-Estoy muy débil, pero subiré -decía la cabrita, toda orgullosa.

Después de varios intentos, la cabrita consiguió subir encima de la piedra

– ¿Te ha enseñado tu madre, las hierbas que debes comer?

– Sólo algunas.

-Bueno, no te preocupes, más o menos, se lo que coméis los herbívoros como tú -le dijo Curro y se marchó a un trigal, que había visto un poco más atrás.

Los dos jóvenes se habían subido a la enorme piedra y miraban sin cesar, si venían sus amigos.

-Hace un rato que nos conocemos y aún no se tu nombre -le decía Iberi.

-Mi nombre es Hispa, ¿y el tuyo?

– Yo me llamo Iberi y el abuelo se llama Curro.

En ese momento, Ojos Grandes se presentó con un pequeño conejo entre sus garras.

-Hola, Iberi, te traigo la cena.

-Muchas gracias, Ojos Grandes.

– ¿No ha venido Curro?

– No, no ha venido todavía.

-Daré una vuelta por los alrededores, a ver si lo veo.

Habían pasado unos minutos, desde que se había ido Ojos Grandes, cuando se presentó Curro con un buen manojo de verdes y tiernos tallos de trigo.

Curro como pudo, subió a la piedra con el manojo de trigo, para dárselo a la pequeña cabrita. Hispa estaba hambrienta y la cena que le había traído Curro para ella, era de cinco estrellas.

Ojos Grandes se presentó con otro conejo.

-Te he estado buscando y como no te he visto, te he traído la cena a ti también.

– No tenías que haberte molestado.

-No ha sido molestias, Curro -dijo Ojos Grandes y después de haber dejado el conejo sobre la piedra, se volvió a ir de nuevo.

No había pasado ni medía hora, cuando Ojos Grandes, se presentó con su cena.

Los cuatro después de haber cenado, como estaban bastante cansados, se echaron a dormí.

El sol estaba saliendo y con sus destellantes rayos blancos, hacía retroceder a la noche, que con su traje negro, se marchaba a sus aposentos.

Ojos Grandes, vigilante desde un cercano árbol, contemplaba a Curro, que después de haber pasado una buena noche, se despertaba y estiraba las patas.

– ¡Buenos días, Curro!

– ¡Hola, Ojos Grandes!

– ¿Cómo has pasado la noche?

-Muy bien, Curro, muy bien.

Hispa e Iberi que dormían plácidamente, al oír que hablaban, se despertaron los dos.

-Buenos días, Señor Curro.

-Buenos días, Iberi.

– Buenos días -dijo Hispa.

-Buenos días, muchachos -dijo Ojos Grandes.

Los dos amigos le contestaron a la vez, dándole los buenos días.

-Mi nombre es Hispa, anoche se lo dije a Iberi y como no había tenido ocasión de decirlo antes, os lo digo ahora.

-Tienes un nombre muy bonito -le dijo Ojos Grandes, en el tono que solía hablar tan cariñoso.

-Me gusta, es muy bonito -le dijo Curro.

Estuvieron hablando un poco y de nuevo y en la misma dirección, continuaron el camino que llevaban.

Cuando llevaban un rato andando, Ojos Grandes, que se había adelantado, llegó muy nerviosa.

– ¿Qué pasa, Ojos Grandes, que parece hayas visto al mismísimo diablo? -le dijo Curro, preocupado al verla tan nerviosa.

-He visto a dos humanos (asesinos de animales), con dos perros.

– ¿Están muy lejos?

– A unos dos kilómetros, al otro lado de ese cerro.

-Si nos tienes informados de la dirección que van llevando, no debemos preocuparnos de esos asesinos -le decía Curro, intentando calmarla.

Cada equis tiempo, Ojos Grandes se acercaba a ellos y le informaba por dónde iban los humanos.

Con toda la precaución del mundo, se iban protegiendo entre los matorrales, para no ser vistos.

Los cazadores se iban alejando cada vez más de ellos y Ojos Grandes llegaba cada vez más contenta, para contarlo.

Cuando los cazadores no les representaban ningún peligro, se pararon para descansar un poco.

