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Entre palíndromos y retruécanos: cuando el aparato social se pone en marcha (página 2)


Partes: 1, 2

Es un pequeño grupo formado por cuatro hombres y una mujer embarazada. Uno de ellos ¿gana o pierde? su libertad al caer por un despeñadero, aunque su nombre es muy significativo: los Ríos son vida, y como la vida, fluyen y no se acaban.

Restan cuatro, tres hombres y la mujer embarazada, que dará a luz una niña, no a un varón, como se espera para mantener la idea de Familia.

El trío de hombres, cuyo líder natural se apellida Lozano es, como su nombre lo indica, vigoroso, poseedor de una agudeza y gallardía que surge de su propia lozanía, orgulloso y altivo. Él sabe que los sentidos son engañosos y por eso cuestiona la realidad a partir del conocimiento que emana de la razón. Sin embargo, sus compañeros son hombres simples, uno de ellos opina que "Lo jodió la educación" [a Lozano] y el otro, se resiste a aceptar esa vuelta de tuerca que su líder intenta dar a la realidad a través de un pasatiempo en apariencia inocente, como lo son los juegos lingüísticos, aunque piensa "en una de esas se va a bandear del todo, que todo se va a ir al diablo", como realmente sucede, aunque no por los juegos de Lozano, sino por el devenir de las circunstancias.

El pueblo de Calagasta es muy pobre, cuando ellos llegaron "todo el mundo se moría de hambre como ellos hasta que alguien descubrió a las ratas gigantes cerca de las colinas y Porsena tuvo la idea de mandar una muestra a la costa"; a partir de ese momento todos, el pueblo y el trío, se dedican a cazar ratas gigantes, las que todos los jueves, son vendidas para un laboratorio danés.

La preocupación de Lozano ya no se centra ni en el hambre ni en la huida, para la que según él, faltan "tres o cuatro meses", son las ratas las que ocupan el centro de sus cavilaciones. Más aún desde que las ratas se han vuelto estrategas, y parece como si fuera que han planeado una venganza contra los hombres que las persiguen, han bajado hasta el pueblo, llegaron al rancho de Lozano y atacaron a su hija, quien perdió una mano. Él recuerda tristemente a Baudelaire y su profecía literaria sobre la raza de Caín y de Abel, y cómo los descendientes de éste último serían devorados por las ratas.

Las ratas son para la conciencia colectiva, seres inmundos, despreciables, viles y demoníacos. Las superestructuras avalan expresiones tales como "sos una rata", "te mataré como a una rata", negando de esta manera la existencia de lo humano en el hombre.

Las ratas se esconden durante el día y depredan por la noche. Sus ojos, en la oscuridad "bailan como puntos rojos", dispuestos a atacar con inteligencia. Y Lozano lo sabe. También sabe que en su mundo de palabras, atar a las rata no es posible, es consciente de esta mentira que, por más que leyéndola en espejo se reafirme a sí misma. Nadie puede atar a una rata. ¿Qué se construye a partir de esta realidad engañosa? "No tiene ninguna fuerza porque no te enseña nada nuevo". Sin embargo es necesario atar a la rata. ¿Pero a qué rata? Según Laura, su mujer, las ratas pueden ser ellos, el grupo, los perseguidos, los que "huyen como ratas", y pueden terminar siendo cazados… como los animales que ellos cazan y son vendidos regularmente, cada jueves por la madrugada.

Lozano seguramente estudió Letras, Filosofía o Ciencias Sociales. Es muy difícil que un positivista juegue con las palabras como lo hace él. A partir de esos juegos con los signos, deviene un nuevo conocimiento del mundo, una nueva percepción de la realidad. No conforme con el palíndromo "pedestre y pegajoso", crea, a partir de él, una expresión nueva al agregarle el rasgo de plural: "Atar a las ratas". Descubre de este modo, que no atará más a cualquier rata, sino a una en particular, identificada por un nombre que la distingue de las demás, ahora el espejo no muestra una realidad engañosa, sino que reafirma la ideología del grupo, posibilita atar, enlazar, reducir… o matar, a Satarsa, al Otro, el rey de las ratas, una rata más poderosa que todas las demás.

Deben cazar muchas ratas para poder dejar el pueblo, pues los buscan. Salen a la nochecita, al encuentro de sus presas paradójicamente salvadoras. Cambiarán ratas por su libertad, juego opuesto al de "ellos", los Otros, "que cambian su libertad por ratas", según la explicación de Lozano. De nuevo el espejo, de nuevo el Otro, igual y distinto a la vez. Cazarán tantas, que escaparán con ellas en el camión el jueves por la madrugada. "Iremos con las jaulas de las ratas, date cuenta." dice Yarará; y ese "date cuenta" nos puede decir que Porsena sólo llevará ratas en el camión, unas ya cazadas, y otras en huida.

Por la noche, el trío sale a cazar ratas. Y es Lozano el que busca, en su delirio, al rey de las ratas, a Satarsa, lo llama desde la boca de la cueva, no conforme, decide, al azar, ingresar a la nada que le ofrece la entrada blanca. Una vez dentro, desafía a Satarsa a una lucha de igual a igual, de jefe a jefe, de hombre a nada. Sus compañeros lo instan a salir. Lo consideran temerario, pero por eso mismo lo reconocen como su jefe, como el mejor.

Llenas las jaulas, toman camino al rancho. La esperanza liberadora del "olor a sebo y a mierda líquida" los acompaña en su destino. La muerte sobreviene de una cacería nocturna, organizada como la que ellos, a menudo, preparaban para los animales. Aquí se invierte la imagen del espejo, refractando la realidad en vez de reflejarla: los cazadores de ratas son ratas cazadas al descampado, como en una epifanía demoníaca convocada por el conjuro de Satarsa.

Este acto colectivo de venganza y muerte, donde son reducidos a la nada hombres y ratas, donde la existencia de Satarsa funde en sí misma a hombres enfrentados en ideologías opuestas.

Así, el sentido del ideologema "rata" aparecido al comienzo del relato, avanza en su significación refractando, en un juego dialéctico, en palabras, animales, hombres, ideologías, poder, astucia, venganza y muerte. Ya desde el título anticipa el devenir metafísico del ser y su realidad, involucrando al lector en un laberinto de pulsiones que conflictivamente termina en la aniquilación del hombre por el hombre, de la ideología por la ideología.

 

 

Autor:

Lic. Livia Castillo

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