ABSTRACT
El trabajo repasa las peripecias históricas de la moral humana en su coexistencia e influencias mutuas con las diversas morales religiosas. Asimismo, expone las condiciones de competencia desigual entre ambas, sobre todo a partir del surgimiento del catolicismo, con las conocidas hecatombes de cuerpos y conciencias en busca de libertad.
También expone las adaptaciones de la moral laica a los nuevos tiempos históricos, cuando ya integra el núcleo del poder del sistema social. Y el valor de la subjetividad como núcleo esencial de la moral.
DESARROLLO
I
La historia y la arqueología han recuperado del olvido testimonios de grandes civilizaciones antiguas referidos a una tradición moral de larga data, constituida por normas y principios tan elevados que aún hoy asombran por la vitalidad que poseen. Por cierto, éstos han sido contemporáneos de mitos y doctrinas religiosas en las que se mezclaban principios de gran elevación junto a narrativas sobre comportamientos crueles y horrorosos atribuidos a los dioses, sin que tal contradicción entre ambos modelos de comportamiento mereciera –por lo que se sabe- ningún reparo de los humanos. Esa coexistencia y cercanía entre lo bueno y lo malo, entre los principios y las acciones positivas y las negativas de las cosmogonías y las religiones, por lo demás presente en la misma Biblia, se extendía a normas jurídicas y a prácticas sociales concretas.
Más tarde, entre el milagro griego y su prolongación en Roma, es posible hallar desarrollos y proposiciones morales realmente sublimes cuyo conocimiento en el presente conmueve y asombra, como ocurre con los estoicos y con la lectura de las Máximas de Epicteto, los Pensamientos de Marco Aurelio y La consolación por la filosofía, de Boecio, entre tantos otros ejemplos posibles . No obstante, las acciones humanas, sea en tiempos de paz o de guerra, sean públicas o privadas, distaban mucho de regirse por esas pautas morales.
Ese extraordinario afloramiento de la inteligencia y la sensibilidad en el mundo grecorromano fue clausurado por la aparición del catolicismo, es decir, la unión de la Iglesia y el Estado Romano. Desde entonces, y por largos siglos, la moral fue sustituida oficialmente por la Revelación y el complicado aparato sancionatorio y reglamentario elaborado por la Iglesia, es decir, utilizando una doble fuerza que se impuso sobre el pensamiento y especialmente sobre las conciencias, sofocándolas hasta anularlas.
Condenada la autonomía del pensamiento y el pensamiento no atado a una razón extrahistórica, ambos fueron echados a la Gehena. Desde entonces, la preceptiva católica, totalizadora y universal, autoproclamándose de origen e inspiración divina, gobernó cuerpos y almas allí donde el poder de la cruz y la espada se instalaron pesadamente, crudamente, de arriba abajo. Así sucedió hasta hace muy pocas décadas.
Y sin embargo, no se trataba de que la moral surgida de la experiencia humana, sin ataduras metafísicas ni religiosas, fuera absolutamente incompatible y molesta en su totalidad respecto de los dogmas y normas religiosos, fueran los de la Iglesia católica o los de la Iglesia reformada anglosajona. De hecho, entre la moral y la religión existe desde muy antiguo una zona de desarrollo compartido que cabe someterla al famoso dilema de "¿qué fue primero: el huevo o la gallina?" Es decir, a cuál de éstos le corresponde la precedencia histórica.
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