– ¿Cómo te encuentras, Hispa? -Le preguntaba Iberi.

-Muy bien -le respondía hispa, toda contenta.

Curro estaba descansando sobre unas tiernas plantas y hablaba con Ojos Grandes, que estaba encima de un árbol.

– ¿Crees que encontraremos a la madre de Iberi?

– Será difícil, Curro, pero con la ilusión que tiene el cachorro, seguro que la encontramos.

– ¿Estás segura de que cogió este camino y no otro?

– Sí, de eso si que estoy segura, Curro.

-Si estás tan segura como dices, seguiremos por él, a ver si encontramos alguna pista sobre su paradero.

Sin perder de vista el camino, se habían separado un poco del mismo, para no ser vistos por una cuadrilla de humanos, que hacían labores del campo en una inmensa llanura cerca del río.

Se fueron por una finca que había de monte bajo y a la vez, rodeaba el algodonal, que era donde estaban trabajando los humanos.

Cuando llevaban un rato andando por la finca, se quedaron perplejos, al oír unos disparos de cazadores, que bajaban por un cerro en dirección hacia donde estaban ellos.

Ojos Grandes, que estaba pendiente de los labradores, no se había dado cuentas de la llegada de los cazadores.

-Tenemos que salir del monte y de prisa -dijo Ojos Grandes, que llegaba toda preocupada.

Se salieron de la finca del monte bajo, temiendo a los cazadores y dejando su preciada protección, se volvieron de nuevo al camino.

-No nos separemos del camino, aunque seamos descubiertos por los humanos -dijo Curro, todo preocupado.

Cuando pensaban que no tendrían problemas con los labradores, se llevaron un gran susto al ser descubiertos por ellos. Varios labradores jóvenes (al sentir la voz del encargado, que los había descubierto), salieron en su busca, con la intención de cogerlos.

Ojos Grandes, viendo que los dos humanos corrían tras sus amigos y se iban acercando a ellos peligrosamente, hizo varios acercamientos hacia los humanos, en plan intimidatorio. Ojos Grandes al ser un ave de gran tamaño, hizo desistir a los dos humanos, de tan temida persecución.

-Estos humanos son los animales más peligrosos del mundo, matan por divertirse, no para comer como nosotros -decía Curro, respirando fuertemente, mientras descansaba un poco, para recuperarse.

Episodio 3

El encuentro con ojos mágicos

Habían estado todo el día andando y se estaba acercando la noche, cuando fueron visitados por un amigo de Ojos Grandes.

-Hola, Ojos Grandes.

– Hola, Ojos Mágicos, ¿qué haces tú por aquí?

-Eso digo yo, qué haces tú por aquí, si tú nunca habías salido del barrio.

-Estoy acompañando a un amigo, que le han secuestrado a su madre y le estoy ayudando.

-No cambiaras nunca, siempre haciendo el bien a todo el mundo.

-Bajemos, que te presentaré a mis amigos.

-Pensaba que sólo era un amigo.

-No, son tres. El señor Curro también le está ayudando y la cabrita, la hemos encontrado por el camino. La pobre se ha quedado huérfana también, a su madre la han matado los lobos esta noche pasada y no tiene a nadie. ¡Muchachos, parar un poco, que os quiero presentar a un viejo amigo mío! -dijo Ojos Grandes, que bajaba con su amigo de un árbol.

Curro estaba cansado y al escuchar a Ojos Grandes, se sentó sobre una piedra; Iberi e Hispa, se mantuvieron de pies, mirando cómo bajaban.

-Amigos, este es Ojos Mágicos, un viejo amigo de la infancia.

Los tres le dieron un caluroso recibimiento a Ojos Mágicos, cosa que este agradeció.

Iberi le estuvo explicando a Ojos Mágicos lo de su madre, lo que le había dicho Ojos Grandes que había sucedido.

-Si no hacemos algo pronto, acabarán con todos nosotros -dijo Ojos Mágicos, con voz firme y mucho aplomo.

– ¿Y qué podemos hacer nosotros los animales, si los humanos lo tienen todo? -dijo Curro, con voz de experiencia.

-No podemos hacer mucho, pero tampoco nos debemos quedar de brazos cruzados, les tenemos que hacer entender, que el mundo es de todos y que todos podemos vivir en el.

– Sí, por que hay muchos humanos que piensan que el mundo es de ellos y que los animales no tenemos ningún derecho y nos pueden echar cuando quieran de nuestro entorno -dijo Ojos Grandes, un tanto enojada.

-Estoy haciendo unas pruebas y me gustaría que las vierais -dijo Ojos Mágicos.

– ¿De qué se trata? -preguntó Iberi, todo intrigado por lo que decía Ojos Mágicos.

-Acompañarme a mí casa y os la enseñaré.

-Si no se desvía mucho del camino, te podremos acompañar.

-No, esta cerca de aquí.

-De acuerdo, te acompañaremos -dijo Ojos Grandes.

Los tres amigos fueron siguiendo a Ojos Grandes y a Ojos Mágicos, que se iban parando sobre los árboles, para que pudieran seguirlos.

-Ya falta poco -les dijo Ojos Mágicos, a los que iban andando.

La noche estaba cayendo, cuando llegaron a un viejo chaparro, con un enorme tronco.

-En ese viejo chaparro es donde vivo y donde estoy haciendo mis pruebas.

El tronco del árbol estaba hueco y en la parte de arriba, había una abertura, que Ojos Mágicos la tenía tapada, con trozos de ramas.

Ojos Mágicos destapó la abertura de arriba y entraron todos, menos Hispa, que no se podía subir al árbol.

Ojos Mágicos, les iba a explicar lo de las pruebas, cuando Iberi se acordó de Hispa. Todos salieron del tronco un poco avergonzados, por haberse olvidado de su amiga.

Ojos Mágicos les dijo que no se preocuparan, que había otra entrada en la parte de abajo del árbol.

Una vez todos los amigos dentro del tronco, empezó Ojos Mágicos a explicarle su invento.

Ojos Mágicos era una especie de brujo y lo que le quería enseñar era una formula, que había descubierto.

-Aún no la he podido probar, pero pienso que debe funcionar bien.

-Pero díganos de una vez de qué se trata, Ojos Mágicos -dijo Curro, que estaba impaciente.

-Es sobre poderes, pienso que el que se tome este potingue, tendrá poderes incalculables.

– ¿Pero si no lo has probado con nadie, como sabes que tomando eso, adquieres poderes?

– Llevo tiempo investigando sobre el tema y creo que esta vez he acertado.

-Si no lo has probado con nadie, no sabes su reacción y puede que sea peligroso tomarlo -dijo ojos Grandes, preocupada.

-Ya sé que puede ser peligroso, lo único que quiero es enseñarlo y explicar un poco de qué va el tema -le respondió Ojos Mágicos, un tanto enojado.

-Si esto funciona, podremos hacerle frente a los humanos y luchar para que no desaparezcan más especies de animales, y nuestra habita sea de más calidad -dijo Ojos Mágicos, con aspecto de alucinado.

-Si es para ayudar a los más débiles, yo soy capaz de probar el potingue -dijo Iberi, todo entusiasmado.

-Lo probaré primero con insectos y cuando esté convencido de que funciona y no presenta peligro alguno, lo probaremos nosotros -dijo Ojos Mágicos, en una mezcla de alucinado y desilusionado.

-Será mejor ir a buscar comida y marcharse a descansar pronto; mañana seguiremos hablando del tema -decía Ojos Grandes.

Curro y Ojos Grandes salieron a buscar comida, Iberi e Hispa, se quedaron con Ojos Mágicos, que le estuvo contando casas relacionadas con el potingue que había inventado.

-Y dices que puede ser tan revolucionario, que los humanos temblarán.

-Si mis cálculos son ciertos, podremos adquirir forma semejante a la humana y luchar contra ellos, en igualdad de condiciones.

No había pasado mucho tiempo, cuando Curro se presentó con un conejo, para Iberi. Este estuvo cenando y después de haber estado escuchando un buen rato a Ojos Mágicos, se fue a dormí.

Episodio 4

Los sueños

Con todo lo que le había escuchado a Ojos Mágicos, Iberi tenía su cabeza llena de fantásticas ideas, y al estar cansado por el largo viaje, no tardó mucho en quedarse dormido. En su cabeza enseguida le fueron apareciendo sueños y todos relacionados con lo que le había escuchado a ojos Mágicos. En ellos, un cazador apuntaba a su pieza, cuando se llevó una gran sorpresa, al ver que el cañón de la escopeta, se estaba doblando hacía arriba.

-José, mira lo que le ha pasado a la escopeta.

Este se acercó a donde estaba Sebastián, que miraba con asombro la escopeta.

– Ostra, que le ha pasado, se ha doblado como si fuera de plástico.

Los dos cazadores asustados por lo que habían visto, tocaban la escopeta y hablaban sobre caso tan raro.

Cuando más distraídos estaban hablando del tema, Iberi bajo volando de un árbol y dando un par de vueltas alrededor de ellos, les dijo con voz potente:

-Habéis visto cómo se ha quedado la escopeta, pues si os veo otra vez asesinando indefensos animales, haré lo mismo a vosotros.

Los dos cazadores, que ya estaban asustados con lo de la escopeta, al ver y oír al pequeño lince volando cerca de sus cabezas, se llevaron un susto de muerte y abandonando todo lo que tenían, salieron corriendo como el que ve al diablo.

Los dos cazadores llegaron al pueblo temblorosos y con los ojos desencajados por el miedo; sólo pedían agua desesperadamente.

-Agua, quiero agua -decían los dos, poseídos por el miedo.

-Pero muchachos, que os ha pasado, que parece que habéis visto al mismo diablo -le preguntaba un vecino, que les acercaba un vaso de agua.

Con el vaso de agua en la mano y tembloroso, explicaba uno de los cazadores.

-Estábamos Sebastián y yo cazando por el bosque, cuando con una fuerte y temblorosa voz me llamó Sebastián. Cuando me acerqué a él, me llevé una gran sorpresa al contemplar cómo estaba su escopeta. Se había quedado doblada, como si fuera de plástico. Pero lo peor de todo, fue lo que vino a continuación. Estábamos revisando la escopeta y hablando entre nosotros del asunto, cuando una potente voz nos habló. Se trataba de un lince terrorífico, que no sé cómo se mantenía en el aire, por que estaba volando, tío, volando. Nos dijo que si algún día nos veía asesinar animales, nos haría lo mismo que a la escopeta y lo dijo en serio, muy en serio -decía el cazador tembloroso y asustado.

-Los linces no vuelan, ustedes estáis bebidos -le decía uno de los vecinos.

-Tú sabes que yo no bebo, Antonio, y si te digo que era un lince el que volaba, es que era un lince el que volaba -decía el cazador Sebastián, cogiendo por la pechera al vecino, que ponía en dudas sus palabras.

-No te enfades, hombre, es que me es tan extraño que un lince vuele -le respondía el vecino, que había sido cogido por la pechera.

José, el otro cazador, reafirmó todo lo que había dicho Sebastián, que aún temblaba del susto.

-Si es verdad lo que estáis contando, podemos hacer una batida por la zona, a ver si lo vemos -decía otro vecino de peso que había llegado, el alcalde.

Se habían puesto de acuerdo los vecinos en hacer la batida y al día siguiente salieron en busca del lince volador.

Estuvieron peinando toda la zona donde decían haber tenido el percance, pero ninguno vio al lince volador.

-No es que dudemos de ustedes, pero llevamos todo el día buscando y no hemos visto nada -le decía el alcalde a los dos cazadores.

Al llevar tanto rato buscando y no encontrar nada, los vecinos murmuraban, sobre si era o no verdad, lo del lince volador. El alcalde se lo había dicho de buenas maneras, pues veía que estaba quedando mal, delante de sus vecinos.

-¿Qué nos quiere decir usted, que somos mentirosos?

-No, ni mucho menos, sólo eso, que no hemos visto nada en todo el día.

-Pues lo vimos cómo volaba y además muy cerca de aquí, muy cerca -decía el cazador José, con un cabreo de mil demonios.

Días más tarde, los dos cazadores fueron ingresados en un centro de salud.

-Hispa, ¿tú serás mi ayudante?, entre los dos, le daremos una lección a los humanos -le decía Iberi.

-Por mí, encantada, con estos poderes que hemos adquirido, podemos ayudar a los animales con problemas y en vías de extinción como vosotros -respondía Hispa, toda entusiasmada.

Era domingo y toda la gente del pueblo estaba en misa. El párroco, que era muy expresivo, se solía acalorar bastante, cuando hacía un recorrido por la historia bíblica y echaba algún que otro sermón.

El párroco quedó perplejo, cuando en una de sus alabanzas levantó la cabeza y vio a Hispa, que como si de una paloma se tratara, se desplazaba volando hacía él, por encima de las cabezas de los parroquianos.

El cura se quedó con el dedo señalando hacía Hispa, sin poder articular palabra alguna.

La gente que asistía a la misa, se quedó sorprendida al ver como se había quedado el párroco y dirigieron sus miradas hacía donde señalaba con el dedo. Estos, que estaban sentados en sus bancos, quedaron igualmente perplejos, al ver como se acercaba Hispa volando.

Hispa se quedó parada a un metro sobre la cabeza del cura y este con cara de sorprendido levantó la cabeza para verla y casi se cae al suelo.

-Sólo os quiero dar un breve mensaje -dijo Hispa y comenzó el discurso.

-Nosotros, aunque a vosotros nos os importa mucho (aunque vengáis a que os quite las manchas el creador), también tenemos sentimientos como ustedes, nosotros fuimos puestos en el mundo por el mismo que os puso a vosotros, por tanto tenemos los mismos derechos que ustedes a vivir y también ha tener un habita digna. Ustedes que fueron los elegidos por el creador, para liderar el mundo, ustedes que poseéis ese don tan grande que es la inteligencia, deberíais recapacitar un poco más, si dicha inteligencia que os dio el creador, la estáis utilizando como quería él que fuera utilizada.

La gente como encantada, escuchaba las palabras que Hispa les decía.

-Cada día que pasa, es más difícil respirar, cada día que pasa, desaparece alguna especie, bien sea animal o vegetal, cada día que pasa, el habita de cualquier especie es de peor calidad, incluida la vuestra. Pensar en lo que os he dicho y recapacitar -dijo Hispa y de la misma forma que entró en la iglesia, se marchó.

La gente se frotaba los ojos, como cuando te despiertas de un mal sueño y asustados por lo que les dictaban las conciencias, marchaban para sus casas cabizbajos.

Iberi había ido a visitar un campamento de taladores de árboles, que operaban en la zona.

-Buenos días -dijo Iberi con voz potente y firme.

Los cuarenta trabajadores que estaban desayunando, para comenzar con energía la jornada, no daban crédito a sus ojos, cuando vieron que el que le había dado los buenos días, era un lince volando, que daba vueltas sobre sus cabezas.

El encargado del grupo, sin pensarlo se sacó una pistola del cinturón, e intentó dispararle. Este dio un fuerte grito de dolor y se llevó la sorpresa de su vida, al ver como la pistola se derretía entre sus manos, como si fuera de plástico y estuviera expuesta a una temperatura elevada.

El grupo de trabajadores se quedó inmóvil, al ver la pistola del encargado que caía al suelo, como si fuera plástico derretido.

-Os quiero dar un breve mensaje -dijo Iberi-. Con la tara de árboles que estáis haciendo, tan indiscriminada, pronto desaparecerá el bosque que es el hábitat de muchas especies, además de ser los pulmones de todos los seres vivos de la tierra, incluidos los vuestros. Con esta tala sin control que estáis haciendo, estáis destruyendo en pocos días, lo que la naturaleza tardó cientos de años en construir. Con estas talas salvajes que se están haciendo a nivel mundial, los humanos, que se dice sois inteligentes (los elegidos por el creador, para velar por la naturaleza), si no ponéis medios pronto os quedaréis sin habita para vivir, por lo tanto, desapareceréis de la tierra como tantas especies han desaparecido. Y como os he dicho antes, los bosques necesitan muchos años para formarse y de ellos dependen el que podamos respirar (y sabiendo todo esto, no sé como no se ponen todos los medios, que hoy en día se tienen, para evitar esta muerte lenta que les espera) y los seres vivos necesitamos respirar.

Iberi dio unas vueltas sobre las cabezas de los trabajadores y como llegó, se marchó y desapareció.

Los trabajadores no daban crédito a lo que habían visto y habiendo quedado como hipnotizados, cogieron las máquinas y abandonaron las talas de árboles.

Unos cazadores furtivos, perseguían a su valiosa presa, cuando Curro le habló, dándole los buenos días.

-Buenos días, Señores, ¿han perdido algo? -le dijo con toda la ironía del mundo.

Eran tres los furtivos y, al oír la voz de Curro, se quedaron parados en seco y cuando vieron que el que le hablaba era un lince y además este estaba volando sobre ellos, se llevaron un susto de miedo. Los tres alzaron sus escopetas para disparar, pero se le escaparon de las manos, quedando flotando en el aire.

-Os quiero dar un breve consejo-dijo Curro-. Se supone que lo que estáis haciendo, lo hacéis por dinero.

-Sí, sí, por dinero -respondieron los tres a la vez.

-Sabéis que gente como vosotros sois los culpables, de que muchas especies de animales estén en vías de extinción.

Los tres furtivos se miraban entre ellos, sin saber que decir.

-Sabéis que hay países, que al que cogen cazando animales protegidos, son condenados a muerte.

Los tres furtivos empezaron a sudar un sudor frío y el miedo le empezó a entrar por sus cuerpos.

-¿Merece la pena arriesgar la vida, por unos cuantos euros?

– No, no -decían los tres, asustados como gallinas, cuando el zorro las visita.

-¿Y de la conciencia, qué me dicen ustedes?, de la conciencia de haber exterminado a una especie, ¿o de eso no tienen ustedes? Creo que de eso, estáis bastante desprovistos. Sabéis, que lo que estáis haciendo, debe de ser castigado.

-Sí, sí, respondieron los tres cazadores asustados y sudorosos.

-He pensado que el castigo que os merecéis, sea el siguiente -dijo Curro, y los convirtió en tres hermosos ciervos-. Ahora intentar no ser asesinados por gente como vosotros -añadió Curro y se marchó.

La gente del pueblo se había reunido en la plaza y hablaban de las apariciones de animales.

El alcalde se había reunido con sus concejales en el ayuntamiento, para tratar el asunto, cuando una suave voz, les dio las buenas tardes.

Era Ojos Grandes, que había entrado por la ventana y se había posado sobre un armario del salón de reuniones.

Todos quedaron perplejos, cuando vieron que era un búho, el que le hablaba.

-Señores les quiero dar un breve consejo -dijo Ojos Grandes y comenzó el discurso-.Señores, vosotros sois los que gobernáis el pueblo, en todas sus facetas, por lo tanto, sois los responsables de lo bueno y de lo malo.

El que haya empresas que contaminan los ríos, el que haya empresas que contaminan los mares, el que haya empresas que contaminan el aire, todo eso es culpa vuestra, pues vosotros autorizáis sus aberturas y, muchas veces, a cambio de unas sucias monedas para vosotros. Miráis para otro lado, dejando actuar a gente sin escrúpulos, aunque menos escrúpulos tiene el que coge unas monedas, vendiendo su alma al diablo. El habita del mundo se está deteriorando a pasos agigantados, porque los que tenéis el poder, no hacéis bien vuestro trabajo. Sólo pensáis en vuestro bienestar inmediato y no os importa un pito, si la capa de ozono cada día que pasa se hace más fina. No os importa si los mares están contaminados, no os importa si los glaciales están mermando, no os importa si cada día cuesta más respirar. Sólo os importa el poder y lo que suele acompañar al poder. Recapacitar, recapacitar que aún estáis a tiempo de arreglar el destrozo que habéis hecho por no hacer bien vuestro trabajo. Recapacitar y dejar de miraos el ombligo -dijo Ojos Grandes y se marchó.

El alcalde y todos los concejales del ayuntamiento, se fueron a la plaza del pueblo, donde el resto de conciudadanos, temblorosos, debatían sobre lo ocurrido.

El alcalde, preocupado por lo que había sucedido en el ayuntamiento, se subió encima de un banco de la plaza y tomó la palabra.

-El tema que nos preocupa a todos, es lo suficiente importante, como para que lo tomemos muy en serio -decía el alcalde y continuaba -. Es muy importante todo lo que esos animales dicen, pero si cedemos a sus reivindicaciones, en poco tiempo, serán ellos los que gobiernen el mundo.

-Lo que dijo la cabrita en la iglesia, era toda la verdad, señor Alcalde -decía uno de los vecinos.

-Y lo que dijo el lince, era otra verdad como un castillo -Decía otro de los vecinos.

Cuando el debate estaba más caliente, se presentaron Iberi y sus amigos en la plaza.

-Buenas tardes, Señores -dijeron los cuatro.

Todos se quedaron callados y se creó un silencio sepulcral de varios minutos, al oír las voces de los animales.

-Hemos venido, porque pensamos que sería bueno discutir con todos vosotros, los consejos que os hemos ido dando durante todo ese tiempo -dijo Iberi.

El alcalde, que estaba encima del banco dando el discurso, al verlos llegar se puso tembloroso y unos sudores fríos le empezaron ha gotear por la frente. Luego, como pudo, le respondió con voz temblorosa y entrecortada, que estaba de acuerdo en hacer el debate sobre dicho tema.

Si estáis todos de acuerdo con lo que os hemos venido diciendo, entonces estaréis de acuerdo en hacer un debate público aquí en la plaza, sobre los derechos que tenemos los animales -dijo Iberi.

Episodio 5

La búsqueda por la ciudad

-Despierta Iberi, despierta que ya es de día -le decía Curro, que ya se había dado una vuelta por el chaparro.

Iberi se refregaba los ojos, mientras estiraba sus patas.

– ¿Qué te ha pasado esta noche, que no has dejado de moverte? -le preguntaba Curro.

-No sé qué me habrá pasado, he estado toda la noche soñando.

-¿Sobre qué habrán sido los sueños que has tenido, que te han hecho moverte toda la noche? -le decía Curro con segundas.

-Señor Ojos Mágicos, cuando encuentre a mi madre, me gustaría hablar con usted con más profundidad y calma, sobre su potingue -le decía Iberi y se despedía de él.

Los cuatro se despidieron de Ojos Mágicos y continuaron la búsqueda de la madre de Iberi.

-Volveremos a la ribera del camino -dijo Curro y los demás le siguieron.

Después de haber estado todo el día caminando, llegaron al pueblo, donde pensaban estaría la madre de Iberi.

-Descansaremos un poco y luego averiguaremos dónde está tu madre -dijo Curro, que al ser el de mayor edad, estaba un poco cansado.

Ojos Grandes, mientras descansaban sus amigos, se dio una vuelta por el pueblo, para hacer averiguaciones sobre el paradero de la madre de Iberi.

-Hola, Señora lechuza, ¿es usted vecina del pueblo?

– Sí, Señora búho, soy vecina del pueblo, ¿en qué puedo ayudarte?

-He venido con unos amigos y estamos buscando a la madre de Iberi.

-No entiendo nada, Señora búho.

-Perdone, Señora lechuza, se lo aclaro. Iberi es un pequeño lince, que hace unos días su madre fue secuestrada por un humano y le estamos ayudando a encontrarla. Pensamos que pueda está en este pueblo, o al menos, el humano vino en esta dirección.

-Creo que habéis tenido suerte, Señora búho; a las afueras del pueblo, en el otro lado, hay un sitio donde suelen retener animales y luego se los llevan a otros lugares más lejanos.

-Avisaré a mis amigos, e iremos al lugar que me dices.

-Si quiere le puedo acompañar, a ese sitio que le digo.

Partes: 1, 2
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